El jueves, 22 de enero, visitamos este Centro de Investigación, situado a unos ochenta kilómetros al norte de Maputo. Se trata de una plataforma de excelencia investigadora, orientada a profundizar en el conocimiento científico de la malaria -con todas sus implicaciones sanitarias, biológicas, epidemiológicas y hasta antropológicas- y avanzar, en una empresa colectiva que el Centro comparte con otros establecimientos de investigación, en el descubrimiento de la vacuna que ha de contribuir, decisivamente, a erradicar esta grave dolencia de la faz de la tierra.

Mujeres mozambiqueñas esperando su turno para la consulta del pediatra
Es cierto que, por sí sola, la vacuna no será suficiente para combatir con eficacia la malaria, porque su administración requiere unas condiciones de acceso de los servicios médicos a la población potencialmente afectada que, al día de hoy, no se dan, todavía, en muchos países africanos, que carecen de red sanitaria estable e infraestructuras viarias adecuadas. Pero tampoco cabe duda de que constituirá un gran avance en el empeño. Una vez lograda la vacuna, sólo quedarán por superar los retos de la marginación y la pobreza. Que no es poco, pero parece más factible.
El Centro está dirigido por Pedro Alonso y Clara Menéndez y se encuentra entre los cuatro que fueron galardonados en 2008 con el premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional. Su gestión cotidiana corre a cargo de Eusebio un médico mozambiqueño formado en Catalunya.
De entre los patrocinadores del Centro, que cuenta con todos los plácemes del Ministerio de Salud de Mozambique, destacan la Agencia Española de Cooperación y la fundación Clinic de Barcelona. En su plantilla de trabajadores conviven jóvenes mozambiqueños atraídos por el mundo científico y una pléyade de entusiastas cooperantes de los orígenes más diversos, que ansían poner su formación académica -de carácter biológico, médico y farmacéutico- al servicio de un ideal humanitario. El clima de trabajo es excelente. En sus dependencias y laboratorios se respira un aire limpio y transparente, que aúna el rigor científico con el idealismo solidario. Se trabaja en serio pero, además, se trabaja por una causa justa que reportará grandes beneficios a la humanidad doliente.
El resultado es conmovedor.
El lema del Centro preconiza “combatir la enfermedad promoviendo el desarrollo”. Y es que, en Mozambique, donde la malaria y la pobreza son dos caras de la misma moneda, la salud y el desarrollo se encuentran íntimamente relacionados. La enfermedad, que limita el desarrollo de las potencialidades humanas, y reduce la capacidad de trabajo de los afectados, lastra la productividad del país, cronificando un estado de subdesarrollo que, a su vez, está en el origen de las dolencias que sólo se dan en los países más pobres del mundo. Se trata, como se ve, de un círculo vicioso que sólo es posible superar si alguien -el Centro de Manhiça está en ello- consigue que el país pueda afrontar los retos de la enfermedad, mientras se dota de un germen investigador que le permita avanzar en la cultura del conocimiento, convirtiéndose en el embrión de su desarrollo científico futuro.
Doblegar la enfermedad y poner las bases del desarrollo futuro, no son, pues, objetivos antagónicos, sino complementarios.
En esto, no cabe engañarse. El mundo desarrollado nunca invertirá lo suficiente en la investigación sobre la malaria. No le interesa, porque no la padece y tampoco ve en ello grandes oportunidades de negocio. Son los países afectados los que tienen que tomar la batuta del proceso, mientras se preparan para el futuro, acreditando su capacidad para investigar y avanzar en el horizonte del saber.
Todo esto constituye el quehacer del Centro de Manhiça, que cuenta, con las series estadísticas más fiables que existen en Mozambique para sobre la evolución sanitaria de los habitantes de un amplio territorio del país. Cada familia tiene su propia ficha, en la que se consignan, con el máximo detalle posible, los datos referentes a la salud de cada uno de sus miembros. Tratada estadísticamente, esta basta masa informativa constituye una pieza esencial para el avanzar científicamente en los estudios epidemiológicos. Y hasta ahora, nadie lo había hecho con el rigor con el que lo hace el Centro.
Parece fácil, pero este trabajo requiere movilizar a mucha gente, previamente adiestrada, en zonas de muy difícil tránsito. Algo que no se puede improvisar.
El Centro de Manhiça es un oasis de progreso en un entorno arcaizante. Es un motor eficaz para que Mozambique y los demás países del África austral vayan poniéndose de pie y caminando por sí solos en la senda que elijan. Un proyecto plausible.
Deja una respuesta