En una entrevista que concedió hace ya más de una década a la revista Talaia, Javier Corcuera, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad del País Vasco, hacía un alegato en toda regla en contra del Concierto Económico y del modo en el que se está aplicando en Euskadi, y concluía su reflexión con un nota digna de ser tenida en cuenta: “Pero esto que estoy diciendo no lo podrá decir nunca ningún partido de aquí. Y creo que seremos pocos los particulares que nos atrevamos a sugerirlo”.
Desconozco lo que Corcuera quería significar exactamente con la expresión “partido de aquí”, pero lo cierto es que el Concierto Económico siempre ha tenido enemigos en tierra vasca. O dicho en otros términos, a las tesis de Corcuera nunca les han faltado aliados entre nosotros. No me refiero a los vascos que han mirado con reticencias al régimen concertado, ni a los que han ido fijando su posición con arreglo a la dirección en la que soplara el viento, sino a los que han defendido abiertamente su eliminación. A lo largo de los años, españolistas recalcitrantes, centralistas ortodoxos, uniformistas convencidos y furibundos antinacionalistas, de origen vasco, nacidos en Euskadi o residentes en ella, se han esmerado en aportar argumentos para denostar una institución, que consideraban un privilegio insolidario, y reclamar con urgencia su supresión.
No es este lugar idóneo para incluir un listado exhaustivo de los enemigos vascos que el Concierto Económico ha tenido a lo largo de su vigencia. Tan sólo voy a citar un par de ejemplos, que considero bastante representativos de lo que ha sido esta línea de pensamiento.
El primero consiste en una conferencia leída por José de Arriandiaga en la Academia de Derecho, el día 25 de noviembre de 1905. La alocución se titula, precisamente, “Los Conciertos Económicos”. Sintéticamente expuesta -según el resumen que el propio autor hizo al término de su intervención- la tesis de Arriandiaga era la siguiente:
“1.- Los conciertos no son restos de los Fueros vascos, Fueros que desaparecieron el 25 de octubre de 1839.
2.- Por consiguiente, no tenemos derecho alguno a gozarlos
3.- No debemos pedirlos y, agregaré ahora, ni tomarlos aunque se nos quisiera dar, no solo por no haber derecho, y ello bastaría, sino, también, por razón de ser limosna, y no otra cosa que limosna, y porque los demás españoles salen perjudicados
Y por fin: que el alabés, el nabarro, el gipuzkoano ó el vizcaíno que pretende conciertos, no ama á España; la aborrece, la detesta, ó cuando menos, le es indiferente la suerte de ella; de todos modos: que es un mal español”
Algún día analizaré con mayor detenimiento el curioso razonamiento del que se sirve Arriandiaga para fundamentar su tesis. Pero no quisiera distraerme ahora del asunto que me ha movido a escribir este post.
El segundo se encuentra en un libro de José Iribarne publicado en Madrid, el año 1933, bajo el pomposo titulo de Las dos oligarquías capitalistas que devoran a España. El Concierto económico de las Vascongadas y la autonomía de Cataluña. En su apasionado prólogo, el autor de la obra, José de Iribarne, se identifica a sí mismo como “vasco de origen por los cuatro costados, con una ejecutoria de nobleza que envidiarán más de cuatro chatarreros enriquecidos, yo amo sentimentalmente a las Provincias Vascongadas con un fervor, una unción familiar y un desinterés de los que no tiene idea la taifa que las explota”. Pero a renglón seguido, reconoce que la obra tiene por objeto “combatir el actual Concierto económico, demandando ante el Poder público no su revisión inmediata […] sino un abrogación total y absoluta”. Propósito éste que, a juicio del autor de la obra, resultaría “tan beneficioso para España como para los infelices vascongados, víctimas de las alimañas nacionalistas y socialistas y de los caimanes del fuerismo”. Ya se ve que el blanco político de sus proyectiles dialécticos era bastante amplio. Incluía, cuando menos, a nacionalistas (vascos) socialistas y fueristas.
