Josep Pla fue un extraordinario y prolífico escritor gerundense al que muchos hablantes de la lengua de Maragall consideran como uno de los grandes maestros de las letras catalanas. Fue un hombre inteligente y muy cínico, al que gustaba aproximarse a la realidad desde la ironía, las contradicciones y las paradojas.
Entre los muchos trabajos que escribió siempre me han fascinado las crónicas parlamentarias de la II República, en las que describe con perspicacia y desparpajo los avatares de aquellas Cortes que comenzaron con gran ímpetu, para acabar reuniéndose en el exilio, en sesiones melancólicas, cuando no dramáticas.
Hoy he releído el libro que publicó con los apuntes que fue tomando en Madrid durante los días inmediatamente posteriores a la proclamación de la II República. Es un trabajo soberbio. Una auténtica delicia. Con una prosa sencilla y clara va desgranando el ambiente que se vivía en la capital con motivo del repentino cambio de régimen, proyectando su fino sarcasmo sobre la clase política y la trama social de lo que caracteriza como «una población de funcionarios», en la que «la bandera del sueldo es siempre la que cuenta con mayor aceptación».
Uno de los pasajes más deleitosos es aquel en el que describe la cuidada adaptación de los establecimientos públicos y servicios de la capital a los requerimientos formales y simbólicos del régimen republicano. He aquí un fragmento:
«Perdido en medio del hormiguero, observo cómo el comercio se apresura a destruir y esconder los símbolos monárquicos. Los comerciantes, los proveedores de la Real Casa, las tiendas con el escudo real, los hoteles, las fondas, los teatros y los restaurantes que tenían o aspiraban a tener el nombre ligado al régimen caído, hacen desaparecer, con una diligencia admirable, las insignias y los nombres considerados comprometedores. En el Hotel del Príncipe de Asturias, Carrera de San Jerónimo, veo una bandera republicana sobre la palabra <<Príncipe>> del letrero de la calle. El establecimiento se ha convertido, de forma instantánea, en Hotel de Asturias. Esto me ayuda a comprender un poco más Madrid. No es solamente una ciudad de la gran aristocracia analuza, de los funcionarios, de los albañiles y peones del sindicato de la construcción, afiliados a la Casa del Pueblo; también es una ciudad de pequeños comerciante, muy vivarachos, como acostumbrada a decir el obtuso señor Metasanz»
El fragmento transcrito me sirve para echar una mirada crítica sobre la coyuntura política vasca. Como ocurrió en el Madrid de 1931 con el Hotel Príncipe de Asturias, también aquí, en Euskadi, una bandera roja adornada con la mano que sujeta la rosa, puede servir para ocultar el fragmento «Naciona» de la voz «Nacionalista» y dar a entender que el portador del rótulo siempre ha sido un ferviente seguidor de Pablo Iglesias.
Al fin y al cabo, las expresiones «Nacionalista» y «Socialista» acaban, las dos, con el sufijo «lista».
Zoritxarrez, soldatatxoarekin nahikoa ez duten ugari ere egon da gure artean. Galdetu beztela Bravo anaiei, Getariako alkate izandakoari…edo Jauregiri berari ere…
Es tan peligroso estar atado a una ideología como carecer de ella. Creo que el PSE sufre, paradogicamente, de los dos males.
Por un lado, abandonó sus postulados originales para convertirse en una izquierda descafeinada, de apariencia progre y fondo arribista, unos auténticos advenedizos de última hora que no hacen otra cosa sino medrar. Lo han conseguido, se han convertido en la izquierda que toda derecha desea: una izquierda que no es tal.
Tienen un discurso tan vacío de contenido que da vergüenza escucharlos. Es mucho más que la figura del pequeño comerciante que se pone al sol que más calienta. Porque el comerciante es pequeño y no le queda más remedio que defender sus propios intereses. Pero el PSE defiende los intereses de la España que venció en el 39, con una fachada que no se la creen ni ellos. Están al servicio de ese españolismo casposo, ignorante, prepotente e invasivo. Que sigue buscando asimilar las periferias españolas para crear el Nación Cultural que España no es…
En fin, sólo comentar la entrevista que le han hecho hoy en ese panfleto -que es el País- a la lindakara. Dándoselas de intelectual y apasionada de la vida… En fin, una vergüenza!
