La ministra vasca, Cristina Garmendia se estrena exhibiendo una inmensa descortesía parlamentaria
La semana pasada, inserté en este blog un comentario en el que acusaba a la ministra vasca, Cristina Garmendia, de no dar la cara. Le reprochaba, en concreto, el hecho de haberse parapetado tras la ministra de Administraciones Públicas, para no responder personalmente a la interpelación que el Grupo Parlamentario vasco presentó en el Congreso de los Diputados para recabar la posición del Gobierno sobre la transferencia a Euskadi de la competencia sobre investigación científica y técnica.
Nuestro razonamiento era claro y creo que impecable:
1.- El Estatuto de Gernika atribuye a Euskadi competencia en materia de Investigación científica y técnica.
2.- En 1992 y 1995, el Parlamento vasco aprobó, con el voto a favor del PSE, un informe sobre las transferencias pendientes a Euskadi, que incluía la que ha de llevarse a cabo en esta materia.
3.- A finales de 2004, con Zapatero ocupando ya la dignidad de presidente del Gobierno, el PSE aprobó un documento titulado «Más Estatuto» en el que se sostenía la tesis de que el traspaso a Euskadi de los servicios relacionados con la Investigación científica estaba todavía pendiente de realización, y se proponía la materialización de esta transferencia mediante la conclusión de un arreglo financiero a liquidar a través del Cupo.
4.- Cristina Garmendia es la nueva ministra de Ciencia e Innovación y, por tanto, la responsable de política científica del Gobierno de Zapatero.
5.- Cristina Garmendia es, según se nos dice, la cuota del PSE en el Gobierno.
6.- Se supone que la cuota del PSE en el Gobierno, debe procurar dar cumplimiento a los compromisos públicos adquiridos por los socialistas vascos ante los ciudadanos de Euskadi, entre los que se encuentra la transferencia de servicios en materia de Investigación científica y técnica
Conclusión:
Cristina Garmendia debe responder a nuestra interpelación, para aclarar si va a aprovechar o no su paso por el Gobierno, para cumplir los compromisos firmes adquiridos por el PSE en torno a la transferencia a Euskadi de la Investigación científica y técnica, que es una materia que afecta plenamente al ámbito de competencias de su ministerio.
Pues bien, Cristina no respondió. Hizo subir a la tribuna a la ministra de Administraciones Públicas, Elna Salgado, para decirnos con displicencia que el Gobierno de Zapaterio no iba a haber efectiva la transferencia solicitada. Si hubiese sido para responder que sí, no tengo duda alguna de que Garmendia hubiese hablado personalmente desde el estrado y sus servicios de prensa hubieran difundido la buena nueva a los cuatro vientos. Pero había que decir que no. Había que reconocer en el hemiciclo que el Gobierno de Zapatero desautorizaba una vez más a los socialistas vascos, vetando en Madrid lo que ellos prometen en Euskadi. Y claro, prefirió quedarse oculta tras las bambalinas.
Sin embargo, transcurridos tan sólo unos días, la misma Cristina Garmendia que tan vergonzantemente rehuyó el debate que le propusimos en sede parlamentaria, se dispuso a hablar, y a hacerlo, además, con extrema locuacidad. Fue el pasado fin de semana. Pero no en el Parlamento, que es el lugar en el que los gobiernos democráticos rinden cuentas de su gestión, sino en la prensa escrita, donde se descolgó con dos largas entrevistas. El sábado en El País y el domingo en las cabeceras vascas de Vocento: El Correo y el Diario Vasco. De suerte que lo que no quiso responder en la tribuna del Congreso de los Diputados, lo hizo ante los periodistas que accedieron a su despacho, haciendo patente su desprecio por las Cortes.
Desde el punto de vista de la cortesía parlamentaria, el modo de proceder de Cristina Garmendia es sumamente reprobable. Si era competente para pronuciarse sobre la transferencia, ¿por qué eludió responder a la interpelación, cediendo cobardemente el asunto a la ministra de Administraciones Públicas? Y si no era competente hacerlo, ¿por qué hablaba sobre el tema a los medios de comunicación, después de eludir el debate en la cámara baja?
En el Congreso de los Diputados, Cristina Garmendia empieza con mal pie. No eran esas las exquisitas formas democráticas que había prometido Zapatero. No era ese el compromiso público adquirido por el presidente del Gobierno para convertir el Parlamento en el centro de la vida política. No era esa la expectativa que nos habían vendido los socialistas vascos y sus medios afines cuando se empeñaron en exhibir a Cristina Garmendia como la esperanza blanca que el equipo de Patxi López había conseguido «colar» en el Gobierno de Zapatero para demostrar su fortaleza y su capacidad de influir en Madrid a favor de los intereses de Euskadi.
Como sospechábamos -y yo ya lo venía advirtiendo en este blog- todo empieza a tomar aspecto de mercancía averiada. Los socialistas vascos, empiezan a ponerse en evidencia ellos solitos.