Hace algunos años, al intercambiar impresiones con unos patriotas catalanes sobre los diferentes sentimientos de identidad nacional que coexisten en Euskadi y en Catalunya, uno de mis interlocutores citó de un tirón un manojo de vascos que han militado -o militan- en las filas del nacionalismo español y comentó, no sin gracia, que habrá, sin duda, muchos vascos que no se consideran españoles, pero la historia y la expriencia cotidiana demuestran que cuando un vasco se siente español, lo hace, por regla general, con tanto entusiasmo y tanta intensidad, que hasta los españoles del común -castellanos, extremeños o andaluces- lo encuentran excesivo y desaforado. Algo de esto late, sin duda, en el ánimo de los que han sentido la necesidad de romper el anonimato y elevar la voz para reclamar la supresión de un régimen fiscal y financiero que cuenta con la simpatía, el respaldo y la adhesión de una amplísima mayoría de sus conciudadanos.
Pues bien, ha tenido que ser una vasca elegida en la circunscripción de Madrid para ocupar escaño en el Congreso de los diputados, la que, enlazando con esa dilatada cadena argumental que ha unido a lo largo de los años a vascos contrarios al Concierto Económico, la que ha presentado en la cámara baja una serie de iniciativas encaminadas a suprimir “el llamado “blindaje” de las normas fiscales forales para su debate en Pleno”. Me refiero a dos Proposiciones –una de Ley y otra no de Ley- que UPyD ha registrado en el Congreso con el fin de derogar la norma cuya aprobación impulsó el Grupo vasco la pasada legislatura mediante el acuerdo que cerramos con el Gobierno socialista para prestar nuestro apoyo al Presupuesto General del Estado de 2010.
En esencia, el razonamiento sobre el que sustenta su reclamación no difiere en exceso del que se sirvieron Arriandiaga e Iribarne para dar soporte a sus respectivas tesis. Hay, sin embargo, un dato que llama la atención y no puedo dejar de consignar aquí. Aunque ambas iniciativas vienen precedidas por una extensa exposición de motivos que arremete sin contemplaciones contra los dos regímenes financieros y fiscales de raíz foral que se encuentran vigentes en el Estado español -el de la Comunidad Autónoma vasca y el de la Comunidad Foral de Nafarroa- lo cierto es que, a la hora de explicitar la medida correctora que proponen, tan sólo plantean la supresión del “blindaje” vasco. No reclaman, como hubiese exigido la coherencia, la eliminación, por principio, de los dos regímenes financieros forales que rompen la uniformidad fiscal del territorio estatal, no. Se limitan a solicitar la supresión de una norma que tenía por objeto equiparar ambos regímenes en lo tocante a la impugnabilidad de las normas tributarias dictadas al amparo del marco foral. De lo que resulta que, si alguna de las iniciativas prosperase y llegaran a cumplirse íntegramente sus previsiones, el Convenio navarro quedaría intacto, mientras que el Concierto Económico vigente en la Comunidad Autónoma vasca perdería en estabilidad y ganaría en vulnerabilidad.
¿Cómo puede ser -se preguntará- que unas iniciativas concebidas bajo el argumento de promover la igualdad se dediquen a reinstaurar la desigualdad entre los dos regímenes tributarios de carácter foral que coexisten en el Estado español?
Si lo que combaten sus promotores es la existencia de este tipo de regímenes especiales de naturaleza foral, lo lógico hubiese sido solicitar su eliminación. La eliminación de todos los que se encuentran en vigor; de todos los que constituyen una excepción en el uniforme panorama fiscal del Estado. Pero limitarse a reclamar el llamado “blindaje” de uno de esos regímenes -al otro no le hace falta “blindaje” alguno-, denota que el objetivo que realmente se persigue no es atacar la singularidad foral, sino provocar gratuitamente a todos los vascos que hacen votos por el mantenimiento del régimen concertado y poner a prueba al PP, para ver si es capaz de mantener, ahora, desde la mayoría absoluta, la oposición que en su día expresó al “blindaje” del Concierto Económico.
Lo que se proponer no es, pues, la defensa de unos principios, sino una táctica politiquera de escaso recorrido.
Josu, entre los enemigos furibundos del Concierto Económico, se te ha olvidado citar a los arnaldos de la izquierda abertzale, que siempre han despreciado todo lo que se encuentre por debajo de la independencia para convertir Euskadi la Cuba de Europa.
