Creo que fue Romano Prodi, ex presidente de la Comisión Europea y ferviente europeísta quien, al término de las olimpiadas de Atenas, hace cuatro años, expresó la esperanza de que, en Beijing, los deportistas europeos participasen como un solo bloque, bajo pabellón comunitario. Los ciudadanos europeos -reseñó, aunque la cita no es literal- nos sentiríamos orgullosos de que nuestros deportistas obtuvieran los mejores resultados en la competición, exhibiendo una bandera que simboliza democracia, libertad, solidaridad y respeto a los derechos fundamentales.
Es evidente que Prodi ambicionaba demasiado. Al perfilar lo que, a su juicio, era el horizonte deportivo ideal para 2008, se dejó arrastrar por su reconocido fervor europeísta. Los nacionalismos cerrados de los Estados miembros, que todavía sólo se conciben a sí mismos exhibiendo su propia bandera, han hecho imposible que su sueño se hiciese realidad.
En esto -y en otras cosas también, pero no es este momento para traerlas a colación- sintonizo con Prodi. Si sumáramos todas las medallas otbenidas en la capital China por los deportistas comunitarios, sumarían 290. Europa sería, sin duda, la potencia con mejores resultados, con mucha diferencia con respecto a sus seguidoras. China ha obtenido 100, EEUU 110 y Rusia 72. Es cierto que, en los deportes por equipos, el número global de medallas obtenidas por los deportistas europeos se vería ligeramente reducido. Pero aún así, seguiríamos siendo la mayor potencia deportiva del mundo.
Pero más allá de lo estrictamente deportivo, la Europa Unida trasladaría al mundo el mensaje de que es capaz de hacer piña para actuar como un bloque en el escenario internacional, irradiando en todos los órdenes los valores que la inspiran. Sería una buena manera de avanzar en la construcción europea y en la definición de las rutas por las que la Unión ha de transitar en el plano internacional.
No perdamos la esperanza
En Beijing no ha sido posible pero a lo mejor, el sueño de Prodi podrá verse cumplido en próximas ediciones de la cita olimpica.
El sueño europeo de Prodi está muy bien como un primer paso para abordar ciertos conceptos arcaicos que han costado ya demasiado sufrimiento estéril. Sería bueno superar pues los lastres nacionalistas de cualquier clase y condición (incluido el europeo).Hagamos el esfuerzo de quitarnos de la cabeza lo de nuestros deportistas. Sintámonos entonces orgullosos de que los deportistas compitan contra la gravedad, no contra otros deportistas… es otra forma de ver las cosas.Desgraciadamente los nacionalismos, siempre cerrados, necesitan de los otros para poder justificarse. De no ser así, no tendrían ningún sentido.La historia de la humanidad, en sus múltiples facetas, tiene sus modas pendulares. Ahora parece que en este asunto estamos en una fase de dividir y restar. Se puede trabajar en ese sentido hacia el extremo absurdo (el individuo supongo). A mi me gusta más hacerlo en sentido contrario. Seamos utópicos.No perdamos la esperanza.
Veo que mi comentario de ayer no ha tenido demasiado éxito. Era de esperar: Libertad y nacionalismo no se llevan bien.Consejos vendo y para mi no tengo
permite prestarle siempre la atención que quisiera y que eso retrasa la publicación de algunos comentarios. Pero nunca he vetado ninguno. Es más. Siempre he procurado responder a los más polémicos.
Siento romper con el estereotipo que Daniel tiene de los nacionalistas (afirma sin ambages ni matices que Libertad y nacionalismo no se llevan bien) pero yo no sólo no tengo inconveniente alguno en publicar en este blog opiniones como las suyas, sino que me complace hacerlo.
¿Qué decir sobre lo que opina Daniel en relacion con el tema que abordo en el blog?
Me parece sugerente la idea de sustraer el deporte de los riesgos de manipulación política. El corredor de velocidad Usain Bolt, con cuyas carreras hemos disfrutado todos en estas olimpiadas, ¿es un hombre extraordinariamente bien dotado para correr,que accidentalmente nació en Jaimaica o es una expresión de la potencia nacional de Jamaica y de superioridad en otro ámbitos? El equipo de fútbol español que gano la eurocopa, ¿era un grupo bien cohesionado y mejor organizado de excelentes deportistas que hacen un juego espectacular y eficaz o es, como tanto se dijo en la primavera pasada, la alegoría muscular de la España unida y constitucional, que debe hacer que los españoles se sientan orgullosos de serlo y demuestra ante todo el orbe las excelencias de una nación que es la octava potencia mundial?
