El jesuita Antonio Zavala, que ha desarrollado una ingente labor de recopilación de versos escritos en lengua vasca, publicaba recientemente en prensa una composición escrita por un joven vasco que vivió personalmente los acontecimientos del 2 de mayo en Madrid.
Según la ortodoxia patriótica española, que nos vende la historia de que la Guerra de la Independencia fue una especie de explosión nacional que unió firmentente a todos los españoles en una heroica y generosa batalla contra el tirano extranjero y opresor, un vasco que hubiese participado en los acontecimientos del 2 de mayo lo habría hecho luchado ardientemente contra los ejércitos de Napoleón, en estrecha unión a sus compatriotas. Porque los vascos -se nos dice- siempre han sido españoles y, como tales, han participado decisivamente en todas las gestas patrióticas que han contribuido al engrandecimiento de España.
Pues no. El vasco al que me refiero militaba en las tropas de Napoleón. ¿Cómo puede ser eso?, preguntará más de uno. ¿Era un traidor? ¿Un empecinado que se resistía a los inexorables designios de la historia? ¿Un mal español, acaso?. No. Era, sencillamente, un vasco francés de la provincia de Laburdi, que se alistó «en su inocencia«, junto a otros trescientos vascos, en la guardia personal del general Murat, que había sido investido por el propio emperador con el título de Príncipe. Ya sé que esto rompe a más de uno los esquemas simplistas con los que conciben la historia y las realidades políticas pero, ¿qué le vamos a hacer? A los vascos nos divide una frontera y los que viven a un lado de la misma, son tan vascos como los que residen al otro lado, aunque no pueda decirse de ellos, como les gusta afirmar a algunos cruzado de la causa hispana, que «precisamente porque son vascos, son españoles«.
Cuenta nuestro soldado napoleónico que, cuando el grupo llegó a Madrid y sus miembros se identificaron como navarros, los habitantes de la capital pensaron que iban a ponerse de su parte («Nafartarrak ginela erraiten zaukuteian, haren alde izanen ginela behartzen zirainan«) Los madrileños de la época pensaban que los navarros eran por esencia españoles. Ignoraban que al otro lado de la frontera había también navarros de nacionalidad francesa.
A partir de ahí, el joven bertsolari describe los sucesos del 2 de mayo. El relato discurre a medio camino entre lo dramático y lo cómico. La tropa fue apremiada a responder a la revuelta. Una unidad de 900 hombres abandonó el cuartel para distribuirse en dos plazas con órden de disparar contra todo lo que se moviese. Como los soldados vascos de Napoleón estaban tocados con boinas rojas, los madrileños se burlaban de ellos, porque los asociaban a la fiesta de los toros. Agitaban sus pañuelos y se golpeaban con ellos en el trasero, gritándoles: «¡Tira, tira, carajo!«. Pero los soldados franceses no estaban para bromas y respondieron con firmeza. Los madrileños respondieron a pedradas. Las mujeres, precisa el poeta, arrojaban contra ellos todo tipo de objetos desde las ventanas. Sobre todo jarrones y tejas. Los versos concluyen con un llamamiento irónico a los tejeros franceses, a los que invita a sacar provecho de las posibilidades de mercado que ofrece Madrid, cuyas mujeres habían dejado las cubiertas de sus casas sin apenas teja alguna.
Seguro que Jaime Ignacio del Burgo, que acaba de publicar un libro sobre los vascos y los navarros en la historia de España, no da cuenta en su obra de la experiencia de este joven vasco que vivió personalmente los acontecimientos del 2 de mayo, pero no apoyando la revuelta popular, sino reprimiéndola.
una duda, la batalla de Vitoria que fue parte de una guerra de civil de vascos contra vascos? los portugueses también son vascos? wellington de donde es, al faltarle el etxea no le acabo de ubicar?
creo que es el fleco que me faltaba para acabar de entender la historia. gracias
No sé si Andoni ha leido en su integridad la serie de comentarios que he incorporado al blog en relación con la llamada Guerra de a Independencia, pero me parece que no. Si lo hubiese hecho, habría reparado en que defiendo la tesis de que ese conflicto, constituyó un fenómeno complejo en el que confluyeron componentes diversos: Un enfrentamiento civil, una cruzada contra el liberalismo antirreligioso, una expresión concreta de las conflagraciones internacionales que enfrentaban a las dos grandes potencias del momento, una manifestación de xenofobia antifrancesa, etc. Y defiendo esta tesis frente a los que simplifican el fenómeno vendiéndonoslo como una gesta heroica del pueblo español en favor de su independencia y contra la invasión extranjera. Que en la guerra se enfrentaron vascos contra vascos no hay duda. Afrancesados frente a los partidarios de las cadenas. Pero que Wellington no es Agustina de Aragón, ni el alcalde de Móstoles, tampoco creo que nadie tenga dudas, ¿o si?