Dos entrevistas concedidas por Garmendia a la prensa escrita
De las dos entrevistas que Garmendia concedió a la prensa escrita para su publicación durante el último fin de semana, la más difícil de sortear debió ser, sin duda, la que alumbró El País. No es, ni mucho menos, una entrevista hostil, diseñada por un enemigo feroz, pero todo parece indicar que su autora, Berna González, deseaba someter a Garmendia a una «prueba», formulándole unas preguntas que se supone que habían de ser «comprometidas» para una persona cuyo back ground no le perfilaba, precisamente, como una candidata idónea para recalar en un gobierno intitulado socialista.
Un mes antes -el 4 de mayo- este diario había publicado ya un extenso reportaje sobre la ministra vasca en el que se adelantaba que Cristina Garmendia es una mujer que suscita algunas desconfianzas. «Hay quien recela -afirmaba- de su buena planta, de su casa de lujo en una de las urbanizaciones más exclusivas de Madrid, de su vida confortable, de sus excelentes contactos con el mundo empresarial y con todos los sectores políticos». La autora del reportaje, Lola Galán, no especificaba entre quienes se producía este recelo pero, por el medio en el que se publicaba su trabajo, parece razonable pensar que apuntaba hacia la familia socialista. Por lo demás, ¿quiénes, sino, habían de maliciarse de la elevación al altar ministerial del ejecutivo de Zapatero, de una persona con tanto glamour, y tan sumida en el fasto y la suntuosidad?
La otra entrevista, la publicada en los diarios de Vocento, es seguro que no encerró dificultad alguna para Garmendia. Las preguntas de Alberto Surio son de una complacencia sonrojante: ¿Cómo va a ser la relación de Cristina Garmendia con el PSE, en un momento en el que la aspiración de Patxi López es al de ganar y ser Lehendakari?; ¿Piensa que hay una situación ya madura para el cambio político en Euskadi? Y así, sucesivamente.
Como se ve, todas puestas en punto de penalty y sin portero. Se nota demasiado que están concebidas para trasladar al lector la imagen de que la nueva ministra de Ciencia e Innovación, el fichaje estrella de Zapatero, símbolo de la estética moderna y emblema del éxito y del futuro, apuesta por la alternancia política en Euskadi y hace votos porque Patxi López sea el próximo Lehendakari. Pero no porque los socialistas le hayan rodeado del oropel que rodea al Ministerio, no; apuesta por Patxi López porque -¡agárrense!- así lo impone la lógica de la innovación.
¿Se puede decir una necedad mayor?
Pues Cristina Garmendia lo afirma y sostiene con firmeza. El titular de la entrevista recoge este mensaje con tan poca sutileza, que la manipulación resulta burda incluso para las mentes más planas y acríticas: «La mayor innovación -reza el titular- pasa también por una sana alternancia en Euskadi». Es increíble. O sea que todo el esfuerzo que la sociedad vasca está llevando a cabo a través de sus universidades, sus empresas, sus centros tecnológicos, la agrupación Innobasque y otras iniciativas similares para convertirse en el referente europeo de la innovación, se encuentra irremisiblemente condenado al fracaso si Patxi López no es Lehendakari. Porque la «mayor innovación» -nótese el superlativo, «la mayor»- nada tiene que ver con la universidad, los centros tecnológicos o las empresas tecnológicas, no; pasa por que se produzca una alternancia en el Gobierno vasco. Sin esa alternancia, la innovación no prosperará en el País Vasco, que quedará anclado en el fango pasado. Cristina está tan convencida de ello, que repite en más de una ocasión la idea que vincula el nacionalismo vasco y el actual Gobierno de Euskadi con «el pasado».
Por lo tanto, ya se sabe: En Euskadi, Nulla Salus publica sine Patxi López. Cristina Garmendia dixit.
La ministra, que ya era una gran bióloga, se acredita, al establecer conexiones lógicas tan sagaces, como una científica firmemente comprometida con la metodología interdisciplinar. Ahora, tras su incorporación al gabinete de Zapatero, se empeña en trascender los límites de la biotecnología, para extender sus tentáculos hacia el terreno de las ciencias sociales en general y de la politología en particular, donde se expresa con la rigurosa autoridad del Catedrático. Su última aportación denota unan genialidad sin par y un inmenso talento creativo: «La mayor innovación pasa también por una sana alternancia en Euskadi». Y que nadie ose llevarle la contraria porque, como bien dice un sabio refrán alemán, no hay ministro incompetente. En cuanto el dedo del presidente recae sobre ellos -o ellas, habrá que decir- Dios les da la inteligencia.
Cristina Garmendia, ni se siente socialista, ni es militante del PSOE, ni tiene intención alguna de afiliarse a esta formación política
Las entrevistas del último fin de semana, resultan muy clarificadoras de cara a conocer la biografía política de Cristina Garmendia; un punto, en torno al cual, políticos y profesionales de la comunicación teníamos planteada más de una interrogante.
De entrada, sabemos que Garmendia no es militante del PSOE. «No soy miembro del Partido Socialista», ha asegurado a El País. Lo dice alto, claro y rotundo, antes de que alguien empiece a esbozar sonrisas irónicas por el hecho de que una mujer glamorosa y de vida fastuosa como ella, tan claramente ubicada en la beautiful people, pueda militar en el partido que un día, Alfonso Guerra calificara como el partido de los descamisados.
