Los medios de comunicación afines al PP han dado rienda suelta a la ofensiva contra el acuerdo que la semana pasada firmamos con el PSOE, para apoyar el proyecto de Presupuesto y garantizar la estabilidad -tan insistentemente requerida por los agentes económicos y las autoridades comunitarias- a cambio, entre otras cosas, de encauzar el pleno desarrollo del Estatuto de Gernika. Ya hemos empezado a escuchar, por aquí y por allá, las agitadas voces de alarma que claman al cielo por la gravedad que -al parecer- entraña, el hecho de haber pactado con el PNV la materialización de las transferencias que aún quedan pendientes para dar cumplimiento al Estatuto. Vivir para ver. Los que hasta ayer mismo se nos presentaban como la quintaesencia del estatutismo, hoy se rasgan las vestiduras porque se ponen las bases para su cumplimiento.
En realidad, nada nuevo se mueve bajo el sol. Ya anticipé hace unas semanas que los populares y sus terminales mediáticas iban a emprender una furiosa ofensiva para deslegitimar el acuerdo y, en caso de ser posible, provocar su ruptura.
Con todo, hay un dato, que es preciso conocer para situarse adecuadamente en el debate planteado. Cuando el PNV pactó con el PP, en los albores de 1996, el voto favorable de sus diputados a la investidura de Aznar, el acuerdo incluyó, también, un compromiso para impulsar el pleno y leal desarrollo del Estatuto a lo largo de la legislatura iniciada. Un compromiso que, de alguna manera, se asemeja bastante al que acabamos de suscribir con los socialistas.