En ambos casos, a mi juicio, la opción correcta es la primera. Pero la realidad me enseña todos los días que el deporte de élite está organizado con arreglo a la segunda. Nos guste o no, es así.
Si la final olímpica de 100 metros hubiese enfrentado a ocho atletas excepciones en pos del ideal común de mejorar las marcas olímpicas establecidas en esa modalidad y no a una serie de naciones abocadas a medirse y vencerse, ¿hubiese perdido algo? Probablemente, no. Al contrario. Hubiese ganado.
Yo no creo que el deporte sea (como Clausewitz decía de la política) una prolongación de la guerra por otras vías. Pero hay mucha gente que lo piensa y lo practica, convirtiendo el deporte en una confrontación de himnos, banderas y naciones. De hecho, este es el modelo que hoy por hoy impera en todas los encuentros internacionales.
Mientras la realidad siga siendo la que es, yo tengo mi bandera, mi himno, mis federaciones y mis selecciones. Las vascas. Y supongo que con el mismo derecho que el que opte por las españolas, las francesas o las jamaicanas. Mi gusto por las selecciones europeas (a las que me refiero en el post) es un intento bienintencionado de aliviar de carga política al hecho deportivo; algo que a mí, fiero y sectario nacionalista, no me cuesta en absoluto, pero que a más de un sedicente no-nacionalista, le parecería de todo punto rechazable.
Y si alguna vez se abre la posibilidad por la que apunta Daniel, no seré yo ni el primero que se oponga, ni el que con más intensidad lo haga. Seguro que en las federaciones depotivas españolas, el modelo propuesto por Daniel cuenta con muchos más detractores.
Acepto y reconozco mi impaciencia excesiva. El hecho de que en otros blog los comentarios sean ados de forma instantánea sin perjuicio de que tengan respuesta o no, puede que hayan tenido algo que ver en mi precipitación. Pero no se me negará que mi segundo comentario puede estimular la contestación del primero.Pido disculpas pues si el juego ha sido limpio, aunque sigo pensando que libertad y nacionalismo no se llevan bien, aunque ciertamente, como casi todo en la vida, tiene sus grados.Celebro que compartas (perdona que te tutee) conmigo la idea de que competir contra la gravedad es mucho más deseable, bajo el punto de vista ético, que hacerlo contra otros individuos.Lamento el comentario “si alguna vez se abre la posibilidad por la que apunta Daniel, no seré yo ni el primero que se oponga, ni el que con más intensidad lo haga. Seguro que en las federaciones deportivas españolas, el modelo propuesto por Daniel cuenta con muchos más detractores”.El “y tú más”, a mi entender, nunca justifica determinadas formas de proceder, y en todo caso, esperar a que se abra una posibilidad (¿quien la tiene que abrir?) para apuntarse a ella, a algunos no nos parece, siendo muy generosos, demasiado edificante que digamos.En fin, no soy tan ingenuo como para pretender sacar a un “fiero y sectario nacionalista” de su postura a medio camino entre cómica y trágica. Sé que en el mundo de los sentimientos suele resultar ocioso buscar luz. Y aunque no pueda evitar que los nacionalismos -TODOS- me provoquen cierta alergia, en su caso personal (vuelvo al usted), no tengo ningún inconveniente en profesarle cierta admiración y reconocerle una inteligencia muy poco común… con todos los respetos, es una lástima que no sea aprovechada de forma más universal.Saludos
El juego es limpio, Daniel, te lo aseguro. Ya ves que recojo el guante del tuteo. No ejerzo censura alguna sobre los comentarios que se envían al blog.
Me extraña que me acuses de recurrir al «tú más», cuando no es de tí de quien he dicho que será más refractario que yo a aceptar tu propuesta, sino de directivos y federativos diversos del mundo del deporte. Es decir, de «otros». En todo caso, se me podrá reprochar el uso de «otros más», no del «tú más». Salvo que tú mismo seas un responsable deportivo y te haya traicionado el subconsciente, cosa que no creo.
En cualquier caso, supongo que comprenderás el hecho de que haga una referencia comparativa a alguien que empieza su escrito afirmando apodícticamente la incompatibilidad entre el nacionalismo y la libertad. En Euskadi, amigo Daniel, los universalistas puros son rara avis. A lo mejor tú lo eres. Es posible. Pero, por lo general, los que así se proclaman ocultan una identidad hipernacionalista, radical y sectaria. Pero española, claro. No vasca. Por eso pensé que era bueno hacer notar que las actitudes cerradas e intolerantes se dan, a veces, con más radicalidad en quienes se consideran no-nacionalistas, que entre quienes se intitulan nacionalistas.
