La mentira es una de las fallas que menos se tolera a los políticos. Cuando evalúa a sus clases dirigentes, la sociedad contemporánea tolera los errores admitidos con humildad y sencilllez -máxime si son la consecuencia indeseada de actuaciones bienintencionadas- pero censura con severidad la falsedad consciente y la mentira deliberada. Por eso estoy convencido de que que, antes o después, López acabará pagando el zafio embuste con el que pretendió engañar a los electores vascos cuando aseguró, durante la última campaña electoral, que nunca pactaría con un partido como el PP, abiertamente antinacionalista y antisocialista. Sabía que lo iba a hacer, que iba a acabar cerrando un trato con las huestes de Rajoy, pero no tuvo reparo alguno en negarlo «una y mil veces» hasta la víspera misma de la jornada de reflexión.

López y sus compañeros del grupo de "bailes vascos", ejecutando una danza típica de la zona montañesa de Navarra
Pero hay políticos que, junto a la mentira explícita -que consiste en prometer lo contrario de lo que se sabe que se va a hacer- recurren, también, a una técnica más refinada y sutil para engañar a los ciudadanos. Sin llegar al extremo de mentirles con descaro e insolencia -esto último sólo puede hacerlo impunemente quien cuente con la complicidad servil de los medios de comunicación- se acogen a la refinada práctica de sugerir, con obras y gestos, una actitud o un propósito radicalmente distintos a los que realmente se abrigan. Es decir, dan a entender una cosa, cuando saben a ciencia cierta que harán la contraria. El engaño es igual de grave en este caso, pero digamos que es menos ostensible; se nota menos. Pasa más desapercibido.
En la Euskadi de nuestros días, tampoco faltan, por supuesto, ejemplos elocuentes de esta práctica que, sin embargo, no llegan al gran público porque los administradores de la información -vaya usted a saber por qué arcanos patrióticos- no tienen interés alguno en que lo haga. Y los ciudadanos son engañados, pero nadie les apercibe de ello. La prensa crítica mira hacia otro lado y si alguien denuncia el fraude, es inmediatamente acallado por la asfixiante ortodoxia de la verdad oficial.
Voy a poner dos ejemplos, que tienen que ver con otros tantos campos de actuación sobre los que proyecta su infalible acción benefactora este certero Gobierno que rige los destinos de los vascos con visión clara y mano diestra.
Esta mañana he recibido la llamado de un antiguo amigo que trabaja en la sede central del Gobierno vasco, en Lakua. Me ha referido jocosamente que al atravesar algunos pasillos de la planta baja, se ha visto sorprendido por un hecho novedoso. En ciertos puntos estratégicos del trayecto que conduce desde la entrada principal a su despacho, se habían instalado, con nocturnidad, una serie de banderas españolas, relucientes y bien centradas, flanqueadas por una ikurriña y una enseña europea. La víspera, cuando se retiró a casa, no estaban allí. Seguro que no. Pero aprovechando el horario de verano, que permite a los empleados públicos concluir el horario de trabajo en torno al mediodía, alguien se había dedicado a aprovechar la tarde, para poblar el recinto, apresuradamente, con enseñas rojigualdas.
Al escuchar su comentario me he acordado de otro que un diputado socialista me hizo durante la campaña electoral previa a las elecciones del 1 de marzo. «Es increíble -me confesó quejumbroso-; en los mítines del PSE no sólo no se ven banderas españolas. Es que está rigurosamente prohibido llevarlas. Si te ven blandiendo una, te la quitan de inmediato, con el argumento de que no les conviene, desde el punto de vista electoral, transmitir una imagen demasiado española y patriotera».
El comentario me sorprendió tanto que, a partir de aquel momento, me dediqué a comprobar si se correspondía con la realidad o sólo se trataba de la típica queja acre, del militante descontento o insatisfecho. Seguí con atención las imágenes de los actos electorales socialistas que se emitían por las diferentes cadenas de televisión y, en efecto, constaté que la observación del diputado era correcta. En los mitines socialistas no se veía una bandera española, ni por casualidad. Y por el contrario, tanto en el escenario como en la zona reservada al público, se exhibían, con ostentación, ikurriñas tricolores que los sufridos militantes agitaban con suma diligencia cuando el realizador del acto se lo ordenaba.
Pues ya ven. Durante la campaña electoral, los socialistas vascos sugirieron, mediante imágenes bien pensadas y arteramente calculadas, que la bandera española no formaba parte de su imaginario simbólico habitual -hasta el extremo de que adoptaron la decisión de desterrarla de todos los mitines y actos públicos, provocando la sorpresa, el estupor y hasta la irritación de algunos asistentes- pero una de las primeras cosas visibles que han hecho en cuanto han sentado sus reales en Lakua, consiste en colonizar los lugares comunes con las banderas rojigüaldas que prohibieron en sus mitines para no parecer patrioteros. No me digan que no es un ejemplo depurado de la técnica de hacer lo contrario de lo que se sugiere. Han ocultado la bandera española durante la campaña electoral, para correr a instalarla en los edificios públicos tan pronto como han dispuesto de cinco minutos para ello.
Las visión de las imágenes recién estrenadas en los informativos de EITB, con el amorfo mapa sobre el que se hacen los pronósticos climatológicos, me ha hecho pensar en otro episodio muy parecido de impresiones sugeridas por los socialistas vascos, que se han visto clamorosamente desautorizadas por su actuación posterior.
