Me ha dejado estupefacto el inusitado interés que ha suscitado en algunos medios de comunicación la visita que ayer cursó Patxi López a Mariano Rajoy. Soy consciente de que los medios que resultan favorecidos por las frecuentes y bien pagadas campañas publicitarias del Gobierno vasco están moralmente obligados a ser generosos en el tratamiento informativo de la mano que les da de comer. Pero ni aun así soy capaz de comprender el despliegue de recursos y el espacio que se ha dedicado a un acontecimiento que, mírese por donde se mire, carece de la entidad necesaria como para justificar un titular de primera plana.
Hace unos años, la prensa se hizo eco de una conversación que Hillary Rodham Clinton, secretaria de Estado de los EEUU, mantuvo con un dirigente republicano, al regresar a Washington de una viaje oficial que realizó a China. El político republicano le preguntó, en tono inquisitivo, si había sido lo suficientemente firme y exigente con las autoridades del país asiático al plantearles la necesidad de respetar la democracia y los derechos humanos. Pragmática y sensata, la secretaria de Estado le respondió: ¿cómo se puede ser firme y exigente con el banquero que le presta a uno el dinero que necesita para vivir? La anécdota cruzó los océanos a la velociedad del rayo, e hizo descubrir a muchos una realidad que hace tan sólo dos décadas hubiera resultado inimaginable: el tesoro chino posee casi el 40% del total de la deuda pública norteamericana.