Hoy hemos tenido un pleno bastante cargado. A los asuntos que formaban parte del orden del día, se han sumado los que no tuvimos tiempo de debatir en la sesión de ayer antes de la hora establecida para su conclusión.
La jornada ha comenzado con las preguntas e interpelaciones que quedaron pendientes la víspera. Después, hemos tratado la convalidación de dos Reales Decretos Leyes. Uno de ellos, incluía diferentes medidas de carácter económico. El segundo, contemplaba las medidas que ha adoptado el Gobierno para sacar a Caja Castilla-La Mancha del agujero en el que se ha metido.
Es curioso. Durante el intenso dabate público que tuvo lugar hace unos meses en Euskadi a propósito de la fusión de las cajas vascas, el PP y el PSOE esgrimieron en todo momento el -falaz- argumento de que se oponían a las fusiones planteadas porque no constituían operaciones estrictamente económicas, transparentes e incontestables, sino lóbregas maniobras políticas, exclusivamente orientadas a reforzar el poder del PNV y apuntalar su control sobre la sociedad. Los antagonistas políticos de la fusión pretendían proyectar, así, la imagen de que el PNV es una especie de cueva oscura animada por turbios intereses político-financieros y que, por el contrario, sólo ellos -socialistas y populares- podían garantizar que la fusión de las cajas se desarrollase con arreglo a un itinerario honesto, noble y estrictamente vinculado a la función económica que estas entidades tienen encomendada.
Pues ya ven. La Caja Castilla La Mancha era una entidad íntegramente controlada por el PSOE. En esa Comunidad Autónoma, como es de sobra conocido, los socialistas gobiernan por mayoría absoluta desde su misma constitución -primero bajo la presidencia de Bono y ahora bajo la de Barrera- y es obvio que no han desaprovechado la hegemonía de la que gozan en el territorio, para colonizar la Caja de Ahorros y convertirla en un sombrío apéndice del Partido, vinculado a operaciones financieras no siempre claras y explicables.
Dicen que cuando un socialista tenía que recomendar a alguien para la obtención un crédito «político», siempre recurría a Caja Castilla La Mancha, que era la entidad de casa; la de confianza. En resumen, todo menos la profesionalidad y el rigor que los socialistas vascos predicaban en relación con las cajas vascas.
Cuando empezaron a aflorar las dificultades, los soluciones se siguieron explorando en el mismo lodazal: ese oscuro espacio situado entre el poder institucional, la política partidaria, la especulación, las amistades, los interese compartidos y los negocios. La fallida operación de fusión con Unicaja -también vinculada a una Comunidad Autónoma gobernada el PSOE, la de Andalucía- estaba pilotada desde instancias socialistas y nunca se concibió como algo distinto a una operación de salvamento diseñada en el ámbito familiar para evitar que los trapos sucios salieran al exterior.
Al final, la acumulación de despropósitos ha sido tal no ha habido más remedio que intervenir la Caja y salir a su rescate con fondos públicos del Banco de España. Y uno piensa: Menos mal que los socialistas vascos, que tantas enseñanzas quisieron darnos en Euskadi durante el debate sobre la fusión de las cajas, no tuvieron ocasión de cometer con la BBK, la Kutxa o la Vital los desmanes que han cometido en Castilla La Mancha. Menos mal que sus plausibles criterios «profesionales» no se impusieron desde el principio a los despreciables criterios «políticos» que, según ellos, ha venido aplicando el PNV en la administración de las entidades financieras vascas. Menos mal.
Después, hemos debatido la enmienda a la totalidad que varios grupos parlamentarios han presentado contra el proyecto de Ley de Organos Consultivos del Estado en el ámbito Agroalimentario. Las enmiendas descansaban, básicamente, en el argumento de que el proyecto vulnera competencias autonómicas.
¿Saben cual fue el resultado de la votación?
Les doy una pista. Al producirse, los nacionalistas catalanes reaccionaron indignados denunciando la existencia de un «pacto a la vasca».
Efectivamente, todos los grupos apoyamos las enmiendas, menos el Socialista y el Popular que no veían en el proyecto vulneración competencial alguna. Una vez más, el panel que refleja las votaciones dibujó la frontera nacional (véase el post titulado «La frontera nacional» publicado en este blog el 22.11.08)
Los pactos suscritos entre el PP y el PSOE con el fin de poner coto a las pretensiones de los nacionalistas, ya han sido bautizados en el Congreso de los Diputados. Se conocen como pactos «a la vasca».
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