Eñaut, la historia de Camio (ex alcalde de Getaria) es para un película… Y creo que él mismo ha sido una víctima…
Ahora, todos los partidos políticos están en el juego del poder y la pasta, incluido el PNV, claro!
JELen agur
¡Qué gran afirmació aquélla de Pla «lo más parecido a un español de derechas es un español de izquierdas»!
No es justo ni democrático ironizar sobre todo un pueblo como el español en el parlamento, utilizando a un sabio como Pla.
Dificilmente se puede ser un demócrata cuando se defiende un sistema de privilegios y prebendas medievales como los de las diputaciones forales vascas.
Eso de «lo más parecido a un español de derechas es un español de izquierdas» está sacado de contexto. Lo mismo se podría decir con el mismo desprecio que usted utilizó, de un vasco, un castellano, un belga o un ruso.
Un respeto a la ciudadania de este país, porque cada uno somos un mundo, basta de generalizaciones, Afortunadamente la ciudadanía ya no cree este tipo de razonamientos demagógicos.
Perdona, Jator. La frase de Josep Pla no está sacada de contexto. Dice lo que dice. Y dice con razón. Lo más parecido a un español de derechas es un español de izquierdas. En Euskadi de manera especial. Los Pepesoes han formado un Gobierno en el que están de acuerdo en el 99% de lo que hay que hacer. Y los Correos les apoyan en todo. A lo dicho por Josep Pla habría que añadir que lo más parecido a un político español es un periodista español. El socialista español y el popular español son lo que más se parece al Correo español.
JELen agur
Todo lo cual no deja de ser cierto que lo más parecido a un español de derechas es un español de izquierdas.
Pla lo diria en relación a algun momento politico que le toco vivir, pero la realidad supera esta circunstancia con creces. El parecido es mucho mayor del que artificiosamente nos pretender reflejar.
Cada ciudadano es un mundo y cada colectivo ciudadano genera a su vez un microuniverso asociativo, a su vez, un mundo diferente de otro colectivo, etc, etc. Así surgen las identidades, las Naciones, las Patrias, los estados, los estados de estados…
JELen agur
El ciudadano no se cree este tipo de demagogias? Imaginense yo la de las derechas versus izquierdas…
Otzara guztietan daude arraultza ustelduak, Eñaut. Ukaezina da hori. Desberdintasunak ere, badaude, ordea, otzara batzuen eta besteen artean. Batzuetan, arraultza usteldua salatu eta kanpora bota ohi da. Besteetan ordean, arraultza ustelduari gainontzeko guztiak ustelaraztea uzten zaio.
Hombre, Antxon, el poder es un objetivo instrumental de todo partido político. Todos aspiran al poder para poder, desde allí, implementar su programa y moldear la sociedad con arreglo a sus postulados. La pasta es imprescindible para llevar a cabo la más irrelevante actuación política. Todo cuesta dinero. Pero son diferentes los casos de corrupción política -Filesa, que se creó para financiar al PSOE es el ejemplo paradigmático- de los casos individuales de políticos que meten la mano en la caja en beneficio de su pecunio particular.
No estoy de acuerdo, claro, con la observación de Jator. Yo no he ironizado sobre «todo un pueblo». Cometo muchos fallos e incurro en innumerables errores, pero no creo que entre ellos pueda contarse el de la generalización indiscriminada y acrítica. Por lo demás, me extraña mucho que me acuse de generalizar quien a renglón seguido afirma que: «Dificilmente se puede ser un demócrata cuando se defiende un sistema de privilegios y prebendas medievales como los de las diputaciones forales vascas» Cuando habla de prebendas medievales, amigo Jator, ¿se refiere usted a la monarquía? ¿Se refiere a las reivindicaciones españolas sobre Gibraltar que se remontan al Tratado de Utretch?
Tampoco creo, en fin, como apuntar Gurrutxaga y Joseba, que la frase esté sacada de contexto. ¡Qué lo va a estar, hombre de Dios! Josep Pla sabía muy bien lo que decía. Y yo, también, sabía lo que hacía al citarle en el Congreso de los Diputados.
Un saludo a todos
[…] Y es que, al final, no hay nada más parecido a un español de derechas que un español de izquierdas. […]
Efectivamente, gran paradoja la de los que tachan el Concierto Económico vasco como privilegio y callan como «p…» cuando de la Monarquía española se trata, o de los títulos nobiliarios de la aristocracia hispánica