
Con Jordi Xucla, diputado de CiU e Ismael Mussa, diputado de la RENAMO
Mozambique es uno de los países más pobres del mundo. Ocupa el puesto 172 -de un total de 177 países- en el Índice Mundial de Desarrollo Humano. Y no va a resultarle fácil salir de ese profundo agujero. Carece de diamantes, petróleo y gas, que son los recursos naturales más importantes de los países de la región. Entre algunos ciudadanos corre el rumor de que en la zona norte se han encontrado yacimientos de residuos sólidos, lo que, de ser verdad, contribuiría, sin duda, a mejorar el futuro de los mozambiqueños. Pero es sólo un rumor sin confirmación oficial. Y vaya usted a saber cuanto hay de leyenda y cuanto de verdad en esta extendida especie.
Pero todo esto, son meros ejercicios de abstracción intelectual. Porque, hoy por hoy, el principal -y casi único- recurso del país es la agricultura. Y sin embargo, el cultivo del campo se encuentra aún en una fase arcaica y de mera subsistencia. Desde la carretera se ven extensas plantaciones de maíz y de caña de azúcar. También hay bosques madereros y, por supuesto, árboles frutales. Pero se echa en falta una gestión moderna e industrializada de todo ello. Harían falta grandes inversiones para ampliar la tierra cultiva y mecanizar y modernizar las explotaciones. Y Mozambique no parece en condiciones de poder abordarlas.
Los gobernantes piensan, también, en aprovechar económicamente las ventajas derivadas del emplazamiento físico del país. El turismo es, sin duda, una de ellas. El clima es excelente y la costa, muy extensa, está dotada de playas paradisíacas. La otra es el transporte. Mozambique es la salida natural hacia el mar de todos los países vecinos que carecen de costa. El puerto de la capital, Maputo, compite con los sudafricanos para encauzar las relaciones comerciales marítimas de Johannesburgo. Pero también estas opciones tienen problemas. Las inversiones no acaban de cuajar. Ni las públicas, ni las privadas. Y las condiciones sanitarias del país resultan disuasorias para los turistas. A nadie seduce regresar de las vacaciones con la familia infectada por el parásito de la malaria.
La malaria, por otro, lado, constituye una enorme rémora para el desarrollo económico. Además del inmenso coste económico que supone su prevención y atención sanitaria, la enfermedad mina los recursos humanos del país, reduciendo el rendimiento escolar de niños y jóvenes, multiplicando el absentismo laboral de los trabajadores y hundiendo, en definitiva, la productividad del país.
Es sobre este deprimido transfondo económico, donde se desarrolla la actividad política mozambiqueña.
Los antecedentes inmediatos de la situación política actual, arrancan de los primeros años sesenta. Hasta entonces, Mozambique había sido una colonia portuguesa. Pero en el marco del impulso descolonizador que la ONU imprimió por estas fechas a su política hacia África y Asia, Mozambique se trazó su propio horizonte de liberación nacional, iniciando una guerra contra la Metrópoli. Era la época de los Frentes de Liberación Nacional de inspiración marxista -y amparo soviético, cubano y/o chino, según los casos- nacidos para compartir, con las armas en la mano, la lucha de los pueblos oprimidos contra el imperialismo capitalista. Así nació el FRELIMO (Frente de Liberación de Mozambique). También en Euskadi hubo -todavía hay- gente que bebe de esa fuente ideológica. ETA, sin ir más lejos, acogió por aquellos años el apelativo de “Organización Socialista Revolucionaria para la Liberación Nacional”, que todavía mantiene en todos sus comunicados.
La guerra anticolonial mantuvo su tensión contra el régimen autoritario de Oliveira, que por aquellos años atenazaba Portugal, hasta que, en 1975, la Revolución de los Claveles, propició, desde Lisboa, la retirada de la colonia y la concesión de la independencia a Mozambique. En Mozambique -es normal; cada país construye su propia historia- se asegura que fue su resistencia revolucionaria la que expulsó a los portugueses.
