Catalunya se encuentra sumida en una situación incómoda y muy delicada. Durante años ha contribuido con aportaciones cuantiosas al desarrollo de otros territorios del Estado español, pero muchos de los que se han beneficiado de su generoso esfuerzo de solidaridad, siguen viéndola como una comunidad egoísta, cicatera y ruin, integrada por fenicios peseteros y mercaderes avaros. Pero incluso este desagradable trance constituiría un mal menor, si no fuese porque los indicadores oficiales de gasto público denotan ya que las comunidades beneficiarias de la solidaridad empiezan a aventajar a Catalunya en muchos ámbitos de la acción administrativa, sin que a nadie parezca importar lo más mínimo ni el Estado se haya planteado seriamente la necesidad de retocar el modelo. La solidaridad, no sólo no rompe con el arraigado tópico de la codicia catalana, sino que desangra financieramente a Catalunya.
Durante la tramitación de la última reforma del Estatut, las fuerzas catalanas lucharon tenazmente por incorporar al texto de la norma una serie de previsiones que permitiesen corregir estar lacerante realidad, mejorando la financiación de la Generalitat. Y, mal que bien, puede decirse que lo lograron. El recurso interpuesto ante el Tribunal Constitucional por el PP -cuya refractaria actitud a la reforma estatutaria le ha convertido en la más cruda alegoría de la oposición a las demandas mayoritarias de los catalanes- es prueba elocuente de que, bien aplicado, el nuevo Estatut podría contribuir a paliar la injusta situación en la que se encuentra Catalunya
Pero transcurrido ya el plazo legalmente previsto para alcanzar el nuevo acuerdo de financiación, este no se ha producido todavía. Y, no por casualidad, otras comunidades autónomas han empezado a organizarse con el confesado propósito de forzar al Gobierno a establecer unas pautas de financiación contrarias a las previstas en el Estatut.
En esta crucial coyuntura, la mayoría de las fuerzas políticas catalanas -el PP, obviamente, no se ha apuntado a esta batalla- han hecho bandera de unidad. Se han juramentado públicamente para actuar como un solo hombre en la defensa del Estatut y de su interpretación más favorable a los intereses de Catalunya. Es cierto que esa unidad ha tenido algunas fallas. El debate de la Diputación Permanente del pasado 20 de agosto, por ejemplo, no fue, precisamente, una modélica exhibición de sintonía y vocación unitaria. Pero hasta la fecha, la unidad sigue constituyendo el eje básico en torno al cual se articulan los discursos de los partidos catalanes, por mucho que, al oír hablar de ella, más de uno esboce un gesto escéptico y se pregunte por donde se producirá la primera fisura.
En este contexto, desde Catalunya se han elevado algunas voces que, en nombre de la solidaridad, reclaman al PNV -y, en menor medida, también al BNG- que rechacen públicamente la posibilidad de un acuerdo presupuestario en Madrid. Con ello -se afirma- contribuirían eficazmente a presionar al Gobierno para que ceda ante las reivindicaciones catalanas. Algunos, incluso han llegado a explicitar que una actitud así vendría exigida por los compromisos derivados de Galeuscat.
Hasta donde he podido comprobar, estas voces proceden, fundamental -aunque no exclusivamente- de vascofobos seculares, conocidos militantes anti-Concierto Económico y enemigos confesos de las alianzas estratégicas surgidas entre los partidos nacionalistas de las tres nacionalidades históricas del Estado español. Entre ellos he podido identificar también viejos antagonistas de CiU -que, sin duda, desean aprovechar el viaje para desgastar a esta formación política- y algún periodista con vocación de pingüino en un país de botijos.
Pero el planteamiento sobre el que descansa este requerimiento, es falaz. Deliberada y capciosamente falaz. Si la unidad que se predica en Catalunya se mantiene sin fisuras hasta el último momento, la aprobación de los presupuestos generales será imposible, por mucho que los diputados del PNV -y del BNG- lo secunden. O, dicho de otro modo, si ninguno de los 47 diputados catalanes apoya las cuentas del Estado, Zapatero no podrá aprobar sus presupuestos. No es necesario, pues, que el PNV -o el BNG- participen en estrategia de presión alguna. Los diputados catalanes tienen en sus manos los escaños que necesitan para poner a Zapatero entre la espada y la pared y obligarle a aceptar sus demandas. No necesitan préstamos ni ayudas ajenas.
El problema es que el PSC jamás participará de una estrategia así. Digan lo que digan algunos de sus más significados líderes, no lo hará. Nunca, en los años que llevo en el Congreso, he visto a los diputados del PSC votar algo distinto de sus compañeros del PSOE. Nunca. Y tengo la certeza de que tampoco en esta ocasión lo harán. Esto supuesto, la pregunta resulta inevitable: ¿tiene algún sentido pedir al PNV -y al BNG- que coadyuven al desarrollo de una estrategia que se sabe inviable?