Amigo, Erkoreka le recomiendo que vaya al capítulo 5 (especialmente la pg. 184) de un libro demoledor por su claridad y rigor histórico titulado «Adiós, España» de Jesús Laínz.
Estimado Javier, conozco la obra de Jesús Lainz. Mi biblioteca alberga prácticamente todo lo -muchísimo- que durante los últimos años se ha publicado en contra del nacionalismo vasco por parte de mercenarios alentados, auspiciados e incluso financiados con dinero público español. Me pareció, cuando lo adquirí y abordé su primera recensión, que era un trabajo unidimensional, sectario y henchido de tópicos gratuitos y fácilmente objetables. Sobre su rigor histórico habría mucho que hablar. Pero ya que me lo sugiere, abordaré una segunda lectura de la obra. Siempre estoy dispuesto a descubrir alguno nuevo y sugerente.
Sería interesante que alguien con autoridad nos contara lo que pasó con las huestes anglo-hispano-lusas «liberadoras» de San Sebastián al mando del duque inglés citado, de cómo mostraron a los donostiarras (y especialmente a las donostiarras) su honesta hombría y caballerosidad.
Fue un latrocinio.
«Defensa de San Sebastian por las tropas francesas en 1813» de Jacques Belmas. Un libro muy recomendable y facil de leer, pero repleto de datos y documentos un gran interes historico, para saber lo que ocurrió en Donosti. Para todos aquellos que les interese el tema.
Se le nota que su oficio no es el de historiador, sino el de político. Para corregir las carencias de su formación histórica le recomiendo este libro, estudio exhaustivo de reciente aparición, en el que se trata de la lucha de los vascos, junto al resto de españoles contra Napoleón: http://www.libros.universia.es/libro-VASCOS-CONTRA-NAPOLEON-SANCHEZ-ARRESEIGOR-Juan-Jose/9788497390996/271988
Los pocos vascos de ultrapuertos que sirvieron a Napoleón lo hicieron porque el jacobinismo ya estaba muy avanzado. De hecho, ¿que queda de lo vasco allende Pirineos? Sin duda la herencia étnica pero no existe apenas conciencia ni cultura vasca. Esa es la diferencia, que vascos, vascongados y navarros somos vascos, vascongados y navarros durante más de 2000 años en Hispania, mientras que en Francia son una provincia más del jacobinismo.
Disculpe, amigo Iker Gallastegui -¡qué nombre más poco original ha elegido usted para ocultarse, por Dios!- mi oficio no es el de político. Académicamente soy jurista. Y aunque no tengo el placer de conocerle, estoy casi seguro de que he consultado tantos archivos y manejado tantos documentos históricos como usted. O, probablemente, alguno más. Sí, definitivamente alguno más. Comprendo que haya documentos históricos que rompan su esquema monolítico sobre la España eterna, pero, ¿qué se le va a hacer?
Por cierto, le agradecería que me aportase las fuentes históricas que le llevan a usted a sostener que hace dos mil años se distinguía a vascos, vascongados y navarros. Lo de Hispania como entidad política real en tiempos de Jesucristo, me conmueve.
Me parece Vd. uno de los pocos nacionalistas inteligentes, por eso me resulta fascinante la frivolidad que tiene para hacer suposiciones ad personam, empezando por negar mi propia identidad (¿será que su «amigo» Rubalcaba le pasa datos vía sitel de quien escribe en su blog? No se fíe mucho de él, buen hombre…). No tengo ningún problema en mostrar libremente mis pensamientos, ni en firmar con mi nombre, sobre todo porque me quedé a vivir en una ciudad del sur de España (donde la colonia vascongada así como las relaciones comerciales mútuas son importantísimas) donde puedo vivir con más paz y libertad que en mi tierra natal. Seguramente allí me cortaría un poco, pero es que no todos los vascongados somos unos Blas de Lezo. Sobre su especulación cuantitativa sobre quien ha manejado más o menos datos me parece de un absurdo proverbial. En cualquier caso a su disposición está un documentadísimo estudio que simplemente corrobora que vizcaínos, guipúzcoanos, alaveses y navarros (no todos étnica ni culturalmente vascos ni vascongados) estuvimos contra la prepotencia jacobina napoleónica como el resto de pueblos de las Españas sin que de un par de documentos pintorescos como los que Vd. trae a colación se pueda sacar conclusión contraria.