El primer presidente de la República, Moisés Samora Machel -cuya figura es evocada con veneración hasta el extremo de que su rostro aparece dibujado en los billetes de la moneda nacional -el meticai– accedió la máxima magistratura del Estado desde el liderazgo que ostentaba en la guerrilla del FRELIMO. Salvadas las distancias y con alguna diferencia de matiz, su caso es como el de Fidel Castro. Y como Fidel Castro, ejerció, también, el poder, en régimen monopartidista hasta su muerte, en 1986. Diez años sin elecciones, ejerciendo un mando férreo adornado con un imaginario y una simbología netamente marxistas. En lo que Samora difiere del líder cubano es en el hecho de que falleció como consecuencia de un accidente de aviación en el que algunos ven la mano de su sucesor Joaquín Alberto Chissano. Con Castro ocurre al revés. Son muchos los que ven su mano en la muerte, por accidente de aviación, de Camilo Cienfuegos.
Pero poco tiempo después de la declaración de Independencia, el FRELIMO hubo de hacer frente a la oposición de otro movimiento guerrillero -la RENAMO, o Resistencia Nacional de Mozambique- contra el que mantuvo un cruento enfrentamiento civil que duró hasta el año 1992, en que se firmaron los acuerdos de paz. Desde entonces, el régimen goza de cierta estabilidad. Las primeras elecciones abiertas se celebraron en 1994 y la cita con las urnas se ha venido repitiendo regularmente cada cinco años, hasta este año, 2009, en el que, siguiendo el plazo marcado en la Constitución, se convocarán comicios presidenciales y legislativos para la segunda mitad del año.
Interesa hacer notar que, hasta la fecha, siempre ha ganado el FRELIMO. Todos los presidentes de la República han pertenecido a esta formación política. El actual, Armando Emilio Guebuza, elegido en 2004 y posible candidato a la reelección, también milita en este partido. Con la composición del Parlamento ocurro otro tanto. La mayoría siempre pertenece a la FRELIMO. El partido de la oposición, el RENAMO, sólo ocupa, en este momento, 90 de los 250 diputados que integran la cámara.
Y, claro, la pregunta se hace inevitable: ¿Son limpias las elecciones? ¿Puede garantizarse su regularidad y transparencia?
El diputado de la oposición con el que hablamos el miércoles, Ismael Mussa, nos dijo que el régimen funciona razonablemente bien -es decir, sin menguas graves de los derechos fundamentales y las libertades democráticas- pero que ello no es óbice para que en las elecciones se cometan algunas irregularidades. Pero la grave debilidad organizativa que aqueja al RENAMO –Mussa aseguró que se encuentra en un momento muy flojo- le ha impedido, hasta la fecha, denunciar estas irregularidades ante los organismos garantes de la limpieza electoral con las pruebas y los avales que podrían permitirles prosperar. Si a ello se añade el inmenso poder del que goza FRELIMO, que ejerce un fortísimo dominio social y controla, directa o indirectamente, la mayoría de las grandes empresas del país, resulta fácil comprender por qué esta formación resulta, hoy por hoy, electoralmente inexpugnable.
Esta conclusión viene reforzada, además, por el carácter fuertemente presidencialista del régimen, que concentra el poder ejecutivo nacional y provincial en manos de un presidente electo que apenas rinde cuentas ante el Parlamento. El art. 159 de la Constitución sólo le obliga a “informar anualmente a la Asamblea de la República sobre la situación general de la nación”; un informe que se evacua en una sesión solemne en la que el presidente se limita a pronunciar un discurso sin que haya lugar a debate y controversia alguna.
Con un panorama como el descrito, son muchos los que se preguntan si el vigente en Mozambique no es, de hecho, un régimen de partido único, legitimado por una Constitución abierta y unas elecciones periódicas que, a la vista de las circunstancias imperantes, nunca harán posible la alternancia en el poder. El futuro dirá si estas sospechas tienen o no fundamento. En cualquier caso, la precaria situación que atraviesa la RENAMO -incapaz de construir una alternativa sólida y creíble y atravesada por unas diferencias internas que podrían desembocar en un cisma- tampoco nos ayudará demasiado a responder con rigor a esta interrogante.
Por lo demás, el imaginario marxista sigue colonizando el clima político y gran parte del discurso oficial. En la capital, Maputo, las principales avenidas llevan los nombres de las principales figuras de este bloque ideológico: Karl Marx, Vladimir Lenin, Mao Tse Tung, Hu Tsi Min, etc. La bandera del país está presidida por una estrella de cinco puntas y recoge, cruzadas, en clara evocación de la cruz y el martillo, las dos herramientas sobre los que los revolucionarios de la Independencia quisieron construir el futuro del país: Una azada y un fusil.