Sin embargo, una cosa es militar en el PSOE y otra -muy diferente- ser socialista. A nadie se le oculta que hay muchos socialistas extramuros del PSOE y tampoco es un secreto que en el seno de esta formación política, por mucho que se intitule socialista, se encuadran numerosos militantes que ni total ni parcialmente comparten las bases del ideario socialista.
Pero hay más. Garmendia no milita en el PSOE pero, al parecer, ni tan siquiera profesa unos principios ideológicos de inspiración socialista. Porque cuando le preguntan si «se siente socialista», no responde. Bueno…corrijo. Responde, pero no a la concreta pregunta que se le formula, ni con la precisión que cabe esperar de una mujer de tan brillante curriculum. Responde, afirmando que se siente «ministra de un gobierno socialista», y que suscribe «plenamente las tesis que se están promoviendo dentro del grupo socialista».
Lo primero es, sencillamente, una memez. No es que «se sienta», no; Garmendia «es» ministra de un gobierno socialista, que es algo muy diferente. Pero lo que se le preguntaba era si, además de «ser» ministra de un gobierno socialista, algo que es sobradamente conocido, comparte los fundamentos ideológicos que dan nombre al partido político que gobierna. Y aquí, como se ve, Garmendia se evade. Huye sin dar respuesta. No sé si, porque no se siente socialista o porque, sencillamente, carece de ideología alguna, más allá de la que en cada momento exige su propio provecho personal.
Por lo que respecta a la afirmación de que suscribe «plenamente» las tesis que promueve el grupo socialista…en fin. Ya se verá. Tenemos toda una legislatura para comprobar si una mujer como ella, que lleva una «vida confortable» y habita en una «casa de lujo en una de las urbanizaciones más exclusivas de Madrid», según informaba El País, puede llegar a compartir en plenitud los planteamientos ideológicos y estratégicos formulados por un partido socialista que realmente merezca ese nombre.
Eso sí, Garmendia tiene meridianamente claro que no va a dar un solo paso para entrar en el partido socialista. Cuando se le pregunta sobre el particular, responde con nitidez que «No. No forma parte de mis planes». De modo que la ministra Garmendia, ni milita ni militará en el PSOE, aunque seguirá reteniendo la catera ministerial.
En definitiva, que nuestra querida Cristina es lo que en Euskadi se llama una aprobetxategi. Ni se siente socialista, ni milita en el PSOE, ni piensa afiliarse a esta formación política. Sólo «se siente ministra de un gobierno socialista». Profundos sentimientos los suyos. Extraordinaria su capacidad para comprometerse con las causas políticas. Conmovedoras sus convicciones.
Si yo fuese militante del PSOE «sentiría» que lo que tiene es un morro que se lo pisa.
Cristina Garmendia es zapaterista, odonelorzista y últimamente, patxilopezista.
Como hemos visto, Garmendia no se siente socialista, aunque es ministra de un gobierno socialista. Pero eso no quiere decir que sea indiferente a los estímulos de la política y menos aún de la política que hacen los socialistas. Felipe González dijo en una ocasión que, tras la caída del muro de Berlín, el socialismo es, sencillamente, lo que hacen los socialistas. Es una buena red para los trapecistas que se columpian en las alturas en trapecios de color rojo.
Garmendia no se siente socialista, pero se siente atraída por lo que hacen los socialistas. O quizá, más precisamente, por lo que hacen algunos socialistas. Concretamente, por lo que hacen Zapatero, Odón Elorza y, últimamente, también por lo que hace Patxi López. Por tanto, aunque no se siente socialista, puede ser calificada de zapaterista, odonelorzista y patxilopezista.
El 4 de mayo, ya nombrada ministra, anticipaba ante la prensa la intensa pasión que siente por Zapatero. «Estoy muy próxima a su ideología de vida»; afirmaba. No sé qué demontre significa exactamente eso de la «ideología de vida» -si alude a la ideología política en sentido estricto, a la cosmovisión filosófica, al planteamiento personal con el que Zapatero afronta el paso por este valle de lágrimas o a qué- pero pongamos que lo que comparte es la política implementada por el Gobierno de Zapatero durante la legislatura 2004-2008. Algo cierto y tangible -como cabe esperar de una científica- y no esotérico o evanescente. Vale. Supongo que, dentro de esa política, le habrán conmovido de manera especial las demagógicas medidas sociales que se adoptaron en las últimas semanas de la legislatura porque, seguramente, el barrio en el que Garmendia reside en Madrid, estará rebosante de mendigos y gente necesitada que suspira por los 400 euros que Zapatero promete cual si fuera un cacique bananero.
Pero el retablo socialista cuenta para ella con más nichos que el central, en el que sitúa, por supuesto, al presidente del Gobierno español.
El más importante de esos nichos, situado a la diestra del padre, está reservado para Odón Elorza. Garmendia emplaza al alcalde de Donostia entra las «personas emblemáticas» del PSE y asegura haber mantenido con él «muchos debates y conversaciones que me han dado una gran energía». Ya ven que la metáfora del retablo no está tan mal puesta. Su relación con Odon le ha dado «una gran energía». Es algo parecido a lo que los grandes místicos de la edad de oro decían con respecto al efecto que producía en ellos el contacto con Dios: les transmitía «una gran energía». Es una actitud que sorprende en una persona cuya responsabilidad pública le obliga a creer en la Ciencia, pero así son las cosas en la política española actual. Odón transmite a Garmendia «una gran energía».
