En el vuelo que me trasladó a Madrid la tarde-noche del lunes, aproveché el tránsito por las alturas para ojear, con suma rapidez, la prensa del día. A esas horas, los diarios matutinos suelen ser más un documento histórico que un panel de noticias frescas. Sin embargo, siempre resulta posible encontrar en los periódicos del día algún dato que trascienda el estricto interés de la jornada y aporte un elemento de reflexión de utilidad más duradera. Y en este caso, la pepita luminosa se encontraba -o así me lo pareció- en las informaciones relativas a Jesús Eguiguren: Txusito.
El editorial del ABC valoraba el pernicioso efecto que la decadente estrella de Zapatero está produciendo en la imagen pública de los barones territoriales del Partido Socialista; unos barones que, a juicio de su redactor, empiezan a acusar el coste electoral que ello puede reportarles de cara a los comicios del año que viene. «Ferraz -decía la pieza- ha concebido un PSOE a imagen y semejanza del presidente, cuya caída arrastra consigo a los candidatos territoriales, que intuyen un panorama muy negro ante las próximas elecciones». De esta quema general, sólo se salva, según el ABC, el inquilino de Ajuria Enea: «La única baza positiva del zapaterismo -observaba el diario conservador- es Patxi López, cuyo Gobierno se asienta sobre un pacto constitucional y no sobre una mayoría partidista».