Me parece importante llamar la atención sobre este punto porque, como ante he señalado, las voces que apuntan hacia nosotros surgen de ámbitos y gentes que, tradicionalmente, nos han profesado escasa o nula simpatía. Y a nadie se le oculta que, a falta de información contrastada, esta puede ser una buena ocasión para ensuciar nuestra imagen ante la sociedad catalana.
No faltan, sin embargo, quienes sostienen que los socios vascos -y gallegos- de CiU, deberíamos hacer por Catalunya lo que los 25 diputados del PSC -el 53% del conjunto de los escaños ocupados por catalanes- no están dispuestos a hacer: Negar nuestro apoyo al presupuesto hasta que, Zapatero, acorralado por todos los frentes y atribulado ante la imposibilidad de aprobar las cuentas públicas en un momento en el que la crisis las hace más necesarias que nunca, acceda a las reivindicaciones catalanas.
¿Cuál es nuestra posición ante quienes así piensan?
De entrada, me parece sumamente ingenuo pensar que la presión de los 6 diputados del PNV pueda ser decisiva para vencer la voluntad de Zapatero, cuando es bien conocido que el presidente del Gobierno español está siendo apremiado en sentido contrario por influyentes personalidades de su partido -que este verano, por cierto, se han prodigado en declaraciones no precisamente elogiosas para los catalanes- y un frente de comunidades autónomas dispuesto a defender con uñas y dientes un modelo de financiación autonómica distinto al que se reivindica Catalunya.
Por otra parte, dudo seriamente que tenga sentido pedirnos en nombre de Catalunya algo que la mayoría de los diputados catalanes no están dispuestos a hacer. Nosotros, nunca hemos reclamado algo así. En 2005, cuando el Lehendakari compareció ante la cámara baja para defender la Propuesta de nuevo Estatuto aprobada por el Parlamento vasco, el Gobierno contaba con unos presupuestos que había logrado aprobar con el apoyo del PSC, ERC e ICV. En aquél momento, ni se nos pasó por la cabeza pedir a los diputados catalanes que negasen su apoyo a los presupuestos del Estado, como medida de presión para que el PSOE tomase en consideración la iniciativa de la cámara vasca. Nos conformamos -y agradecimos, por supuesto- el apoyo que algunos de ellos -no todos, dicho sea de paso- depararon a la propuesta en el momento de la votación.
Pero esto último, en nuestro caso, está absolutamente garantizado.
Cuando llegue el momento, los diputados del PNV apoyaremos en bloque y sin titubear, la propuesta de financiación que el Gobierno pacte con Catalunya. Máxime si cuenta con el aval de CiU, que es nuestro socio de referencia allí. Que nadie lo dude. Que nadie abrigue la más mínima duda al respecto, porque siempre hemos votado favorablemente a las iniciativas procedentes del Parlamento catalán. Incluso cuando los diputados del PSC les han negado su apoyo, nuestro respaldo ha sido firme y leal.
Voy a decir más. Para tranquilizar a los suspicaces añadiré que aun en el supuesto de que la propuesta incluya una fórmula idéntica a la del Concierto Económico, nuestro voto será favorable.
Catalunya, al contrario que el País Vasco, nunca gozó de un régimen de financiación semejante al del Concierto Económico. Y como ha señalado Jordi Pujol, si en 1979 no optó por un régimen equivalente, se debió a que “el criterio mayoritario fue favorable a un planteamiento mucho más rebajado” (véase su libro Una reflexión necesaria, págs. 131-136). Por aquella época, hasta el propio Pujol despreciaba el modelo concertado, al que llegó a tildar de obsoleta antigualla foral.
Si, pese a todo, Catalunya reclamase hoy un régimen concertado análogo al vigente en Euskadi, no serán los diputados del PNV los que se opongan a ello. Seguro que las resistencias procederán de otros frentes; algunos, probablemente, del propio seno de la sociedad catalana, donde no son pocos los que han hecho doctrina en contra del modelo.
Y mientras tanto, creo que Galeuscat sigue teniendo pleno sentido. Aun siendo cierto que sus resultados se pueden optimizar (léase al respecto el artículo de José Luis de la Granja “Alianzas trilaterales: de Galeuzca a Galeuscat”, El Correo, 2.08.08), el hecho de que algún impenitente defensor de la nación española vea en su existencia un peligro de desestabilización (Cfr: Antonio Elorza: “¿Galeusca?”, El País, 20.09.08) pone en evidencia que no andamos muy descaminados
Como vasco y catalán que soy, son muchas las veces en las que reflexiono sobre estos asuntos. Coincido en la argumentanción que expones con respecto a la actitud que debería de tomar el PSC, y que por lo tanto, el bloqueo a los presupuestos del Estado está en manos de los propios catalanes sin neecsidad alguna de apoyos externos. Y en relación con todo este tema, creo que no debemos de olvidar la actitud de CIU en la negociación del Estatut, en la que, a mi entender, antepuso los intereses de partido sobre los intereses de Catalunya, ofreciendo una pésima imagen de lo que entiendo son valores y principios de actuación que siempre deberían preservarse. Arrojarse a los brazos del PSOE como hizo en la Moncloa un triste sábado de otoño alcanzando un acuerdo que rebajaba las peticiones que la propia CIU había exigido en el Parlament fue realmente lamen. Esperemos que hayan aprendido la lección.Un saludo
interesante pero habrá que plantearse si ya definitivamente cada grupo se mantiene en sus ideas o como ha pasado muchas veces, nos arrojamos, aqui y desde CAtalunya a los brazos del PSOE, ¿quien asegura que no va a haber ningún tipo de acuerdo?
