
Fariseos
Llámase fariseos a los miembros de una secta judaica que afectan, en público, austeridad y rigor, pero eluden, siempre que pueden, el cumplimiento de la ley en su contenido y en su espíritu.
En la política vasca de los últimos tiempos, se aprecian actitudes y comportamientos que –salvando las diferencias, claro está- se asemejan notablemente a los que definen a los fariseos: proclaman, públicamente, su adhesión inquebrantable a unas pautas políticas elevadas a la categoría de dogma religioso, mientras procuran, en privado, soslayar su observancia, abrazándose, en cuanto les es posible, a las prácticas contrarias.
En alguna ocasión anterior ya he señalado que el pegamento que ha unido al PSOE y al PP en torno al acuerdo de legislatura -y no de investidura, como pretende Madina- que ambos han firmado en Euskadi, no es político. Es religioso. Se sitúa en el ámbito de la fe. De la fe patriótica. Se trata de un pacto que se explica y justifica sobre una idea de lo nacional que no concibe a España como una comunidad política contingente, cambiante y finita como son todas las realidades sociales creadas por el ser humano, sino como un auténtico dogma religioso. España es, para ellos, como una creación de Dios que ningún ser humano puede cuestionar o relativizar. Es un fruto desarrollado de una decisión divina que precede al hombre y a la mujer concretos, para transcenderlos.
Esta concepción religiosa del hecho nacional español, no es nueva. Hunde sus raíces en la historia y ha conocido múltiples manifestaciones en un país del que se llegó a decir que había sido elegido por Dios para extender por el mundo su salvífica misión.
Pero como todos los credos de cariz religioso, el patriotismo hispánico, que se vive en clave auténticamente religiosa, tiene sus dogmas y sus maneras ortodoxas de aferrarse a los mismos. Y ambos, los dogmas y su afirmación integristaa, se han proyectado últimamente sobre la misión, auténticamente religiosa, que el PSOE y el PP -con la generosa contribución del partido de Rosa Díez- han llevado a cabo en Euskadi mediante el pacto sagrado con el que han arrancado del Gobierno vasco al pecaminoso nacionalismo vasco.
Dicen verdad los socialistas cuando aseguran que, tras las elecciones del 1-M, no tenían otra salida que la de abrazarse al PP para expulsar al PNV de Ajuria Enea. En puridad, la tenían, qué duda cabe. Podían haber rechazado al PP. Pero al elevado coste de ser excomulgados de la comunión patriótica española. Y como la nación es la nación –perdón, quería escribir que la Nación es la Nación- no estaban dispuestos a ser expulsados de la comunidad de creyentes que profesa ardientemente su adhesión a la “indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles”. Como fieles de la iglesia nacional española, estaban moralmente obligados pactar. Su fe patriótica se lo exigía.
Una vez cerrada, entre López y Basagoiti, la sagrada alianza llamada a reestablecer, en Euskadi, los dogmas más elevados y puros de la fe hispana, la ortodoxia del credo patriótico les impone a unos y a otros la obligación de avalar, sin reparos, todas las consecuencias que se derivan de la misma, previniéndose frente a las sutiles tentaciones del demonio nacionalista vasco, siempre acechante y dispuesto a desplegar mil y una triquiñuelas para poner a prueba la firmeza de su adhesión patriótica. Por eso es tan importante que socialistas y populares se mantengan, siempre, tensos y vigilantes frente a las tretas del Satán vasquista. Por eso es tan importante que cada uno de ellos ejerza, sin desmayo, de guardián para evitar que el otro acabe cayendo en los siniestros brazos de los herejes que cometen el gravísimo pecado de no sentir a España como su nación.
Pero la fe patriótica hispana, no sólo exige a sus seguidores defenderse con fiereza de los ataques del enemigo. Obliga, también, a contraatacar sin tregua, exorcizando a todos los cuerpos institucionales -como la Diputación de Araba o el Ayuntamiento de Getxo- con el fin de extraer de ellos hasta las últimas exhalaciones del diablo nacionalista vasco. Este es, en esencia, el cometido para el que se han juramentado los dos principales partidos nacionalistas españoles. Para erradicar al PNV de las instituciones vascas y poner freno a su pernicioso influjo sobre las almas identitarias de los vascos.
