El miercoles regresé de Madrid a primera hora de la tarde. Tenía una cita en el batzoki de Lemoa, cuya organización municipal me había invitado a pronunciar una charla en el marco de los actos que ha programado con motivo la inauguración de la nueva sede.
Cuando llegué al pueblo, diluviaba. El trayecto que lleva de Bilbao a Lemoa, lo había hecho sumergido en una copiosa cortina de agua. Durante las últimas semanas, parece que la climatalogía vasca se ha propuesto desmentir a los científicos que predican la amenaza del cambio climático. Llueve como en los buenos tiempos.
Mientras aparcaba el coche, pude comprobar que afluía a la parroquia un ingente número de personas. El atasco era monumental. Me dijero que iba a celebrarse el funeral por el alma de un fallecido que había sido muy conocido en el pueblo.
Pensé que entre la lluvia y el funeral, iban a arrebatarme el público de la charla.
Sin embargo, no fue así. La sala del batzoki se llenó. Y a la conclusión del funeral, se incorporaron al auditorio nuevos militantes que habían querido cumplir con ambas citas; la religiosa la política. Se nota que no siempre es verdad todo lo que se dice a propósito del declinar que experimenta la vida interna de los partidos políticos. El PNV conserva todavía en su seno organizaciones inquietas y activas, que siguen el acontecer político con la tensión propia de quien aspira a seguir ejerciendo el liderazgo social e institucional. No por casualidad, entre los asistentes estuvieron los tres jeltzales que han ocupado la alcaldía de la localidad desde 1979.
Hablé sobre la situación política, centrándome de manera especial en la perspectiva de las Cortes Generales, que es la que mejor conozco. En la concurrencia, aprecié interés. Me preguntaron sobre Zapatero, su Gobierno y los términos del acuerdo presupuestario que recientemente hemos suscrito.
Al término de mi intervención me tomé un pincho con los componentes de la junta, de cuya mano pude hacer un repaso de la situación política local. Salí satisfecho. En Lemoa, el PNV funciona.
Ya de regreso a casa, escuché en la radio del automóvil la noticia que alguna agencia había difundido, a lo largo de la jornada, en relación con la información sobre el secuestro del Playa de Bakio que el director del CNI había suministrado por la mañana ante la Comisión de Secretos Oficiales. No pude contener la risa. En realidad, nunca puedo hacerlo cuando veo a los medios de comunicación desvelando el contenido -real o pretendido- de la información manejada en el seno de una comisión que se celebra a puerta cerrada y cuyo contenido debería ser secreto. O alguno de los miembros de la comisión quiebra el deber de confidencialidad, o los medios se inventan, en todo o en parte, las noticias que transmiten a la opinión pública, como veraces y contrastadas. En este caso, me temo que había algo de filtración y bastante de creatividad mediática.
En ese momento, me comunicaron por teléfono que, muy avanzada la tarde, a la oficina de Madrid había llegado un fax que me invitaba a participar en el acto de inauguración del buque de salvamento María de Maeztu que la ministra de Fomento iba a llevar a cabo al día siguiente en los muelles de Portugalete. Me sorprendió el retraso con el que llegaba la invitación. No es, ni lógico, ni habitual, cursar una invitación para un acto como aquel con tan escasa antelación.
Al día siguiente, por la mañana, decidí asistir al acto. Hablé con Pedro Azpiazu y a las doce y media nos presentamos en Portugalete. Nos saludaron, con visible simpatía, dos de los ertzainas que controlaban el acceso rodado al muelle. Nos agradecían el acuerdo que hemos cerrado en Madrid para reducirles la edad de jubilación. Siempre produce satisfacción el saberse trabajando por una causa justa. Pero cuando el trabajo surte efecto y los beneficiaros lo agradecen, la satisfacción se intensifica notablemente. Los diputados somos también seres humanos y, por tanto, sensibles a las emociones personales.