Lo de que Elorza sea una de las personas «más emblemáticas» del PSE habrá que preguntárselo a los militantes socialistas vascos que, al menos en Bizkaia, no suelen sentir mucha simpatía por un personaje pesonalista y díscolo como él. Pero si Garmendia lo dice, por algo será. A lo mejor para provocar.
En cualquier caso, se entiende que Garmendia dirija el incensario hacia Odón, porque fue él quien le otorgó el tambor de oro de San Sebastián. En esto, he de reconocer que se acredita como una persona agradecida, aunque sus palabras se sitúan en la frontera entre el agradecimiento sincero a quien le ha hecho un favor y el servilismo untuoso de quien profiere alabanzas sin fundamento. Porque no creo que sea muy acertado situar entre los «más emblemáticos» de un partido político a quien hace gala de haber renunciado totalmente a liderar proyectos colectivos en su seno.
Garmendia dice que ha compartido con Odón «coloquios, visiones de futuro para analizar situaciones y barreras que obstaculizan el futuro de Euskadi». ¿Sabrá la ministra vasca que Odón apuesta por trasladar a Lakua la alianza que tiene establecida en el gobierno municipal de Donostia con Aralar y Ezker Batua? ¿Puede ser verdad que, en la cosmovisión de una mujer de la trayectoria de Cristina Garmendia, Aralar y Ezker Batua sean las pértigas que vayan permitir sortear, de verdad, las «barreras que obstaculizan el futuro de Euskadi»? Yo, francamente, creo que en esto, habla por hablar.
A Patxi López, Garmendia admite que apenas le conocía. En el homenaje -perdón, quería poner entrevista- que le hace Alberto Surio, Cristina reconoce ser verdad que «en el pasado no había tenido una relación estrecha con Patxi López». Era de suponer. No creo que Patxi López, al menos hasta la fecha, frecuente las casas de lujo de las urbanizaciones más chic de Madrid. Aunque hubiese sido más correcto afirmar que no tenía relación alguna con él. Ni estrecha, ni ancha.
Pero tras su nombramiento como ministra, las cosas han cambiado en su relación con el máximo responsable de los socialistas vascos. Así lo afirma Garmendia cuando sostiene que «Ahora que he entrado más en detalle político, puedo decirle que estoy muy cercana a las tesis que promulga (sic) el candidato Patxi López, comparto su programa político y creo que realmente la alternancia es necesaria y, en este momento con el programa que propugna, es conveniente. Es sin duda la mejor alternativa para Euskadi».
Cómo se nota que Garmendia ha entrado «más en detalle político». La precisión de su lenguaje político, la contundencia de sus opciones ideológicas y la minuciosidad con la que aporta datos e informaciones sobre lo que ha sido su trayectoria en el terreno del pensamiento político y en su actitud como votante son, ciertamente, extraordinarias. Se hace evidente que ha entrado «más en detalle político». Por eso sabe que no puede desaprovechar la ocasión que le brinda Alberto Surio para vender a Patxi López como «la mejor alternativa para Euskadi». Proceda o no, ese mensaje no puede quedarse en cartera.
El problema es que Garmendia pone tanto empeño en enfatizar el «detalle político», que se pasa. Por ejemplo, cuando habla de «el candidato Patxi López», podía haberse ahorrado el nombre del interesado. Porque hoy y aquí, en Euskadi, el «candidato» por antonomasia, el «único» candidato es Patxi López. No hay más candidato que él. Los demás partidos no tienen candidato: NI el PNV, ni el PP, ni EA, ni Aralar, ni ANV. Y no lo tienen porque, entre otras cosas, no se sabe cuando serán las elecciones. Patxi López es un candidato sin elecciones. Esa sí que es una gran innovación que los socialistas han introducido en la política vasca
Más graciosa es la adhesión que Garmendia expresa al «programa político» de Patxi López. En primer lugar, porque nadie conoce ese programa y da la sensación de que Cristina se abraza a la nada. Y en segundo término porque, lo más parecido a un programa que Patxi López ha hecho público en los últimos tiempos es el Plan Guevara, sobre la mejora y el desarrollo del autogobierno y Cristina, como luego veremos, rechaza explícitamente uno de los principales puntos de ese Plan, que habla, entre otras cosas, de la necesidad de transferir a Euskadi la competencia en materia de Investigación científica y técnica.
A no ser -claro está- que lo que Cristina apoya es la opción por las promesas vacías, las palabras incumplidas, los compromisos olvidados o, directamente, por el engaño abierto, que son, sin duda, algunos de los rasgos que mejor han caracterizado la actuación política de los socialistas en Euskadi y en Madrid. Si eso es lo que admira Garmendia, ha empezado por buen camino.
¿A quien vota Cristina Garmendia?
Ya sabemos que Cristina Garmendia ni es socialista, ni milita en el partido socialista, ni tiene intención de hacerlo. Pero, ¿a quien vota?
En el reportaje del 4 de mayo refería que, de su padre, ya fallecido, «no heredó […] la ideología nacionalista (vasca, se entiende)». Bien. Es legítimo. Nadie está obligado a pensar como lo hacen sus ascendientes. Pero a renglón seguido añadía que esa transmisión ideológica no se había producido, porque «en casa nos enseñaron a pensar por nuestra cuenta».