Sorprende el hecho de que el sistema de partidos políticos –compuesta por dos siglas el FRELIMO y la RENAMO– se corresponda exactamente con la división militar que tuvo lugar durante la guerra civil. Parece mentira que, en más de una década de vida democrática normalizada, no haya sido posible hasta la fecha sacudirse el lastre de la guerra civil y constituir un escenario político definitivamente liberado de la hipoteca guerrillera.
El actual gobierno, según nos dicen, ha acentuado el discurso antiliberal y nacionalista (antiimperialista) que rigió los primeros años de Independencia. Reivindica para Mozambique el pleno control de los recursos del país y el conjunto de las decisiones que afectan a su futuro, deslizando sutiles invectivas contra el mundo desarrollado. Tuvimos ocasión de escuchar personalmente a uno de sus miembros, pronunciando un discurso crítico con la filosofía que rige hoy las relaciones internacionales, que en nada envidiaba a los de Fidel Castro.
En su estructura territorial, Mozambique es un Estado unitario, que sólo la autonomía administrativa de las “autarquías locais”, que es como se llama a las corporaciones locales. Las provincias en las que se divide el país, sólo gozan de un delgado haz de facultades de autogobierno. En este punto, hay que recordar el esfuerzo que el primer presidente de la República hizo por dotar a Mozambique de una única conciencia nacional. Muchos recuerdan todavía aquél discurso en el que negaba sus singularidades étnicas y lingüísticas que concluir afirmando que: “Todos somos mozambiqueños y nuestra lengua es el portugués”.
Y así es. Aunque la constitución pone en valor las diferentes lenguas del país como “patrimonio cultural y educativo y promueve su desarrollo y creciente utilización como lenguas vehiculares de la identidad” mozambiqueña, tan sólo al portugués se le reconoce el estatus de lengua oficial. Y fuera de las capitales y del entorno urbano, el 70% de la población desconoce el portugués. Esto lo pudimos comprobar personalmente. En la zona rural de los alrededores de Manhiça había mujeres y niños para los que el portugués era una lengua ignota.
Un técnico local de la Cruz Vermelha me dijo que en la zona sur, la principal lengua nativa es el Tsonga, que tiene tres variantes: El Shangana, el Xitswa y el Ronga. En los alrededores de Maputo, todos hablan Shangana. Y aunque reaccionan con amabilidad cuando algún blanco les agradece algo en portugués -“Obrigado”- animan sus ojos con un brillo de divertida ironía cuando el agradecimiento se hace en shangana: “Canimambo”
Este es, a grandes pinceladas, el panorama político de un país que busca tenazmente su rumbo entre las tenazas del pasado y las grandes ataduras del presente. Un país fascinante donde un occidental puede comprobar que la European way of life no es, ni la única posible, ni, probablemente, la mejor.
Después de leerte no es muy descabellado pensar que las ansiadas «independencias nacionalistas» la mayoría de las veces tienen para el pueblo llano unos resultados de dudosa bondad. Mozambique no iba a ser una excepción. Después de las luchas más o menos fraticidas suele venir la peor de las entelequias, y más pobreza, y más miseria. Desgraciadamente, es lo que suelen traer los nacionalismos y sus ilusorios cantos de sirena: una escasísima y privilegiada minoría sale beneficiada, siempre a consta de que una inmensa mayoría sale perjudicada. Y lo único positivo de los que inevitablemente se quedan en el camino: el ahorro de la implacable decepción amarga final.
La foto se repite una y otra vez tozudamente. Quizá por eso algunos pensemos que sólo la independencia personal sea la única por la que verdaderamente merezca la pena luchar, quizá sólo la revolución personal sea la única que éticamente se pueda aceptar sin reparos, y la única que nos puede proporcionar más cuotas de libertad sin menoscabar la de los demás.
¿Y porqué no elucubrar sin complejos ridículos que el futuro de los habitantes de Mozambique tal vez sería mucho mas prometedor si fuera más lusitano?
Se puede afirmar esto sin más rubor que lo contrario. La existencia de Dios no tiene menos consistencia, no obstante, afortunadamente, nunca a faltado un osado que la cuestione.
Saludos cordiales.
importante el viaje y la información que nos trasmites Josu, pero a dinos en tres pinceladas un par de acciones que transformen el pais. La situación la conocemos, los contactos que manteneís con los dirigentes, los problemas sociales y sanitarios….. pero ya son muchos años, y muchas muertes y muchos problemas sanitarios y culturales. ¿algo concreto? ya sé que pido un imposible, pero entre todos hemos provocado determinadas situaciones del mundo.
