Hoy, viernes santo, me he desplazado a Balmaseda para participar -como espectador, obviamente- en la representación anual de la pasión de Cristo que, desde tiempo inmemorial, llevan a cabo ese día los vecinos del municipio encartado. No es la primera vez que asisto. Lo he hecho ya en varias ocasiones -si no me equivoco, la de hoy suma la sexta- y he de reconocer que siempre he salido con una sensación inmejorable.