Supongo que con esta última frase no pretendía decir que los nacionalistas (vascos, claro) no sepamos pensar por nuestra cuenta. Un lector avieso podría extraer esa conclusión, e incluso es posible que fuera esa la intención de la periodista que redactó el reportaje. Pero creo que no es eso lo que quería decir Cristina. Prefiero entender que, al hacer ese comentario, se limitaba, sencillamente, a sugerir que su progenitor no quiso condicionar sus opciones ideológicas y prefirió alentarle a que configurase su pensamiento político con total autonomía; autonomía que ella ejerció rechazando el nacionalismo (vasco, por supuesto) que su padre profesaba, para abrazar otras ideologías más sólidas, consistentes y coherentes con el mundo moderno como, por ejemplo, «la ideología de vida» de Zapatero, de la que asegura encontrarse muy próxima.
La primera vez, Garmendia votó al PNV
Pero el despertar de Garmendia al universo de las ideologías políticas no ha debido ser tan lineal como lo que parece deducirse de ese planteamiento. No heredó el nacionalismo (vasco, no se olvide) de su padre, pero en la entrevista del 9 de junio recordaba que «la primera vez» que votó, lo hizo al PNV. Un poco extraño, ciertamente, porque no es lógico que quien no sea nacionalista (vasco, desde luego) apoye electoralmente al PNV.
Por ello, las preguntas son obligadas: ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué votó al PNV si «no heredó» la ideología nacionalista de su progenitor? ¿Por dar satisfacción a su padre, acaso? ¿Por un mero gesto de lealtad filial? No lo creo. Si realmente, su padre le enseñó a «pensar por su cuenta», cabe suponer que no hubiese permitido que su hija renunciase a tomar sus propias decisiones políticas, para votar con arreglo a un motivo tan endeble como el de complacer a su progenitor. No. Admitir eso, hubiese sido, sencillamente, abdicar, en atención a intereses personales y coyunturales, de las enseñanzas transmitidas a su hija. ¿Por qué entonces? ¿Por qué votó al PNV? ¿Por influjo del entorno? Tampoco esta hipótesis parece muy verosímil. Si su padre le enseñó a «pensar por su cuenta» resulta chocante que en un momento tan importante en la vida de un demócrata como el de la emisión del primero voto, prefiriese «pensar por cuenta ajena» y dejarse influir por sus amigos y conocidos.
Probablemente votó al PNV porque, siguiendo la enseñanza de su padre, «pensó por su cuenta» y llegó a al conclusión de que la del nacionalismo democrático era la mejor opción. Luego no es tan cierto eso de que no heredase el nacionalismo de su padre. No. Esa fue, a todas luces, una respuesta de conveniencia que dio a una periodista de El País, en un momento en el que El País, y ella misma, estaban interesados en dejar sugerida la imagen de que el nacionalismo (vasco, of course) es algo antiguo, vencido, periclitado -algo propio de los padres ya fallecidos- frente a la «ideología de vida» de Zapatero que es aquello por lo que optan las gentes que saben «pensar por su cuenta». Porque, en puridad, nadie hereda una ideología. Y no lo hace porque, sencillamente, las ideologías no son susceptibles de transmisión hereditaria.
Ahora bien, el entorno paterno sí contribuye a crear un universo de valores y principios que enmarca las opciones ideológicas de mucha gente. Y eso es lo que, probablemente, ocurrió con Garmendia, que ahora reconstruye su pasado a la luz de las perspectivas actuales y de las instrucciones de manual que los socialistas vascos le han transmitido para que tenga claro que si ha sido designada ministra, no es para ocuparse de la ciencia y la innovación, sino para que contribuya con su imagen y su palabra a elevar a Patxi López a la alta dignidad de Lehendakari.
Pero lo mejor de todo ocurre cuando nuestra querida Cristina, tras reconocer que «la primera vez» que votó, lo hizo a favor del PNV, precisa: «luego, precisamente por este camino que ha llevado empecé a discrepar sobre sus tesis, y cómo veían y cómo construían el futuro, y es cuando empecé a votar al Partido Socialista».
Curioso. Muy curioso. Garmendia, que nació en 1962, cumplió los 18 años en 1980. Esa es, por tanto, la fecha desde la que puede votar. Y si la primera vez que votó lo hizo depositando en la urna una papeleta del PNV, supongo que esa primera vez sería en las elecciones autonómicas vascas de 1980. O quizá en las generales de 1982. Pero no más tarde porque, yo, al menos, no veo que Cristina, que en Sevilla «no se perdía El Rocío» y que llegó a ser «reina de la comparsa de Bataplán», encaje en la imagen arquetípica del militante antisistema o del contestatario convencido, firmemente partidario de la abstención política.
Pero Cristina sólo reconoce que votó al PNV «la primera vez». Después, cambió el sentido de su voto. Y lo hizo «precisamente por este camino que ha llevado» el PNV. ¿A qué camino se refiere? Todo da a entender que quiere aludir a lo que la Brunete mediática denomina la «deriva soberanista». Pero ella no lo explicita. En una actitud muy científica, tan sólo alude, con una inmensa imprecisión, a «este camino que ha llevado» el partido jeltzale. El problema es que si lo que no le gusta a Garmendia es el camino que el PNV «ha llevado» desde que ella votó por primera vez -es decir, desde 1980 o 1982- lo que no le gusta es el camino que el PNV «ha llevado» durante los años ochenta y noventa; es decir, lo que repudia es el periodo Ardanza, con los gobiernos de coalición y los pactos con Felipe González.
