Ayer, día 29, estuve en Pamplona. Contrariamente a lo que ocurrió en Bizkaia -donde lució el sol durante toda la jornada- en la capital navarra llovió. El cielo estuvo encapotado todo el día y, por momentos, los grises nubarrones que copaban la bóveda celeste, despidieron agua copiosamente.
Por la mañana asistí a una reunión de la Junta de Patrona de la Fundación para el Estudio del Derecho Histórico y Autonómico de Vasconia; una entidad de la que soy fundador y patrono. La sesión resultó más tormentosa que lo habitual. En lugar de analizar proyectos de investigación, diseñar seminarios o aprobar publicaciones sobre la tradición foral vasca y las singularidades de su vigente régimen de autogobierno, que es de lo que nos ocupamos en las sesiones de la Junta, dedicamos gran parte de la reunión a discutir -y con vehemencia, por cierto- sobre el alcance y contenido de determinados artículos de los Estatutos de la fundación.
En los partidos políticos sabemos que la invocación de los estatutos es síntoma inequívoco de que la organización no funciona. Cuando impera la armonía, las cosas suelen marchar con fluidez sin necesidad de recurrir al marco normativo. Sólo cuando surgen problemas se acuerdan los militantes de que el partido tiene unos estatutos que regula el régimen de la organización y los derechos de los afiliados.
En la fundación, igual. Hasta ahora nos ocupábamos exclusivamente de las actividades que constituyen su objeto social. Pero ayer, de repente, me encontré sumido en un debate cruzado sobre lo que dice y lo que calla el marco normativo.
No salí con buenas sensaciones. Me parece que la fundación es una criatura necesaria, hoy, en Euskadi, porque cubre una laguna manifiesta en el ámbito de los los estudios sobre el Derecho histórico vasco y lo hace, además, desde una perspectiva de máximo compromiso con el autogobierno del país. Espero, sinceramente, que los fundadores y patronos seamos capaces de darle aliento, y de contribuir a que siga creciendo armoniosamente y dando los frutos que todos esperamos de ella.
Por la tarde, me reuní con la cofradía de Nafarroa Bai en la sede que esta coalición tiene en la plaza del Castillo de Iruña. Fue un encuentro agradable y fructífero, que me sorprendió positivamente. Descubrí un colectivo que sigue con mucho interés la actividad política y que piensa en el diseño de un proyecto colectivo común para Nafarroa y el resto de los territorios vascos, desde planteamientos pragmáticos y muy realistas. No, como parece ser habitual en los últimos tiempos, desde el empeño en abrazarse frenéticamente a utopías irrealizables a corto plazo.
Les hablé de la situación política, del momento que atraviesan las Cortes Generales, de las expectativas que ofrece el año que comienza y del acuerdo presupuestario que recientemente hemos cerrado con el Gobierno del PSOE. Siguieron mis explicaciones con interés y después iniciamos un coloquio constructivo e inteligente, en el que tuve ocasión de constatar la sagacidad y el elevado nivel de formación política que exhiben los integrantes de los miembros de la cofradía. La experiencia me gustó. Prometí regresar.
Hoy, martes, día de San Juan Evangelista, he asistido con mi familia y algunos amigos a los actos que anualmente se celebran en Gaztelugatxe para celebrar la festividad y la despedida del año. Durante el Antiguo Régimen, la elección anual del alcalde y los regidores de la corporación municipal de Bermeo, se llevaba a cabo el día de San Juan Evangelista. Como las lluvias de los últimos meses han inutilizado completamente la vía ordinaria de acceso al peñón, al que sólo se puede acceder desde el tortuoso camino viejo, el acto se ha celebrado en el entorno del restaurante Eneperi de Urizarreta.
Como siempre, ha reinado la armonía. Es una tradición que a algunos puede parecer anticuada y carente de sentido, pero año tras año puedo constatar que, más allá de la fe compartida, cohesiona a mucha gente en torno a principios y valores positivos y edificantes. La salud de la comunidad política gana, sin duda, con este tipo de actos, que constribuyen a formar ciudadanos solidarios y con un acusado sentido comunitario.
San Juan vertebra y articula a muchos colectivos sociales en esa zona de la costa vizcaína.
Mi hijo Alex, obtuvo, con el gran angular, esta hermosa fotografía, que creo que merece la pena reproducir aquí

San Juan de Gaztelugatxe y Aketz, hoy, durante el crepúsculo
¿Quienes son los de la cofradía de Nafarroa Bai? ¿Se lo montan aparte o son militantes de la coalición?
Por cierto, tu hijo es un gran fotografo. Bonita foto la que has colgado-
Gracias, Iker, por tu aportación. Mi hijo Alex, en efecto, está descubriendo con interés el apasionante mundo de la fotografía.
Los de Na-Bai son, todos, militantes de la coalición, en el sentido de que la apoyan entusiástica y expresamente. En Iruñea son bastante conocidos.