Creo, Bakeaorain, que no se puede enjuiciar la labor de CiU sin tener en cuenta la difícil situación en la que le han situado. Gana las elecciones con una diferencia de más de diez escaños con respecto al PSC, pero, sin embargo, el resto de las fuerzas le impiden formar gobierno, uniéndose en un tripartito que, obviamente, no hace política nacionalista. Es duro ganar las elecciones y quedarse fuera.
Pero el frente que usted habla en su árticulo y que es contrario al Estatut no sé sí sé habrá fijado que son comunidades gobernadas por el pp y el psoe y algo de razón tienen para postularsé así, ha hablado con los presidentes de esas comunidades, antes de juzgar,y ha hablado con el president Montilla, porqué usted puede debido a qué está en el Congreso y puede pedir la comparecencia de quién quiera. Y le quiero puntualizar que el Estatut está recurrido en el Tribunal Constitucional, porque eso usted no lo dice, así que diga todo, gracias.
Creo Josu que no se puede echar balones fuera y que algo habrá tenido que ver la actitud de la propia CIU. En cualquier caso, personalmente hubiese deseado un pacto CIU ERC, entre otras cosas, porque ya no creo en la división izquierdas y derechas. Un pacto que me gustaría se produjese en Euskadi antes o después de las elecciones entre PNV, EA, Aralar y EB. Celebro que negocieis con el PSOE los presupuestos estatales en un ejercicio de responsabilidad pero, en la situación económica que estamos atravesando, es neecsario mantenerse firmes con respecto a determinadas cuestiones. Nadie como tú está poniendo en evidencia al PSE y al PSOE resaltando sus contradicciones y sus ambigüedades (aquí sí que las hay). Por eso, como votante y admirador tuyo, te pido cintura pero firmeza.Un saludo
Ricardo, yo no he valorado el frente de comunidades autónomas contrario a los criterios de financiación recogidos en el Estatut, me he limitado a constatar su existencia y a evidenciar la capacidad de presión que tiene sobre Zapaterio. No digo que no tengan razones para defender lo suyo. Tampoco valoro las que eventualmente pudiera tener Solo digo -repito- que el frente existe y presiona.
Tampoco creo que el recurso interpuesto contra el Estatut altere sustancialmente mi reflexión. Hasta que el Tribunal Constitucional no se pronuncie, el Estatut está en vigor y se debe aplicar.
Respeto la opinión de Bakeaorain -no faltaría más- pero yo tiendo a ser más comprensivo con CiU. Los que en Catalunya le critican por haber pactado una rebaja estatutaria con Zapatero, son los que auparon a Zapatero a la presidencia del Gobierno en 2004 y después colocaron a Montilla (PSC) al frente de la Generalitat. Puestos a detectar felonías a la causa nacional, en Catalunya, el panorama resulta bastante complejo y las culpas están muy repartidas. Es mi opinión.
Por lo demás, en la negociaciones presupuestarias que acabamos de iniciar, tengo la fortuna de no estar sólo. Cuento con un grupo parlamentario y tengo tras de mí una ejecutiva que será la que tome la última decisión. Un saludo
ERC apoyó la primera investidura de ZP, bien antes del fiasco del Estatut. Es cierto que apoyó a Montilla y para mí, ahí se equivocaron de lleno, sobretodo si PSC no se desmarca del PSOE en la votación de los presupuestos. A mi entender, esa más que probable falta de desmarque debería dar lugar a unas elecciones anticipadas en Catalunya.De todas formas, CIU creo que ha pagado cara su proximidad al PP en los últimos tiempos de la era Aznar hasta el punto que en las primeras elecciones de Artur Mas, éste se apresuró a firmar ante notario que no iba a pactar con el PP. La gente en España dice que el sistema electoral beneficia a los nacionalistas por el poder que les otorga en escenarios de ausencia de mayoría absoluta. A mi entender es todo lo contrario porque muchas veces los partidos nacionalistas se apresuran por llegar a acuerdos que pueden resolver lo urgente pero nunca llega la hora de que se trate lo importante como es el respeto al espíritu y la letra de leyes que marcan las reglas de la convivencia. Un saludo y suerte con la negociación