¿Será consciente de las cosas que dice cuando se pone a reproducir sin pasar por el cedazo crítico las consignas que le han dado sus nuevos padrinos, los socialistas vascos?
Tampoco aclara Garmendia qué influencia ha podido ejercer en el sentido de su voto el hecho de que no resida en Euskadi, sino en la capital del reino de España. Porque es evidente que, excepto en el caso de las elecciones europeas, las posibilidades de votar al PNV son más bien escasas para los residentes en Madrid. Y Garmendia, es donostiarra pero reside en las inmediaciones del Manzanares
En efecto, El País nos informó allá por el mes de mayo de que Garmendia reside en «una casa de lujo en una de las urbanizaciones más exclusivas de Madrid». Y la propia Cristina confirmaba indirectamente este hecho, cuando hacía notar a Alberto Surio que, aunque el «lastre del terrorismo» se vive con desánimo «en todo el territorio» -se supone que en todo el territorio español-, se percibe con más intensidad por parte de los que «somos de allí» -se supone que la expresión «de allí» quiere decir «de Euskadi»- añadiendo a renglón seguido: «y me imagino que el desánimo es mucho más potente si vives en Euskadi». Es decir, Garmendia sabe perfectamente cómo se vive el desánimo que provoca el terrorismo por parte de los que son «de allí» -ella es vasca y, por tanto, es «de allí»- pero sólo puede llegar a imaginarse el nivel que puede alcanzar ese desánimo «si vives en Euskadi». Ergo, parece obvio que es «de allí» pero no reside habitualmente «allí».
Pero la cosa no acaba con lo dicho. Garmendia -entraba dentro del guión- tenía que decir y dice que vota al PSOE. Faltaría más. Estaría bueno que, además de no sentirse socialista, ni militar en el partido socialista, ni tener intención alguna de afiliarse al mismo, tampoco votase a esta formación política. Sería demasiado nombrar ministra a alguien así, ¿no? Así es que, como exigía el guión, Cristina asegura en la entrevista que vota al PSOE. Bien, pero, ¿desde cuando? Así se lo formula la entrevistadora de El País que, al parecer, no le ve mucha pinta de votante socialista disciplinada. Su respuesta es de traca: «…digamos que en las últimas elecciones, ya no me acuerdo cuántas, la última y la anterior, sí que he votado al Partido Socialista».
Increíble. Garmendia asegura que «la primera vez» votó al PNV. Bien. Y las últimas veces, «la última y la anterior», aunque no lo recuerda bien -ya se ve qué elevados niveles de intensidad alcanzan sus convicciones políticas- ha votado al Partido Socialista. Vale. Pero, ¿a quien ha votado en las convocatorias a urnas -numerosas, por cierto- que han tenido lugar entre «la primera vez», que votó al PNV, y «la última y la anterior» que ha votado al Partido Socialista? ¿Al PP? ¿A Batasuna? ¿Al Partido Carlista? ¿A la Falange? Misterio. No se sabe. Lo único que queda claro es que Garmendia es una mujer de profundas convicciones ideológicas y arraigados compromisos políticos.
Sobre la transferencia a Euskadi de la Investigación científica y técnica
Lo que Cristina Garmendia no quiso responder en el Congreso, cuando los diputados del PNV le interpelamos sobre la transferencia a Euskadi de los medios vinculados a la competencia sobre Investigación científico, se lo dijo a Alberto Surio en la entrevista publicada por Vocento. El periodista de El Diario Vasco, se la pone como se la ponían a Fernando VII y pregunta: Esta semana ha aflorado un viejo debate sobre la transferencia al País Vasco de la competencia de Investigación ¿Qué piensa de esta polémica?
La contestación de Garmendia es, sencillamente, indignante, para quien haya seguido el asunto con un mínimo de atención:
«Es -afirma la ministra- quedarse anquilosado en una reivindicación que, una vez más, no construye el futuro. Donde hay que hacer el principal análisis es en cual está siendo el esfuerzo que el Estado está realizando en Euskadi en materia de investigación y desarrollo y, sin duda, es uno de los más destacados porque tiene unan base muy importante, que es la de los centros tecnológicos. Se ha hecho un gran esfuerzo desde el punto de vista presupuestario, que está dando sus frutos. Desde los organismos que tenemos competencia en la Administración General del Estado, como es por ejemplo el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, hay toda una planificación para acercar recursos del Estado a Euskadi, algo que haremos a lo largo de esta legislatura. Y los ciudadanos vascos estarán muy contentos y satisfechos de ver los resultados de esta apuesta».
He aquí la demagógica y manipuladora respuesta de la ministra, que no tiene por dónde agarrar. Empecemos por el principio.