Al igual que los fariseos, el PSOE y el PP exaltan públicamente su adhesión a esta fe patriótica y se vigilan mutuamente para que ninguno de ellos se atreva a quebrantar los dogmas de la fe patriótica que tan férreamente les une en el más sublime de los abrazos fraternales que mente humana imaginarse pueda. Ambos se jactan, orgullosos, ante la parroquia española, de ser los principales artífices del pacto que ha expulsado al PNV de las instituciones vascas.
Por una parte, Zapatero repite una y otra vez en los mítines socialistas, que el trofeo logrado -el desalojo del PNV- prueba que su estrategia política de los últimos años fue la correcta y que el PP se equivocaba cuando, en la pasada legislatura, le acusaba de romper España y de venderse a los nacionalistas. Gracias a aquellas políticas que el PP tanto criticó -anotan los socialistas- ha sido posible alcanzar la meta patriótica de desbancar a los nacionalistas del Gobierno vasco.
Pero el PP, cuya contribución ha sido tan necesaria como la del PSOE para que el patriótico propósito culminara con éxito, se molesta -con razón- cuando el PSOE ignora o desprecia su generoso sacrificio y se esfuerza en exhibir su propia hoja de servicios a la Nación, recordando a los socialistas que son ellos los que ponen y quitan lehendakaris y que si López ha conseguido instalarse en Ajuria Enea, no es por el respaldo que obtuvo en las urnas, sino merced al incondicional apoyo que le prestó el PP, cuya coherencia en la defensa de la fe patriótica es tan clara como inquebrantable.
Claro que, a la hora de la verdad, esta afectación que ambos demuestran en la defensa de la ortodoxia patriótica, se diluye como un azucarillo. Porque ni el PSOE ni el PP hacen ascos a la posibilidad de alcanzar acuerdos con el PNV, que les permitan salir airosos de los lances parlamentarios cotidianos. Los socialistas vascos, que han erigido al PP en interlocutor preferente, aseguran una y otra vez que ello no le impedirá ampliar horizontes y buscar, también, acuerdos con el PNV en temas sociales, educativos y hasta lingüísticos. Y el PP, que se regocija de ser el eslabón decisivo que ha permitido a la comunidad de creyentes recolocar los símbolos de la Nación -de la Nación española, se entiende, la única verdadera- en el lugar preferente que los patriotas vascos le habían negado, tampoco renuncia a explorar espacios de acuerdo con el PNV en materias económicas y fiscales.
Todo esto, en el terreno de las intenciones y los propósitos. Porque en la prosaica realidad parlamentaria de todos los días, puedo asegurar que tanto el PSOE como el PP buscan con denuedo el apoyo del PNV a sus iniciativas o, en su caso, la incorporación del PNV a las estrategias orientadas a hacer hacerle perder votaciones a su oponente. Ni los socialistas ni los populares renuncian a explorar la actitud del PNV con el fin de recabar su apoyo a las propias posiciones.
Eso sí, después hay que escuchar los reproches que ellos -el PSOE y el PP- se cruzan entre sí, cuando cualquiera de los dos comprueba que va a perder algo -una Diputación, una alcaldía, un puesto o, sencillamente, una votación parlamentaria- en virtud de un acuerdo expreso o tácito que el otro haya podido cerrar con el PNV. Entonces, sí, se eleva el tono de la crítica y se multiplican las recriminaciones. Entonces sí, se rasgan las vestiduras y se escuchan rechinares de dientes.
En resumen: Para los socialistas y los populares, el PNV no es anatema cuando su actuación les favorece. Pero cuando les perjudica, la presencia de los nacionalistas es aprovechada por los unos y por los otros para denunciar airadamente el sacrílego proceder del oponente y acusarle de abandonar a su suerte a una hermano en la fe patriótica, para unirse en pecaminoso contubernio con el satánico nacionalismo vasco.
Todo el mundo recordará a Rodríguez Ibarra exigiendo al PP, no hace todavía demasiadas semanas, que se comprometiera a neutralizar el impacto parlamentario del PNV, haciendo salir del hemiciclo, cada vez que se produjese una votación previsiblemente contraria a los intereses del Gobierno, tantos diputados como electos jeltzales hubiese en ese momento en la sesión. Lo contrario, venía a observar el ex presidente extremeño, era como hacer el juego a los enemigos inveterados de la fe patriótica española, que es el bien supremo a preservar por ambos.