Hace más de 2.000 años el pueblo vasco conquistó y vasconizó a várdulos, caristios y austrigones, pueblos vascongados. Ni el Reino de Navarra ni de Pamplona existían (la única entidad política, real, solo era Hispania) pero creí conveniente hacer referencia a la singularidad navarra para preservarla del absorcionismo.
Iker Gallastegi, por qué no se pasa por «Ultrapuertos» para respondernos Ud. mismo a su pregunta?
Hágalo, le esperamos a que nos confirme la no-vasquidad de «Ultrapuertos» y la vasquidad de aquendepuertos… 🙂
Vamos, confiéselo. Nunca ha estado allí. De hecho, desde Majadahonda, no puede concebir hablar de «l’Outre Bidassoa» como expresión recíproca de «Ultrapuertos», ni pensar en hablar del «País Vasco» (Pays Basque) para referirse a algo que se halla en territorio de un Estado que no se llama en la actualidad Reino de Espana, aunque sea eso lo cotidiano y natural, sino Republique Francaise.
Tan natural es que la propia radio pública francesa Radio Bleu (de Radio France) así lo reconoce con naturalidad y, obviando la existencia de un departamento que es bearnés incluso por capitalidad, tiene su demarcación regional «País Vasco» (sí, suelo escucharla y por eso lo sé):
http://sites.radiofrance.fr/chaines/france-bleu/?tag=basque
Más natural aún que en Outre-Bidassoa, que en «Espana» justamente, donde oficialmente el País Vasco no existe sino parcialmente, en concreto en la zona de Gipúzkoa, pero no en el resto del borde mutuo de «Ultrapuertos» (Laburdi, Baja Navarra y Zuberoa) con el País Vasco d’Outre-Bidassoa, que no es sino la Alta Navarra, una región de «Espana» que oficialmente no es vasca, según la legislación hispana mandata.
Ni puede imaginar una Ikurrina en la balconada del Ayuntamiento de Bayonne, aunque esa sea la realidad, ni que haya más ikurrinas en las calles y plazas de Francia que en las de Espana, ni la labor de SEASKA, coordinadora de Ikastolak, porque en Majadahonda esas cosas no se saben.
Querido Iker. Sigo insistiendo en que ha sido usted muy poco creativo al seleccionar el nombre tras el que oculta su identidad. Son muchos los que, después de haber leido a Jon Juaristi creen conocer todos los vericuetos del nacionalismo vasco pretérito y actual y se acogen, en la red, a nombres como el de Gallastegi, porque creen que eso les da impronta y les permite aparentar que están en posesión de todos los secretos sobre el entorno nacionalista vasco. Poco original, en serio.
Pero hablando de identidades, querido amigo, ¿cuando y dónde he negado yo su identidad? No dispongo de más datos sobre su persona que los que cabe inferir de sus dos breves comentarios. En eso, juega usted con amplísima ventaja, porque yo soy un personaje público que nada oculto ni puedo ocultar. Me dice que no tiene inconveniente para hablar con libertad y firmar con su nombre, pero no lo hace. Porque es obvio que no es usted Iker Gallastegi. Y como nada conozco sobre usted, voy a dar por no leidas las pistas que me da sobre su persona (me refiero al manido relato sobre la libertad y la paz que busca fuera de su tierra natal), porque lo mismo son rigurosamente veraces que íntegramente inventadas. Por no saber no sé ni si usted es el propio Rubalcaba, o alguno de sus colaboradores en los servicios de información. ¡Qué se le va a hacer! Son las cosas de la red.
Es posible que sea absurdo -proverbialmente absurdo, dice- mi comentario sobre el manejo de los documentos históricos. Pero, probablemente, no lo será ni más ni menos que el suyo dando por supuesto que mi profesión es la de político y no la de historiador.