1.- Garmendia asegura que solicitar la transferencia de Investigación es «quedarse anquilosado en una reivindicación que no construye futuro». Pero ¿cómo va a ser quedarse anquilosado solicitar el cumplimiento del Estatuto de Gernika, que lleva en vigor casi 30 años?; ¿Cómo va a ser anquilosado formular una reivindicación que fue consensuada en el Parlamento vasco en 1995, con el concurso de todos los partidos, incluido el partido socialista?; ¿Cómo va a ser quedarse anquilosado solicitar que el Partido Socialita sea coherente con sus propios compromisos públicos y, en concreto con el Plan Guevara que Patxi Lopez vendió como la hoja de ruta del socialismo vasco en lo referente al autogobierno de Euskadi? ¿De qué va esta señora? ¿Acaso no construye futuro el hecho de que las instituciones vascas cuenten con herramientas para diseñar su propia política científica? ¿Sólo es progresista lo que en ese terreno hagan las instituciones centrales del Estado?
2.- Garmendia afirma que lo realmente importante en este tema es analizar «el esfuerzo que el Estado está realizando en Euskadi en materia de Investigación y desarrollo», y no que se lleve a cabo la transferencia o no. ¡Increíble! Ahora resulta que, en un Estado descentralizado como el español, que descansa sobre un modelo reglado de distribución de competencias entre las instituciones centrales y las autonómicas, no importa QUIEN hace las cosas; sólo importa QUE SE HAGAN. Propongo a Garmendia para premio novel de las ciencias sociales. Como el Estado -viene a decir la ministra- ya está invirtiendo en Euskadi en proyectos vinculados con la investigación y el desarrollo, la reclamación de la transferencia carece de sentido. Muy bien. O sea que, siguiendo la misma lógica, tampoco tiene sentido alguno que Zapatero -y con él, toda la Brunete mediática- nieguen al Gobierno vasco competencia para convocar consultas populares, porque lo relevante -según la ingeniosa reflexión de Garmendia- es que las cosas se hagan, no quien las haga. ¿O es que la celosa reclamación de las competencias sólo tiene sentido cuando quien las reclama es el Estado? ¿O es que el reparto de competencias es importantísimo cuando se trata de la consulta popular, pero es irrelevante cuando hablamos de la Investigación científica y técnica?
3.- Garmendia destaca «el esfuerzo» que el Estado está desarrollando en Euskadi en materia de Investigación y Desarrollo. Pero habrá que recordarle que ese dinero es de Euskadi. Si la transferencia se hubiese llevado a cabo en los términos en los que la reivindicaba el Plan Guevara -nótese que no estoy hablando de reivindicaciones nacionanlistas, sino de propuestas formuladas por los mismos socialistas- gran parte de los recursos que el Estado utiliza para financiar proyectos de I+D+I en el País Vasco, estarían en manos del Gobierno de Vitoria y no tendrían por qué formar parte de los Presupuestos Generales del Estado. En esto, el descaro de la ministra es colosal. Primero nos roban la competencia, luego nos roban el dinero con el que habría de financiarse el ejercicio de esa competencia y, para remate, se dedican a poner en valor el «esfuerzo» que están haciendo en Euskadi con nuestro dinero. Insisto, el descaro es colosal.
4.- Garmendia pondera lo mucho que el Estado está invirtiendo en Euskadi en materia de Investigación. Lo que no dice es que todas las partidas nominativas que recogen los Presupuestos Generales del Estado para inversiones de I+D+I en Euskadi, todas, insisto, son resultado de las enmiendas que el Grupo Parlamentario vasco presentó durante la tramitación del proyecto en el Congreso, a cambio de su apoyo a las cuentas públicas. Si el PNV no hubiese estado allí, ni una sola de esas partidas nominativas que ahora Garmendia nos pasa por las narices, figuraría en los Presupuestos. Ni una sola. Y que ahora nos restrieguen por la cara el resultado de nuestras enmiendas, es un auténtico sarcasmo.
4.- Sobre lo que el Consejo Superior de Investigaciones Científicas está haciendo en Euskadi, mejor no hablar. El Consejo tiene en Madrid, una inmensa estructura burocrática con varios edificios y miles de funcionarios. En Euskadi, sólo tiene 14 trabajadores. Que Garmendia cite a este organismo debería sonrojarle. Pero ya se ve que no es fácil hacerlo.
Termino. Creo que Garmendia tiene mucho que aprender para navegar con eficacia por los mares de la política. Pero le interesa coger rutas apropiadas para navegantes noveles. No es lo mismo presentar una tesis doctoral, que ejercer de ministra del reino de España. Y me da la sensación de que no ha cogido la ruta correcta. Por donde apunta la proa de su embarcación, la navegación no es fácil, el mar es proceloso y los temporales frecuentes. Hay rutas más serias, honestas, leales y veraces. En serio
Uau! Kaña ederra sartu diozu ministra berriari. Ez dut uste erantzuten ausartuko denik…
Ez omen du aitaren euskal abertzaletasuna heredatu. Horrelako asko daude. Landaburutarrak adibidez. Gorka ezin izango dugu kritikatu, horren faktura ordaindu erazi dute eta. Baina aren anaia Eneko? Bruselasen jarraitzen du? Hura ere eztakit benetazko sozialista izango dan…baina teknokrata fina seguru baietz! Bueno, ta Jon Juaristi zer esanik ez. Jadanik ez dakigu zer den, baina uste dut español abertzale moduan definitzen duela bere burua…sinzeritatea onartu behar behintzat. Ez du bat ere disimulatzen, PSEko askoren aldera.
