Hoy he ojeado un libro de que conservo en la estantería de casa y al que recurro de vez en cuando para hacer alguna consulta. Se trata de una especie de historia del Gobierno vasco, que cubre el periodo 1980-1998. El relato está construido a través del testimonio personal de los consejeros que integraron las diferentes formaciones con las que el gabinete gubernamental contó durante este dilatado lapso temporal.
Entre los miembros del ejecutivo vasco que cuentan su experiencia figura, por supuesto, Rosa Díez, que fue consejera de Comercio y Turismo entre 1991 y 1998. En sus salmodias electoralistas, los socialistas vascos y su entorno mediático acostumbran a acusar al PNV de haber copado el Gobierno vasco durante treinta años. Y completan la acusación, llamándonos, en expresión que quiere ser peyorativa, «el nacionalismo gobernante«. Por ello nos quieren hacer cargar con las culpas de todo lo que está mal en Euskadi, amparándose en el argumento de que el partido de gobierno es el que mayor responsabilidad tiene en la existencia de problemas irresueltos.
Lo que no dicen es que, durante mucho tiempo, ellos han cogobernado con nosotros en sucesivos ejecutivos de coalición. Ni que, durante casi una década, su presencia en los gobiernos de Euskadi, unida al control total que ejercieron sobre el Gobierno central, les permitió controlar, con mucho más rigor que ningún otro partido político, los principales resortes sociales, económicos y políticos de nuestro país.
En este marco, Rosa Díez es un caso singular, pero no especial. Fue consejera del Gobierno vasco durante dos legislaturas, gozando de un notable protagonismo mediático. Y durante su mandato dijo e hizo cosas que ahora critica y demoniza desde la formación en la que milita. El contraste entre lo que ahora postula y lo que entonces predicaba es total. Radical. Absoluto. Pero ahí sigue, abriéndose camino en la selva de la política, con el respalto incondicional de Telemadrid, El Mundo y la Cope.
Los socialistas vascos no quieren ni oir hablar de ella. Pero no pueden negar que es una cuña de su misma madera. Militó en su partido durante años, donde ocupó numerosos puestos de dirección, y no saltó a la política española al margen de ellos, no. Fueron Jauregui, Rojo y Almunia los que, en diferentes fases, la auparon al estrellato del que ahora disfruta. Primero como candidata a la secretaría general en las primarias del PSOE y luego como cabeza de lista en las elecciones europeas. Si ahora le ven como un mostruo, deben asumir que fueron ellos los que le dieron a luz, amamantaron y ayudaron a crecer. Es un producto genuino del socialismo vasco. Una hija legítima del del PSE, que lleva incorporado su código genético.
En el libro al que antes me refería habla como consejera socialista, en vísperas de las elecciones autonómicas de 1998. Y lo que más llama la atención es el hecho de que sus palabras podrían ser suscritas ahora por Patxi López en la loca carrera que parece haber emprendido hacia Ajuria Enea. Acusa al nacionalismo, «a la mayoría dominante en el gobierno en estos 18 años», de haber estado «más preocupado por la hegemonía de su partido que por la vertebración del país«. Lo de siempre. Lo habitual. Y concluye: «Esto hace que algunos avances en la vertebración del país hayan sido escasos. Nosotros vertebraríamos el país, no lo convertiríamos en un país socialista». Como declaración de intenciones está bien, sobre todo si se tiene en cuenta que tres años después, el PSE concurrió a las elecciones en coalición virtual con el PP deseando imponer al país un proyecto mayor-orejista.
Una vez formulada la crítica al PNV, que es obligada en un líder socialista vasco, Rosa Díez precisa en la entrevista lo que ella haría si fuese Lehendakari. «Lo primero que tendría que hacer un gobierno con mayoría socialista es no ser dominante, reconocer la pluralidad del país y construir para todos, para los nacionalistas y para los que no lo son […] Yo creo que si hay que mantener artificialmente la identidad del pueblo, es que el pueblo no la tiene, pero este país tiene una identidad de país abierto, tolerante, plural y esa es la verdad del país«. Ya se ve que el discurso no se renueva. Es el mismo de siempre. Ellos representan la pluralidad y el entendimiento. Los nacionalistas vascos el sectarismo excluyente. El problema es que cuando se les presenta la ocasión de acreditar la verosimilitud de su planteamiento, como tuvieron en Nafarroa el verano pasado, apuestan por el Gobierno más sectario y excluyente que cabe imaginar: El de UPN y Miguel Sanz.
Falsas o verdaderas, verosímiles o no, en Rosa Díez, las posiciones que acabamos de ver han podido evolucionar hasta el españolismo esencialista que ahora defiende, sin salirse del PSOE. Porque hasta ayer mismo, militaba en el PSOE. Dentro del PSOE es, pues, posible y factible esa evolución. ¿Quien puede asegurar que una evolución semejante no pueda darse, según las circunstancias y los compañeros de viaje, en los que hoy siguen diciendo cosas muy parecidas -sectarismo nacionalista versus socialismo abierto, plural y tolerante- de cara a las próximas elecciones autonómicas?
En esto, Rosa Díez es una ayuda. Nos permite verles la patita.
Mire usted en la página web de la Falange Auténtica a quien daban sus apoyos en las últimas elecciones generales. Igual se cae usted de espaldas al verlo, a mí no me sorprende.
El PSE siempre ha querido jugar a ser el centro de la política vasca cuando representan al cinismo. Hablan de más Estatuto y representar a todos mientras se niegan a cumplir el Estatuto de Gernika e ilegalizan partidos. Y ganaron en la C.A.V. en las elecciones generales. ¡Qué mal andamos en Euskadi!