En mi despacho del Congreso de los Diputados conservo una carpeta, bastante abultada, cuya portada registra el siguiente rótulo: «Insultos, amenazas y excentricidades«. En su interior deposito todos los escritos, de entre los muchos que recibo, que pueden incardinarse en alguna de estas tres categorías. O son insultantes, o son amenazantes o plantean alguna cuestión muy original.
Los insultos, como se podrá suponer, no son pocos.
He aquí un ejemplo. Uno de cientos.
(más…)