Sobre las cuestiones históricas, observo que es usted muy partidario de proyectar hacia el pasado categorías del presente. La distinción entre pueblo vasco y pueblos vascongados que usted dibuja retrospectivamente con la mirada puesta 2000 años atrás es, como sabrá, más que cuestionable. Y la historia oficial que habla de españoles inquebrantablemente unidos contra el invasor francés, hace aguas por muchas partes, porque el pasado nunca es tan lineal como nos gustaría. En Guipúzcoa, los afrancesados, que eran muchos dentro de la élite provincial, se declararon favorables a la convención. Pero me parece bien que siga usted con su imaginario. Todos los seres humanos necesitamos uno para situarnos en el mundo. No seré yo quien le quite esa ilusión.
Donatien Martinez-Labegerie, he pasado largas y gratísimas estancias en ultrapuertos, tanto por ocio como por trabajo. En mi mocedad me conocía perfectamente las tabernas y tugurios más canallas de la «petit Bayonne» y en agosto si puedo no me pierdo los festejos taurinos de la plaza de Las Arenas, después de pasar por el restaurante «El Asador» (se llama así, en castellano, aunque imagino que lo conocerá de sobra). El puerto de Biarritz me lo conozco tan bien como el de Pasajes, y tengo una relación fraternal con muchos marineros biarrotas. También me he preocupado bastante por la historia de la cultura vasca en ultrapuertos, aprendiendo del gran historiador de Biarritz Roman de Urtasun que el actual sudoeste de Francia fue vasconizado por los vascones del Pirineo navarro con ayuda de sus aliados romanos después de la paz de Augusto, aprovechando y colaborando en la construcción de la calzada Burdeos-Astorga. a vasconización de lo que hoy son las provincias Vascongadas (y no todo el territorio) ocurre curiosamente siglos después, entre los siglos V y VI, vasconizando lo que no era vasco sino cántabro en las antiguas tierras de várdulos, caristios y austrigones. Así que no me venga con cuentos. Por cierto, Majadahonda me queda lejísimos, a más de 700 kilómetros, me da mucha pereza solo en pensar en ir hasta allá, además de que Madrid no me gusta nada, excepto el Museo del Prado. Yo vivo aún más al sur, y muy feliz por cierto.
Pero su postura me desconcierta un poco, ¿quiere afirmar con esos detallitos anecdóticos que ultrapuertos se conserva mejor la cultura vasca que en España? ¿Lo dice en serio? Venga, responda claro, sin rodeos, ¿sí o no? Sea sincero hombre, déjese de chorraditas de radios e ikurriñas en el ayuntamiento (junto a la muy centralista bandera jacobina de la revolución francesa, claro, y allí ni el PNV rechista lo más mínimo) y deje ver su postura.
Señor Erkoreka, el hebreo Juaristi me parece muy aburrido. Un liberal alucionado por la modernidad que no cuenta nada que no sepamos. De hecho en uno de sus primeros libros, Sacra Némesis, agradece algunos matices y aporte de mi correligionario el carlista vizcaíno Carlos Ibáñez Quintana (quizás Vd. recuerde la columna de este del diario Deia). Sin embargo Juaristi nunca tomó buena nota de los mismos y se quedó en lo de siempre. Sobre mi apellido simplemente lo llevo a mucha honra, por mi linaje, pero por ningún prurito determinista en el que incurre el nacionalismo. En Bolivia y Venezuela hay unos cuantos Gallastegui o Gallástegui que no tienen ni el fenotipo, ni el rh ni el color de piel de los vascos. Me importa un pimiento si me apellido está entrocado con Tubal o con Aitor, lo que me importa es la familia conocida, mucha de la cual no tiene apellidos sedicentemente vascos o vascongados, pero de la que me siento muy orgulloso (pese a que habia más de un liberal en ella, precisamente las de más vascongado apellido). Y sobre mi nombre pues mire, tampoco es que me parezca el más bonito del mundo, pero afortunadamente hay por ahí un portero que juega en el Real Madrid y en la selección española que le da bastante universalidad al mismo, y eso particularmente me gusta mucho.