Hubo un tiempo, de gran impacto electoral, en el que los medios ancilares del PSOE se empeñaron en vendernos la biografía de López como la de una especie de vida ejemplar, sin tacha ni mácula, de esas que de niños estudiábamos en los libros de Historia Sagrada. Uno de los aspectos de su trayectoria vital sobre el que más énfasis ponían las hagiografías al uso, era, sorprendentemente, su afición por las cosas vascas: la música, la cultura y hasta el folklore. Su participación juvenil en un grupo de danzas vascas, era un dato que ningún hagiógrafo pasaba por alto. Es curioso. Los socialistas y sus epígonos intelectuales se han pasado los últimos años acusándonos a los nacionalistas vascos de empobrecer la cultura vasca, reduciéndola al euskera y al entorno etnofolklórico. Su acusación era falsa -y lo sabían- pero insistían en ella con el evidente fin de etiquetarnos como simples jebos, sin perspectiva ni horizontes. Pero ahora que consiguen acceder a Ajuria Enea merced al abrazo del doberman, todo hay que decirlo, se esmeran en destacar hasta la extenuación, los aspectos de la biografía de su gran líder que guardan relación con esos espacios a los que nos acusaban de querer circunscribir el hecho cultural vasco.
Algunos de los publicistas que más esfuerzo han desarrollado en destacar el hecho de que López no es menos «vasco» que los nacionalistas, llega a escribir en un hagiográfico reportaje que ya quisieran para sí Bismark, Churchill o el mismísimo Obama que, siguiendo el «apogeo de la cultura euskaldun» que se experimenta en los años setenta, el nuevo inquilino de Ajuria Enea «se apunta a un grupo de bailes vascos con el que recorre Euskadi». Y con el fin de avalar la veracidad de su testimonio, no sólo asegura que «hay fotografías impagables» que lo atestiguan, sino que reproduce una de ellas en las páginas del diario en el que habitualmente escribe. Es la que adjunto a este post.
Ocurre, sin embargo, que la danza que López y sus compañeros del «grupo de bailes vascos» están ejecutando en la imagen, no es vizcaína. Ni guipuzcoana. Tampoco alavesa. Es una danza originaria de la montaña navarra. De Valcarlos, si no me equivoco. Yo también la he bailado más de una vez con el grupo Alkartasuna de Bermeo.
Supongo que captan la sutileza del mensaje. En el «grupo de bailes vascos» en el que López participó en su juventud, para dar cauce a su compromiso personal con el «apogeo» que «la cultura euskaldun» experimentó en los años setenta, se ejecutaban danzas navarras.
Sin embargo, ahora que López se ha instalado en Ajuria Enea, impone en EITB un mapa del tiempo en el que Navarra, la misma Navarra que él y su grupo de «bailes vascos» consideraban tan vasca como Araba, Bizkaia y Gipuzkoa y cuyos bailes folklóricos aprendió, ejecutó y representó por toda Euskadi en la época del «apogeo de la cultura euskaldun», significa para nosotros lo mismo que Burgos, Cantabria o Logroño. Un territorio vecino. Una zona colindante.
A esto le llamo yo hacer lo contrario de lo que se sugiere. O, dicho en otros términos, mentir a los ciudadanos con artes sibilinas y sutiles.
gabon
lo del mapa del tiempo de telelopez es impagable pero qué falta de imaginación: no hay más que ver el que sale en El Correo (del Español). no se si Harry «el Surio» pagará derechos de autor al grupo Vocento pero no creo que haga falta: los rotos de la cuenta de explotación del buque insignia de la comunicación vasco-española los vamos a pagar los vascos vía desembarco en eitb y si no al tiempo. En el pacto de sangre entre Vocento y el ppsoe hay material suculento para hacer un fantástico dossier a la altura del que hiciste sobre la ministra Garmendia
ánimo y a por ellos: que la sorna te acompañe!
Estaba claro y ha dejado constancia Patxi de que él quería ser presi. Nada más. Es un incompetente y un aprovechado. Los electores se lo recordaremos. A no ser que empiece a hacer trámites para ilegalizar al PNV. Patxi, ¿es esto lo que estás tramando ahora?
Josu, gracias por informarnos. El Correo y el DV ya dejaron de informar hace tiempo.
recomiendo leer la entrevista de harry el surio en el diario el correo vasco-enemigo del pueblo vasco, el hombre afirma que telelópez no estará a merced de la ideologia y que a él no le dice nadie lo que tiene que hacer, bueno se supone que el esta en el puesto porque comulga con la ideologia ppsoe si no seguiría escribiendo columnitas para el grupo vocento, o no echaría a la primera de c ambio a periodistas que llevan 7 años con programas de máxima audiencia en radio euskadi, le recomiendo que no cruce los brazos cuando esta al lado de su jefe lópez, es el gesto de autodefensa cuando tienes a alguien que te incomoda, será verdad que a harry el surio en el fondo le incomoda su jefe?
Qué maravilla. ¿Se puede ser más osado? Su genio es tal que, dándoselas de listo, termina ostentando su ignorancia. Maravilloso. Pero todavía es más sabroso que en su torpeza, termine avalando aquello de lo que reniega, que Navarra forma parte de Euskal Herria. Sublime.
«significa para nosotros lo mismo que Burgos, Cantabria o Logroño. Un territorio vecino. Una zona colindante» (penúltimo párrafo in fine)-
Sr. Erkoreka, debería decir: Burgos (prov., o si no Castilla), Cantabria o Rioja (La Rioja, oficialmente, y no, Logroño).
No tiene demasiada importancia, pero los de su sensibilidad no deberían ser tan amigos de Procusto como lo son, los de la otra laya uniformadora. Eso de Logroño es pre-constitucional, valga el eufemismo.