«Muy bueno Josu»
Sr Erkoreka:
No es que el hecho de argumentar contra el concierto económico se haga por odio a los nacionalistas, ni siquiera al nacionalismo vasco en sí mismo. Se trata de que a día de hoy somos el único país que mantiene (y por desgracia defiende) privilegios medievales. Además, se habla de ellos como derechos históricos, pero ojo, no derechos de las personas y los ciudadanos, sino derechos de unos territorios con respecto a otros. Todo esto ocurre en el Estado Español, un estado que creíamos, estaba en el siglo XXI
Y es que, estas características de España, o más bien «cutrerísticas», junto con unas leyes laborales prehistóricas, un código mercantil del siglo XIX, que por aquella época ya venía con retraso, unidas a un pasado histórico, como el nuestro, en el que el absolutismo y el carlismo destacaron por frenar unas reformas(las liberales) que habrían cambiado el rumbo de la nación, eso sí, en nombre de la «tradición», los fueros medievales y otras mas son las que lastran nuestra economia y son gran parte de las causas de la crisis actual.
Para terminar quería destacar un hecho: los terratenientes de los Estados Unidos tambien estaban muy contentos y muy satisfechos con los resultados que obtenían de los privilegios que brindaba la posesión de esclavos. Sin embargo se suprimieron esos derechos. Por la fuerza.
Interesante crónica, Josu, es un error pensar que todos los vascos son favorables al Concierto. Eso si, los vascos españolistas nunca defienden las especificidades de Euskadi. Contra su propia casa.
Adrián, también ciertas comunidades poco favorecidas reciben dinero de otras a las que tu consideras injustamente favorecidas. Y otras familias de este país, porque un día hace ya muy lejano se aprobó una constitución por una parte cada vez más pequeña de la población, desde luego a mi nadie me ha preguntado si quiero o no estar de acuerdo ni con monarquía parlamentarias, ni tampoco con la nobleza de este país, a tus ojos tan injusto, pero que sobrevive gracias a las injusticias de unos territorios con otros.
Los verdaderos enemigos del Concierto Económico son los nacionalistas catalanes. Al principio, lo despreciaron como una antigualla. No quisieron meterlo en su Estatuto. Pero ahora lo quieren con tantas ganas que les da igual si por pedirlo ellos, provocan su eliminación a Euskadi. Ojo con ellos. Pueden hacerle mas daño al Concierto que los nostálgicos del franquismo.
JELen agur
El único privilegio medieval es el de Madrid, que disfruta de la centralidad decretada de las instituciones, ejército de funcionarios, etc, mantenidos con el dinero de todos, mientras las provincias se hunden económicamente.
Esa centralidad por decreto, sin pacto, con desprecio al resto de las comunidades provinciales, denota un absolutismo detestable jacobino de fondo, fuente de abusos financieros que ahora estamos soportando.
Sugeriría que se revisase ese entramado arcaico, centralizado para uso y disfrute de una casta privilegiada, y se descentralice y devuelvan dineros que, en justicia, nunca deberían salir de las provincias donde se recaudan.
Para antigualla medieval, la monarquia, que transmite la jefatura de Estado a traves dw la sangre. Si naces principe, serás rey aunque no hayas leido un libro en tu vida. Pero en España, es pecado hablar contra la Corona. La Concierto Economico es medieval, pero la monarquia es una cosa modernisima de la sociedad del conocimiento.
[…] Josu Erkoreka bere blogean: El Concierto Económico y sus enemigos (vascos) […]
De acuerdo contigo, Joseba. El mayor privilegio de España es la capitalidad de Madrid. Pero Rosa Díez no va a denunciar eso, porque ella ha sido elegida en la Villa y Corte. Y le da igual si su planteamiento es incoherente. Sólo quiere complacer los oídos de los madrileños centralistas, que siempre han vivido del centralismo.
De acuerdo con Baduntzi, en que la monarquia borbónica o cualquier otra es una reliquia del medievo y del antiguo régimen. Pero de lo que se trata no es si algo es mas o menos antiguo, sino de que tanto la monarquía como el tema que nos atiende son reliquias del antiguo régimen que no hemos eliminado como han hecho otras naciones europeas.
Por otro lado, resulta, cuanto menos, cómico que hijos bastardos(ideológicamente hablando) del carlismo estén criticando la monarquía sin ni siquiera distinguir entre monarquías parlamentarias o absolutistas…