No sé si te das cuenta, Daniel, que cuando generalizas sobre los nocivos efectos de las “independencias nacionalistas” estás incluyendo en el mismo saco a casi todo el mundo. Toda América -cuyos países, desde Canadá hasta Chile fueron alcanzando progresivamente su independencia entre el siglo XVIII y el XX- a la inmensa mayoría de los territorios de Asia y hasta numerosos países europeos. La misma Portugal, por ejemplo, que citas como el posible paraíso del horizonte político de los mozambiqueños, adquirió su independencia ayer mismo, durante al mandato de los Austrias. Y España, no digamos. Los no-nacionalistas españoles rememoran con gran estrépito un conjunto de enfrentamientos bélicos a los que, solemnemente denominar “Guerra de Independencia”.
Respeto tu individualismo a ultranza. No lo comparto -el individuo se desarrolla en su relación con los demás, según nos advierten los psicólogos-, pero lo respeto. Sin embargo, no alcanzo a comprender cual es el modelo político que preconizas desde tu radical rechazo a lo comunitario. ¿Un mundo sin Estados y sin comunidades políticas organizadas en el que los individuos habitan sin más referencia colectiva que el planeta tierra?¿Cómo se gobernaría? ¿Con qué reglas?
Es difícil, Marian, sintetizar lo que habría de hacerse para sacar a Mozambique del atolladero en el que se encuentra. Pienso, con todo, que la lucha contra la malaria debería ser una prioridad esencial. Genera un sufrimiento tremendo y es una inmensa rémora para el desarrollo económico. Sin salir de su círculo infernal, será practicamente imposible que Mozambique coja el vuelo.
Desde luego que un mundo sin estados es una utopía que debería estar en el horizonte. No estoy en contra de lo comunitario –justo lo contrario-, estoy en contra de los que partiendo de una realidad concreta intentan segregarse de ella para fabricar su parcelita comunitaria. Y es que no nos engañemos, podríamos decir que es algo así como querer construirse un bote estupendo para que una parte minoritaria de la tripulación que se siente privilegiada –tal y como indica la lógica insolidaria y egoísta- abandone un barco que considera más o menos cochanbroso.
Desde esta óptica, trabajar por la construcción de Euskadi es algo más bien aberrante, lo que hay que conseguir es la desaparición de España como estado y su integración en Europa como un paso más para quitarnos lastres arcaicos de encima.
En mi opinión, el objetivo principal no debería ser otro que el conseguir la universalización de la igualdad de oportunidades. A mi me gustaría más una «comunidad política organizada» que en sus presupuestos contemplara mucho mas gasto en esperanto y menos en euskera por poner un ejemplo cercano.
Parece ser que la cosa marcha imparablemente hacia un «mundo globalizado», aunque muchos se empeñen en rescatar y alimentar diferencias a trochemoche. Esto traerá consigo en muchas ocasiones cambios en las costumbres y seguramente la desaparición de ciertas tradiciones. Estas pérdidas, siempre que ocurran en libertad -¿porqué no decirlo?- pueden traernos maravillosos aires frescos terapéuticos. Falta nos hacen. En fin, esperemos que esta globalización nos dé alguna que otra alegría y no nos traiga únicamente desgracias.
Saludos cordiales.
Pienso que en lugar de las «independencias nacionalistas» de manera despectiva deberíamos recordar que Mozambique a partir de su independencia sufrió una serie de atques y saboteos a nivel interno y a nivel externo. A nivel interno por parte de las guerrillas del RENAMO apoyadas por el régimen facista de Sudáfrica que se encargaron de destruir vias de comunicación, hospitales, escuelas, etc. A nivel externo los goniernos reaccionarios de Sudáfrica y la antigua Rhodesia impusieron un bloqueo económico que no permitía levantar cabeza. Además debo decir a partir de la independencia de Mozambique los portugueses que allí vivían decidieron regresar a Portugal dejando al país sin mano de obra calificada porque obviamente al gobierno colonial portugués nunca le interesó formar, educar a la población africana por lo cual tengo serias dudas sobre el «futuro prometedor» de los Mozambiqueños bajo la dominacipon portuguesa.
Pensar que el fututo de Mozambique sería más prometedor si fuera más lusitano es una idea absolutamente racista.