Yendo al meollo de la cuestión (la cuestión desde luego no es mi apellido sino lo que pueda aportar para intentar convencerle de su error) para nada soy partidario de aplicar categorías actuales a circunstancias históricas. Es más, me cuido mucho de ello. Por su formación académica sabrá que este tipo de anacronismos los puso de moda la pandectistica alemana al empezar a hablar de «Estado» romano o «Estado» feudal, siendo el Estado un concepto político histórico, no por la historicidad de la razón cognoscente, sino porque está determinado por un determinado momento histórico, el de la fragmentación de la Cristiandad como consecuencia de la Paz de Westfalia. A partir de ahí la especulación histórica ha abusado de este vicio. Precisamente para evitar esos equívocos hablo de los vasocs como pueblo en el sentido de etnocultural, que es el único sentido estricto que tiene el término. Las construcciones políticas en las que los vascos mayoritariamente se han desarrollado en la historia son los señoríos y reinos hispánicos. Y de allí se ha formado un etnogénesis común con el resto de pueblos hispánicos, además de una comunidad de historia, afectos y sentimientos comunes. Común fue también nuestra lucha contra la prepotencia del corso que conquistó toda Europa, siendo los pueblos de España los que con más mérito lo derrotaron. La anécdota de unos pocos pobres soldados de fortuna franceses de orígenes vascos reprimiendo (con toda la crueldad y saña que plasmó el genio de Goya) la revuelta popular en Madrid es un episodio anecdótico y singular que no puede servir para poner en entredicho toda la monumental obra historiográfica sobre la guerra de la Independencia Nacional. En la que el concurso de los vizcaínos, alaveses, guipuzcoanos y navarros fue esencial y en su inmensa mayoria sincero y patriótico. Como en todas partes no hubo unanimidad, en ninguna contienda la hay. Por poner un ejemplo más o menos reciente tampoco la hubo en Navarra en 1936, donde se registraron resistencias a los requetés en el sur de Navarra (no así en la parte vasca de Navarra, con Lizarza Iribaren organizando pueblos enteros contra la República). Tampoco todos los vascongados estaban con los reyes carlistas (legítimos de España). Habia un llamado «Tercio Vascongado» isabelino que en la guerra de África cantaba esta canción (en euskera guipuzcoano):
Paviaco batallon
Juan de Urbietac,
Preso gelditu zuen
Erregue francesa.
Euscaldunentzat au dá
Oroipen galanta;
Iñorc dudaric badu
Historiac daca.
Legorrez eta ichasoz
Euscaldun gendeac
Daude oraiñ eta len
Gloriaz beteac.
Oquendo ta Churruca
Eta Otalorac
Guerrariac cirala
Badirade pruebac.
Habia muchos afrancesados en Guipúzcoa, aunque seguramente ello no queria decir que quisieran ser franceses, ni mucho menos que fuesen nacionalistas o protonacionalistas. Habia muchos afrancesados, a pesar de ser minoría en toda España, muchos de buena voluntad, convencidos de los mitos de la modernidad y de que una dinastía bonapartista introduciría a España en los nuevos dogmas ilustrados que fueron los grandes paradigmas del XIX. Pero no por ello eran menos españoles. Los afrancesados de entonces eran los liberales de las guerras carlistas (San Sebastián y Bilbao, eran en el XIX más liberales que Madrid). Al igual que la mayoría de los combatientes contra el francés son los posteriores voluntarios de la legitimidad española de Don Carlos, como fue el caso del gran Tomás de Zumalacárregui.
Me alegro por la web, así como por los inteligentes comentarios que le hacen. Felicitaciones a todos, tanto al autor como a los invitados.
Andaba buscando información sobre un libro que ha salido, «Vascos contra Napoleón» y me he encontrado con esta web.
En fin, no quiero terciar en ninguna polémica, tan sólo decir que la verdad, de existir, es una cosa que se construye entre todos.
Un saludo.
Señor Erkoreca: con todos mis respetos, no se puede intentar fisgonear en el apellido del contrario con el solo ánimo de deslegitimizarlo. Entiendo su preocupación por el»rh», pero, comprenda usted también que, para rebatir argumentos tan sólidos como los expuestos por el Sr. Iker Gallastegui, hay que tener algo más que la condición de político (que cualquiera lo es) o licenciado en Derecho: hay que documentarse en historia, y, en ésto, la lección que le ha dado el amigo, ha sido magistral. No se puede tirar uno al ruedo en un espacio abierto sólo con la carga moral de pensar que aquello que digo, lo digo, porque lo digo, con el afán de sostener una idea, aunque esta se sustente sobre pilares con los pies de barro; normalmente, los hechos pueden más que las circunstancias y, difícilmente, se pueden rebatir.
