Hace unas semanas publiqué en este blog un extenso comentario sobre la ministra vasca del Gobierno de Zapatero. Hoy vuelvo sobre el mismo asunto. Y lamentablemente, he de hacerlo para constatar el cumplimiento del peor de los augurios. Garmendia no da la cara. Ni da la cara ante Zapatero para defender los intereses de Euskadi, ni da la cara ante los diputados del PNV cuando le emplazamos para que rinda cuentas por ello.
Cuando Montilla fue designado ministro de Industria, no se tuvo que esperar demasiado para que el Gobierno acordase el traslado a Barcelona de la Comisión Nacional del Mercado de las Telecomunicaciones. Hubo debate, es cierto, y la prensa afín al PP generó una estridente controversia. Pero el traslado se produjo y la sede de este organismo regulador se encuentra hoy en la capital de Catalunya. Pues bien, me temo que con Cristina Garmendia en el ministerio de Ciencia y Tecnología, nada equivalente a eso ocurrirá con Euskadi. En el mejor de los casos, se cumplirán los compromisos anteriores, en cuya gestación nada tuvo que ver ella. Pero poco más.
En aquel post, hablaba del Plan Guevara y de las reflexiones que en él se hacían en torno a la transferencia a Euskadi de la competencia sobre investigación científica y técnica. También adelantaba mi escepticismo sobre la posibilidad de que ese compromiso del PSE se cumpliera.
Pues bien, los hechos han demostrado que mis sospechas eran fundadas. La semana pasada pusimos una interpelación al Gobierno para que nos expusiese su posición en torno a esa transferencia. Pensábamos que iba a contestarla Cristina Garmendia, que es la ministra del ramo. ¿Qué mejor ocasión para demostrar que su entrada en el Gobierno iba a servir para que las promesas de los socialistas vascos se cumplieran? Pues no. Cuando vimos que la que subía a la tribuna para responder a nuestra interpelación era la ministra de Administraciones Públicas, nos temimos lo peor. Garmendia no da la cara -pensamos- ergo la respuesta es negativa. Y así fue. La ministra de Administraciones Públicas nos dijo que no había transferencia, por mucho que el Plan Guevara reconociera que el de investigación científica y técnica era un traspaso todavía pendiente. Una vez más, los socialistas vascos quedaban abiertamente desautorizados por sus superiores de Madrid. Y la ministra Garmendia, silente, en su escaño, avalando el No del Gobierno y pasándole papelitos a Elena Salgado para que la negativa fuese más clara y contundente. Brillante papel el suyo.
Estos días no he podido olvidar las circunstancias que rodearon a la gestación del Plan Guevara. No es ironía. Los socialistas vascos lo hicieron suyo a finales de 2004, cuando Zapatero ocupaba ya la presidencia del Gobierno. Con su aprobación querían simbolizar -ahora sabemos que fraudulentamente- el desplazamiento del PSE hacia el espacio estatutista tradicionalmente ocupado por el PNV. El hecho mismo de que el documento fuera elaborado por un ex militante jeltzale -Emilio Guevara- tenido por padre del Estatuto, coadyuvaba a trazar esa imagen que deseaban proyectar.
El documento se presentó solemnemente en un acto celebrado en Bilbao, el 19 de diciembre de 2004. Patxi López tomó la palabra para pronunciar un extenso discurso, que comenzó recordando, por si alguien tenía alguna duda, su vocación de «alternativa de Gobierno en Euskadi». López aseguraba que los socialistas vascos querían «Más y Mejor Estatuto. Un Estatuto desarrollado y reformado al servicio de toda la sociedad vasca». Como siempre, buenas intenciones y mejores palabras, excepto para el PNV que quedaba dibujado como una especie de monstruo intolerante y sectario. Por criticar, en esa alocución López criticaba hasta a Josu Jon Imaz.
Unos días después -el 26 de diciembre, para ser exactos- Ramón Jáuregui publicaba en El Correo un artículo sobre el Plan Guevara, que repetía los mismos tópicos, aunque evidenciaba una cierta prevención ante los ataques del PP que ya arreciaban. Para Ramón «la propuesta Guevara reforma el Estatuto con pleno respeto a la Constitución, se plantea como la alternativa autonomista al independentismo a plazos del plan Ibarretxe y busca su aceptación en sectores electorales que reclaman un avance en la política autonómica». Como se ve, la liturgia observada con motivo de la presentación, fue la de las grandes ocasiones.
A principios de abril de 2005, ya en campaña electoral, Patxi López participaba en el Foro de Debate del diario El Mundo. La transcripción del encuentro se publicó el 11 de abril. Es de las que interesa conservar. Cuando Montse Ramírez le interroga a López sobre si el Plan Guevara es una herramienta puramente electoral, el líder de los socialistas vascos lo niega. Y afirma lo siguiente:
«El PSE está haciendo una propuesta en la que cree y que ha sido aprobada por unanimidad en el seno del partido. Es decir, aunque yo dejara de ser secretario general, todo el PSE seguiría detrás de la mejora del Estatuto y detrás de todas las propuestas que hemos hecho. Da igual quién esté al frente».
Pues bien, hoy, tres años después, hemos podido comprobar que el ampuloso edificio de promesas y compromisos públicos que los socialistas vascos construyeron en torno al Plan Guevara, se erigió sin cimiento sólido. ¿Qué diría ahora Emilio Guevara al comprobar que utilizaron su nombre y su figura para alimentar un proyecto en el que nunca creyeron?
La interpelación planteada al Gobierno fue seguida de una moción que se debatió y votó anteayer. La moción recogía la misma posición de que los socialistas vascos recogían en el Plan Guevara. No era nuestra posición, sino la suya. La de los socialistas vascos. La que el PSE por boca de Patxi López presentó públicamente en Bilbao el 19 de diciembre de 2004. La que Jáuregui defendió ardientemente una semana después, en las páginas de opinión del diario El Correo.
Pero el PSOE lo rechazó. Y lo hizo, además, con el voto en contra de los 9 diputados vascos del partido socialista, incluido Jáuregui.
La ministra Garmendia no dio la cara. Eso sí, al día siguiente aplaudía a Zapatero con ardor, cuando este ratificaba, en respuesta a una pregunta mía, la negativa a la transferencia.
Mal comienzo. La cuota vasca en el Gobierno de Zapatero, empieza con buen pie.
Aunque, a decir verdad, si los propios diputados del PSE votan en contra de sus propias propuestas,…por qué no iba a hacerlo ella, que ni es militante del PSE, ni tan siquiera es socialista?
Ese es el estilo de la sucursal vasca del PSOE. Vender humo, que lo hacen como nadie, sin hacer nada. Prometer para verse subyugados desde Ferraz. Donde manda patrón, no manda marinero. Y los sucursalistas no llegan ni a grumetes.
Votar una cosa en el parlamento vasco y la contraria en Madrid es un clásico dentro de las formas políticas tanto del PSOE como del PP… Y lo que mas me gusta es ver a sus hooligans aplaudir a rabiar en ambos casos…