Como era de prever, en el muelle había abundancia de cargos socialistas y personal dependiente de la Administración periférica del Estado. Algunos de ellos comenzaron a darse empujones y codazos cuando advirtieron la inmediata presencia de la ministra.
– Tranquilo -comenté a un concejal del PNV-. Aquí, los únicos a los que conoce personalmente la ministra somos Pedro y yo. A estos que se precipitan, los codazos les servirán para salir en algunas fotos al elevado precio de hacer el ridículo, pero Magdalena se detendrá con nosotros, sin que tengamos que salirle al paso.
Así fue. La ministra saludó a diestro y siniestro, con el habitual gesto protocolario de estas ocasiones, pero cuando llegó a nuestra altura, nos prestó una atención especial.
Visitamos el barco y después tuvimos ocasión de departir largamente con personal del puerto de Bilbao -incluido su presidente, José Angel Korres Abasolo- con oficiales del servicio de salvamento marítimo y con invitados de algunas navieras, que también habían asistido al acto.
Entre otras cosas, hablamos de la transferencia, todavía pendiente, de la competencia sobre salvamento marítimo a Euskadi. Por lo demás, no todos veían que la inversión en barcos como el María de Maeztu fuera realmente productiva. Los buques grandes como don Inda, son útiles y necesarios para afrontar situaciones de emergencia como la del Prestige. Pero en un puerto como el de Bilbao, que cuenta con una potentísima flota de remolcadores, la efectividad de este tipo de de naves no debe ser tan clara.
Por la noche, asistí en el atrio del Guggenheim, a la cena inaugural de la jornada anual de Letrados del Tribunal Constitucional, que este año se celebra en Bilbao, bajo el patrocinio de Iberdrola. Fue interesante comprobar que también entre los Letrados pasados y presentes de este tribunal, existen actitudes críticas en relación a su estructura, organización y funcionamiento.
Entre otros, compartí mesa con Leopoldo Barreda, el portavoz del PP en el Parlamento vasco, a quien recordé que fue el primer joven de AP que conocí en mi vida, cuando en 1977 me trasladé de Bermeo a Deusto, a estudiar Derecho. A los jóvenes bilbainos, al menos entonces, no les parecía tan raro que un chico de 17 años militase en el partido fundado por Fraga Iribarne. A mí, que procedía de un entorno en el que el nacionalismo vasco era inmensamente mayoritario, me resultó tremendamente chocante. Después pude comprobar que no era un ave tan rara.
Me pregunto Josu por qué la ministra celebra en Portugalete la botadura de un barco que se ha construído en astilleros de SANTURTZI…Somos los santurtziarras los que sufrimos los ruidos, contaminación visual, ocupación de suelo, etc. de dicho astillero. Y la inauguración al pueblo de al lado. ¿Será que no les gusta que los santurtziarras hayamos elegido mayoritariamente equipo de gobierno municipal nacionalista?. ¿No querían excesivo protagonismo de los concejales y alcalde del PNV?.
Creo, Edu, que no te hará falta que yo te lo confirme para que alcances la convicción de que estás en lo cierto. El ministerio eligió para la inauguración del barco, un municipio cuyo alcalde fuera socialista. No hay más. Así de claro.
¿Qué hace un diputado nazionalista besando a una ministra española? ¿No tiene reparo en contaminarse con españoles?
Querido Curro:
1.- No soy un diputado nazionalista. Soy un diputado nacionalista. Ya le he dicho en alguna ocasión que, aquí, entre nosotros, la sintonía con el nazismo del III Reich procedió del nacionalismo español más exaltado y violento nunca del nacionalismo vasco. Por tanto, no cometa faltas de ortografía en la lengua que tanto adora.
2.- Siempre procuro actuar con educación y respeto. Y eso incluye recibir a las visitas -ilustres y no ilustres- con afecto y dedicación. Me gusta contribuir a que la gente se lleve de Euskadi la mejor imagen.
3.- Si tuviese miedo a contaminarme con españoles, como dice usted, no me pasaría todas las semanas varios días en Madrid, ¿no le parece?