Yo también participo de las ideas de la ilustración, y, en este sentido, bebo de la fuente inagotable de mi paisano (Extremeño), D. Diego Muñoz Torrero, figura extraordinaria, diputado por Extremadura en las Cortes de Cádiz y presidente de las mismas, que el 24 de septiembre de 1810, dejaba boquiabiertos a todos los diputados cuando en su exposición de principios, proclamaba sin rubor, entre otros, la soberanía nacional, la división de poderes, libertad de expresión, imprenta, así como la supresión de la inquisición, que supusieron una revolución en las ideas y en el pensamiento; Muños Torrero, no sólo luchó contra el invasor francés para conseguir la independencia, sino que también lo hizo contra el poder absolutista (por ello fue perseguido hasta la extenuación). Otro ilustre extremeño, D. Juan Meléndez Valdés, catalogado de «afrancesado», se tuvo que exiliar por defender, no al francés, sino las ideas de la revolución, como así hicieron otros muchos. Es decir, aquellos «afrancesados» incluyendo los vascos y navarros, con las particularidades que el caso requiere, y aún sabiendo las connotaciones tan negativas que ello les suponía, lo fueron, no porque en sus mentes estuviesen romper el Estado, sino por querer cambiar el modelo del mismo a través de las ideas propias de la Revolución Francesa.
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Un saludo
Veo que a Iker Gallastegui le salen apasionados apoyos en el blog, que respaldan sus tesis con singular vehemencia y avalan sus consideraciones personales hasta el extremo de acusarme de algo tan absurdo como «fisgar» en el apellido del contrario (sic) «con el solo ánimo de deslegitimizarlo» (sic).
No sé, francamente, si del post inicial se deriva alguna conclusión que pueda ser elevada a la categoría de «tesis». Se limita a dar cuenta -en tono jocoso, eso sí- de un documento que echa por tierra algún tópico de cierta historiografía hispana. Pero entiendo que mis detractores quieran elevarla a la categoria de «tesis», para poder volcar en sus comentarios todas sus sesudas lecturas de la última semana. Empezando por hacer notar lo mucho que a mí me debe interesar el «RH»; algo esencial para Casimiro, de lo que, sin embargo, no recuerdo haber hablado ni en este blog ni fuera de él.
La solidez de las fuentes sobre las que Gallastegui apoya sus incontestables reflexiones se pone al descubierto cuando afirma que Sacra Nemesis es uno de los «primeros libros» de Jon Juaristi. No sé si Juaristi sigue siendo hebreo, tal y como sostiene Gallastegui (me parece extraño que Juaristi mantenga una convicción durante más de tres años, tan repleta está su vida de requiebros ideológicos), de lo que estoy seguro es de que Sacra Nemesis no se sitúa entre sus primeros libros. Cosa distinta es que Gallastegui piense que la producción escrita de Juaristi arrancó con «El bucle melancólico». En ese caso, Sacra Nemesis, se situaría, sin duda, en los albores de su obra. Pero no es el caso, obviamente. Más aún, me atrevería a afirmar que lo mejor de la obra de Juaristi se publicó antes que «El bucle melancólico».
Agradezco a Iker Gallastegui la nutrida información que aporta en relación con su apellido. Pero no era necesario. Yo también lo llevo. Un lejano antepasado mío que se trasladó de Berriz a Bermeo, heredó ese apellido de su abuela, que procedía de Ermua; una zona ya muy cercana al lugar en el que se documenta el origen geográfico del patronómico. Pero no soy Iker, claro. No soy tan joven como para que la notoriedad universal que ha adquirido el portero del Real Madrid, haya inspirado a mis padres a la hora de asignarme nombre propio.
Me resulta francamente interesante el empeño con el que Iker y Casimiro, Casimiro e Iker, tanto monta monta tanto, se afanan en dejar patente, con miles de documentos que aportan a la causa, la misma tesis patriótica sobre la guerra de la Independencia que los maestros franquistas nos enseñaron en las Escuelas Nacionales de Calvo Sotelo. Los afrancesados vascos -dicen- no eran amigos de Francia, sino sinceros valedores de las tesis que defendía Napoleón. Por lo demás, eran españolísimos. Pefecto. Eso sí, los combatientes españoles que luchaban contra el francés no eran defensores de la fe y de la sociedad tradicional, alentados por el clero para luchar contra los que pretendíian negar los designios de Dios en la tierra, sino pura y simplemente patriotas españoles que luchaban contra el invasor. En un caso, sólo pesaban los valores. En el otro, sólo el patriotismo. Una curiosa asimetría, para quienes afirman (y en esto no puedo estar más de acuerdo) que pocas veces en la historia se dan conductas colectivas lineales y sin matices.
