Obras son amores -reza el refrán- y no buenas razones. En las últimas semanas, Patxi López nos ha atiborrado de razones para explicar la conveniencia de agotar la legislatura. Pero sus obras, que son las que realmente importan, le delatan. Es tan frenética la campaña promocional en la que está sumido, que su promesa de no adelantar las elecciones carece de la más mínima credibilidad. Diga lo que diga López, todo el mundo intuye en Euskadi que nos convocará a las urnas más pronto que tarde.

El problema es que, con la que está cayendo, cada día que prolongue su mandato -agotado ya, y tocado de muerte- constituye una dramática pérdida de tiempo de cara al empeño de afrontar con rigor los retos a los que ha de enfrentarse la sociedad vasca. Si el tiempo es oro, según el conocido adagio inglés, se transforma en platino de la máxima pureza cuando se trata de afrontar una crisis profunda que requiere respuestas rápidas y decididas. A Zapatero se le reprocha, sobre todo, la tardanza con la que empezó a asumir la crisis y reaccionar contra ella. Los juegos semánticos iniciales -no estábamos ante una crisis sino ante una simple desaceleración- y la cargante demagogia posterior -¿quién no le recuerda afirmando que mientras él se encontrase al frente del Gobierno no se iba a producir un solo recorte en los derechos sociales?- le hicieron perder un tiempo muy valioso que a la postre ha resultado ser fatalmente irrecuperable. Confío en que, dentro de unos años, no tengamos que lamentarnos, también, por el precioso tiempo que López perdió, jugueteando irresponsablemente con una campaña electoral no reconocida, que sabía, de antemano, que no le iba a permitir recuperar el crédito que, pese a las intensivas campañas publicitarias y la servil complicidad de los medios de comunicación, ha perdido durante los tres últimos años.
En cualquier caso, parece claro que, mientras el Lehendakari se entretiene mirándose a un espejo trucado que le oculta, descaradamente, su minoría parlamentaria y su incapacidad para gobernar, el escenario electoral vasco se ha ido prefigurando con bastante nitidez.
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