Beraz ZPk agintzen du PSEn. Eztakit zergatik, sinistu nahi nuen naparrei erabakiak beraiek hartuko zituztela esan zienean, benetan zioela. Edo katalanei beraiek adostutako estatutu berria onartuko zuela esan zienean, benetan esaten zuela, baina gero, PSOEko norbaitzuk ez zietela bere hitza betetzen usten. Beraz PSOEren buro politikoko azeria bera da? Berak jotzen du PSEkoek dantzatzen duten doinua?
Baina bestalde, kalean diote, PatxiLopezLehendakarik hauteskundeak irabazten ez baditu ere, Eusko Jaurlaritzan sartuko dela. Aurretik kondenatuak gaude beraz?
Azkenfinean hori da aukera onena, haustura sozial eta ekonomikorik gertatu ez dadin…askoren lasaitasunerako…
Zorionak porque hace tiempo que no me reía tanto como lo he hecho con la disección salvaje (aunque con ironía fina) que haces de la nueva ministra. Cuando leí el publireportaje que le hacía el periódico «más profesional» del Norte recordé la larga tradición del lacayo que agrada a su señor pero lo preocupante es el desparpajo con el que contesta ella sin decir nada. Si Porcelanosa busca una nueva imagen tiene una oportunidad fantástica: vuelve la beautiful people pero ahora grita patxi!!!!
Yo creo que, en realidad, Cristina Garmendia, como decía la canción, ni es de aquí, ni es de allí. Sólo es de sí misma y sólo busca su engrandecimiento personal. ¿Cuándo descubrirá que los socialistas sólo la querían para instrumentalizarla a favor de sus objetivos electorales y contra el Partido de su padre? Confieso que cuando leí las entrevistas del fin de semana, me rebelé contra el personaje y su estilo ramplón.
Ibon, egunen batean hitz egingo dugu gurasoen -eta beraien luzaroko- abertzaletasuna 30 denario zikinen truke saldu dutenei buruz. Bestetik, ez naiz igerlea baina, nik neuk ez dut Patxi Lopez Jaurlaritzan ikusten. Ez, noski, Lehendakari gisa; ezta beste kargu batean ere. Gaur, El Correok elkarrizketa luzea argitaratzen du berarekin. Ikaragarria! Ez dauka egitasmorik ahulena ere gure herriarentzat!
Releyendo tu blog , me viene a la memoria una conversación con una persona que ha tratado con la ministra (antes de serlo , obviamente). Me comentaba que su nombramiento le causó extrañeza , ya que siempre se le habia supuesto afinidad hacia el PP y hacia el Opus.
De todas formas esta misma persona me comentaba que era más que probable que después de abandonar su cargo ministerial , la financiación de los proyectos que fueron aparcados/denegados en ciertas empresas serán gustosamente atendidos.
Mi opinión personal: La señora ministra sabe muy bien lo que va a sacar en claro de su paso por la política. No creo que sea engrandecimiento personal , yo apuntaría simple y llanamente al engrandecimiento material.
Me alegra, Agnus, que un texto que escribí hace nueve meses, mantenga todavía actualidad e interés. Estoy convencido de que tienes razón. Garmendia aspira, ante todo y sobre todo, a engrandecer sus intereses económicos. Y cree que su paso por el ministerio le puede servir para eso. Por eso le estamos marcando en corto. Queremos saber a quien ha vendido las participaciones en empresas que la ley le obliga a vender y en qué condiciones. Sospechamos que se las ha vendido a un amigo a un precio simbólico y bajo la condición de devolvérselas cuando ella cese como ministra. Hasta la fecha el Gobierno se está resistiendo a darnos esta información en la que está la clave del asunto. Pero seguiremos en la brecha. Un cordial saludo
Kaixo Josu,
¿Crees que es todo que comentan puede ser cierto?
http://eleccionesvascas2009.blogspot.com/2009/03/cristina-garmendia-suena-como-consejera.html
Vamos cuesta abajo y sin frenos …
Kaixo Josu,
¿Crees que es todo que comentan puede ser cierto?
http://eleccionesvascas2009.blogspot.com/2009/03/cristina-garmendia-suena-como-consejera.html
Vamos cuesta abajo y sin frenos …
Es posible que le estén presionando, porque me consta que los socialistas vascos se están encontrando con muchísimas dificultades para atraer a su Gobierno a gente cualificada e independiente. Patxi López dijo que iba a formar Gobierno con «los mejores», pero me temo que su gabinete no será el BarÇa de la política; hecho con los mejores fichajes.
Eso sí, si le traen a Euskadi le harán una inmensa faena. Ella accedió gustosa a ser ministra, no consejera de un Gobierno precario. Lo que le seducía era el oropel que acompaña a los altos cargos de la Administración General del Estado que es, lo puedo asegurar, punto y aparte. Se resistirá todo lo que pueda ser consejera vasca. Y he oído que en su negativa, ha propuesto en su lugar a Juan Hernani, un bilbaino que trabaja con ella en el proyecto de Fuente de Neutrones por Espalación.