Antes de que escribiese este post, inserté en el blog otros dos o tres, no lo recuerdo ya, en los que hablaba, también, de la guerra llamada de la Independencia, haciéndome eco de algunas de las más recientes polémicas que han surgido en torno a su alcance y sentido político. Pero Iker y Casimiro sólo han encontrado este, casi anecdótico, en el que aludo a los versos escritos por el pobre soldado vasco-francés alistado en las tropas napoleónicas. Y Casimiro concluye de ahí que lo que realmente me importa es el RH. ¡Dios mío! ¡Cuanto mal hacen los diarios matutinos que sólo saben represantar a los nacionalistas vascos a través de caricaturas!.
Por cierto, no le recuerdo a Carlos Ibañez Quintana escribiendo en Deia, aunque me extraña mucho que alguien tan joven que ha sido inscrito como Iker en el Registro Civil siguiendo la mota instaurada por el portero de la selección, esté al tanto de lo que DEIA publicaba hace ya unos cuantos lustros. De Carlos Ibañez conozco el libro «Amor a Euskalerria», que adquirí en una librería de viejo hace algún tiempo. es un libro dedicado «a Joaquin, de los selectos que vienen a la CTC». No sé quien es Joaquín, pero no debió tener mucho interés en la obra, cuando dejó que se filtrase en los circuitos de la segunda mano. Yo lo leí y me pareció interesante. Me permítió comprender el Tradicionalismo mucho mejor que las sesudas reflexiones de Victor Pradera.
Un saludo a todos
Me ha parecido entender que el sr. Gallastegui dice que los vascos son espanoles. Sí, definitivamente era eso.
Respecto a quien esté buscaon información sobre el libro ultranacionalista espanol de título «Vascos contra Napoleón», le recomiendo que olvide esa basura.
Desde luego es un insulto a lo sucedido en San Sebastián, donde las tropas de Napoleón, que defendín la ciudad, no fueron precisamente las que incendiaron la ciudad, violaron y mataron a saco, sino las de Wellington, las tropas anglo-hispano-lusas.
Vascos contra quién?
Hay algunos nacionalistas vascos que son tan obtusos que antes de reconocer la verdad histórica de que los vascos han sido lealísimos españoles en la medida que los poderes comunes respetaron sus Fueros y autogobierno prefieren ser cualquier cosa. Aunque esa cualquier cosa sea el pretender echarse en las manos de un Emperador tan sátrapa, déspota y endiabladamente centralista y culturalmente genocida (bretones, normandos, vascos, catalanes, occitanos de Francia, ¿dónde estáis?) como fue el criminal Napoleón.
En San Sebastián y en por lo general en los grandes núcleos urbanos vascos siempre ha habido mucho liberal, además San Sebastián tenia una posición estratégica y allí concurrió mucho afrancesado de todos partes, partidario del Estado único centralista liquidador de las libertades guipuzcoanas y la cultura vasca. También San Sebastián fue liberal durante las guerras carlistas, y aquel liberalismo decimonónico al margen de otras cuestiones era objetivamente pernicioso para las libertades forales. Y es más, durante la Guerra Civil San Sebastián fue el «Sansestabien» de la España Nacionalista española. Así que puntualmente San Sebastián concitó cierto reducto de pronapoleónicos, partidarios del criminal Emperador que iba a acabar con las libertades vascas. Pero ni la mayoría de los donostiarras eran favorables a Napoleón ni todos los que había esos años en San Sebastián eran donostiarras, guipuzcoanos o vascos. El asedio de San Sebastián, con mayoría de guipuzcoanos tomando la ciudad (los Zumalacárregui, los Jáuregui), no fue ni más ni menos cruel que cualquier otro asedio de la época (compárese con los asedios que los carlistas hicieron contra Bilbao). Está más que estudiado y documentado. Por lo menos nos quedó la tamborrada, pero los vascos, conscientes de lo que suponia el bonapartismo, cogieron las armas como en el resto de España y expulsaron a los franchutes. Habia un precedente cercano, el de 1793, cuando la Diputación de Navarra armó a 30.000 hombres en la guerra contra Francia. Francia entonces como con Napoleón era algo más que la más o menos molesta vecina: era la encarnación de la impiedad revolucionaria y los catolicísimos vascos no estaban dispuestos a que en su tierra entrase el funesto liberalismo.