Esta semana he dedicado poco tiempo al blog. Justo lo indispensable para dar cuenta en él de algunos acontecimientos que, en mi opinión, no podían dejar de registrarse en una plataforma de comunicación como esta: El desayuno de Anxo Quintana, la alarma que ha prendido en la caverna por el traspaso a Euskadi de la I+D+I y la recepción de navidad, que contó con la inesperada presencia del presidente del EBB.
No ha sido la desidia la que me ha mantenido alejado del ordenador. Me tengo por hombre trabajador y disciplinado. Tampoco el desinterés. El blog engancha.
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En Madrid hace frío. Luce el sol, pero las temperaturas son muy bajas.
Esta mañana, he asistido con Pedro Azpiazu al desayuno informativo que Anxo Quintana, máximo líder del BNG y vicepresidente de la Xunta de Galiza ha ofrecido en el Foro Nueva Economía de Madrid.
La semana pasada fui al cine a ver La buena nueva; una película de Helena Taberna, en la que se representa la dramática historia personal de un joven sacerdote navarro que, en vísperas de la insurrección armada de julio de 1936, es destinado a un pueblo ferroviario e industrial que goza «de justa y bien merecida fama de republicanismo de izquierdista en el fondo monárquico y derechista que domina abrumadoramente toda Navarra«.
Ayer por la tarde, Moratinos compareció ante la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso, para dar cuenta de las actuaciones llevadas a cabo por el Gobierno en relación con el espinoso asunto de los vuelos de la CIA que hicieron escala en aeropuertos europeos en sus viajes hacia Guantánamo.
Hoy, el insigne Manuel Fraga, a quien socialistas y populares, de consuno, han rendido sentido homenaje bautizando con su nombre una de las salas de comisiones que alberga el nuevo edificio del Congreso, ha abierto su corazón y nos ha permitido apreciar la deslumbrante luz democrática que abriga en su interior. Ha afirmado en el Foro Nueva Economía de Madrid, que el peso de los nacionalistas en las Cortes Generales habría de ponderarse «colgándolos de alguna parte«. Porque el nacionalismo, es «lo contrario de defender a España«.
Una costumbre inveterada del Congreso de los Diputados dicta que, en las semanas previas a la navidad, los grupos parlamentarios constituidos en la cámara deben organizar recepciones destinadas a propiciar un encuentro festivo e informal entre los diputados y ltaos numerosos periodistas que desarrollan su trabajo en el recinto parlamentario.
El PNV siempre se ha opuesto a la posibilidad de que la Administración General del Estado pueda disolver, por sí misma, una corporación local elegida democráticamente. Y no lo ha hecho por tacticismo, o por motivos de oportunidad, sino por convicción; por razones de principio. Porque ha considerado que un ayuntamiento elegido por el pueblo soberano, sólo puede ser privado del mandato que expresamente le ha sido encomendado por los ciudadanos, si así lo resuelve el poder judicial en aplicación estricta de los supuestos tasados contemplados en la Ley. Pero la Administración pública no es quién para quebrar unilateralmente la expresión de la voluntad popular plasmada a nivel municipal. Ni la estatal, ni la autonómica. Es una exigencia de la autonomía local, que adquiere especial relieve en los sistemas en los que la autoridad municipal, directamente elegida por los vecinos, goza de una legitimidad democrática directa.