Esta actitud, que ya denuncié en un post anterior (ver “El PSOE quiere boicotear al PNV”, publicado el ) se ha reproducido, después, en más de una ocasión, en el Congreso de los Diputados y fuera de él. No hace todavía ni dos semanas que el propio López, invitó a Rajoy, desde los jardines de la Moncloa, a no aprovecharse, del cabreo del PNV para hacer oposición en las Cortes Generales. Con sus palabras, el inquilino de Ajuria Enea apelaba a la responsabilidad patriótica del don Mariano, haciéndose eco de las voces ancestrales que, desde lo más profundo de la historia, contribuyen a despertar su compartida fe nacional, recordándoles que, más allá de sus diferencias circunstanciales, todos están llamados a trabajar conjuntamente a mayor gloria de la “patria común e indivisible de todos los españoles”.
Pero en esto, tampoco el PP se queda a la zaga. En cuanto alguien, desde las filas del PSOE, ha relativizado la transcendencia del pacto suscrito con los populares para sugerir un cierto entendimiento con el PNV, el Consejo de Guardianes del PP ha saltado como un resorte, tildando nada menos que de “dramático” el hecho de que, por el plato de lentejas de un respaldo presupuestario, los socialistas sean capaces de comprometer un “cambio” que viene reclamado desde el núcleo mismo de las verdades fundamentales que alimentan la fe patriótica española. Las voces irritadas de los populares han sonado como truenos inquisitoriales, acusando a los socialistas de incurrir en los más graves de los pecados patrióticos.
No me digan que no estamos ante comportamientos de auténtico fariseísmo político.
En público, ambos afectan escrupulosidad y extremo rigor en el cumplimiento de los dogmas patriótico-religiosos que les unen, censurando, severamente, las posibles desviaciones del contrario. Pero en privado, no pierden ocasión para dirigir al PNV guiños de complicidad que entran en abierta contradicción con la ley patriótica que tanta firmeza dicen respetar.
PD: Hoy no haré comentarios sobre la sospechas expresadas por López, en torno a la posibilidad de que la oferta formulada por el PNV en favor de la estabilidad institucional y presupuestaria, pudiera constituir una operación meramente “tacticista”. Díos mío. Lo que hay que oír por tener oídos. Acusando de tacticismo el que gobierna en virtud de un pacto que una y mil veces prometió que nuca iba a celebrar.
JELen agur
Muchos comentarios posibles.
-Continuando el paralelismo bíblico, el pueblo judio, con Moises en el monte Sinai, construyeron un becerr de oro y lo adoraron. Sera, posiblemente el momento de más papanatismo de la historia religiosa del pueblo judio. Aqui pasa parecido, se construye un estado artificialmente y luego se adora y hay que rendir culto. Fetichismo puro. La vida del hombre no vale tanto.
-No hay que despreciar la aportacion a todo el mérito españolista en Euskadi, de la Izquierda Radical antisistema.
-Lo de Rguez Ibarra es copia de lo que paso en Vitoria hace años cuando Imaz propuso que si se queria que no influyese la IA, el grupo parlamentarios favorecido se abstuviera en el mismo número. Curiosamente, fueron el PP y el PSOE los que impidieron que prosperara esta iniciativa. Se ve que son fariseos «ad nauseam».
No puede usted, Mr Erkoreka, tener mas razon…
Ondo pasa eta besarkadak Irlandatik.
zergatik debekatu diezue Pirritx eta Porrotxi Bilbon parte hartzea? 11 urte ditut eta asko nahiko nuke etortzea, eta ez dira gaiztoak
Aupa Josu:
Con tu permiso, aniadiria un apunte mas a tu PD:
«Dios mio, acusando de tacticismo los mismos que decian que la diputacion de Alava no estaba en ese acuerdo y ahora una de las partes dice que era un compromiso de MR Liar. Quien de los dos miente?
Hay artículos que son para comentar: «Chapeau» … y lo demás sobra 🙂
Perdona Josu, que te haya tenido abandonado pero es que el blog de Iñigo se ha puesto muy interesante pero aquí estoy aunque hay comentarios que ni merecen contestación o añadido.
Sigue así y llegarás a lehendakari. Saludos
Como nacionalista tengo que decir que nuestra nación es más grande.