Tú aseguras que todos los nacionalismos te provocan cierta alergia. Eres libre de pensar así. Pero te pediría que hicieras un esfuerzo por discernir. Te puedo asegurar que no todo es orégano en el mundo del nacionalismo. No es lo mismo trabajar constructivamente en la creación de una comunidad que sirva de marco de realización para las personas que la integran, que predicar la superioridad de una nación y pretender imponérsela a los vecinos mediante operaciones de guerra de vocación imperialista. A ambas cosas se les llama nacionalismo, pero creo que son muy diferentes desde el punto de vista ético.
En fin, te prometo que, en lo sucesivo, como hasta ahora, procuraré poner mis cualidades personales(sean muchas o pocas) al servicio de objetivos y bienes de carácter universal. Le puedo asegurar que mi identidad nacional no me lo impide. Todo lo contrario.Me conmueve que mis posturas te parezca situadas a medio camino entre lo cómico y lo trágico. Prefiero ser una persona normal, con las dosis justas de lo cómico y lo trágico, pero si eres de los que piensas que un nacionalista vasco sólo puede optar entre una cosa y la otra, prefiero la comicidad a la tragedia. Me esmeraré para mejorar mi perfil
Maketo o cacereño. Celebro que prefieras la comicidad a la tragedia, y siguiendo en esa línea, de tu comentario extraigo la sospecha de que me consideras un vasco universalista rara avis (ejemplo de como la inevi “miopía” nacionalista en su particular visión de las cosas de forma automática descarta otras posibilidades). Quizá tendría que haber empezado definiéndome como un maketo o cacereño (también fui charnego) nacido en un pueblo de Ciudad Real que ha vivido, entre otros sitios, cinco años en Euskadi (otros dirían Provincias Vascongadas para incordiar y viceversa).En la infancia, inútilmente, ya me intentaron adoctrinar con la idea ridícula de que ser español era la mejor cosa que le podía pasar a uno en la vida. Pronto comprendí que había otras concretas infinitamente más interesantes para gozar y defender.Aún conservo amigos que están muy orgullosos de haber nacido en el mejor pueblo manchego del mundo nunca he comprendido como hacemos para que todos los pueblos sean el mejor sin que algo falle. No sé como se puede sentir orgullo o vergüenza de haber nacido aquí o allá, dado el carácter absolutamente ajeno y accidental de todo nacimiento: ¡Qué le vamos a hacer! En el fenómeno nacionalista, como en el religioso, o se tiene el don o no se tiene. Y es evidente que los que carecemos de ese don somos unos apestados o, en el mejor de los casos, tenemos muy mala suerte.Ciertamente no todos los nacionalismos (como todas las religiones) son iguales. Pero podríamos decir que todas las religiones tienen un mismo problemilla: la verdad indiscutible de que su único Dios es el verdadero… y no voy a entrar hasta donde pueden llegar si esta verdad universal se cuestiona demasiado. Esto no tendría ninguna gracia.Me despido con la rareza del saludo cordial de un maketo a un nacionalista inteligente.
Amigo Daniel, sólo prefiero la comicidad a la tragedia si me emplaza ante el dilema de optar entre uno u otro. Lo especifiqué así en mi último comentario. Por lo demás, prefiero el equilibrio ponderado que combina la comicidad y la tragedia con todas las demás expresiones del arte representado, tomando cada una de ellas en la dosis adecuada.
No creo en la identidades simples, únicas y excluyentes en una sociedad tan compleja como la que vivimos en los albores del siglo XXI. Yo soy vasco, es verdad. Pero también vizcaíno. Y bermeano. Y varón. Y jurista. Y político. Y fan de los Beatles. Y perteneciente a la generación del baby boom. Y lector de Sandor Marai. Pero también de Pedro Juan Gutierrez, el cubano. Y aficionado al deporte. Y amante de la fotografía. Ya ve que me identidad es compleja, no tan simple y plana como la que la corrección política exige atribuir a los nacionalistas vascos.
No le considero un vasco universalista rara avis. En primer lugar, porque no sé si es usted vasco. Me dice que ha vivido en Euskadi cinco años, pero entre la gente que ha vivido esa experiencia, he detectado sentimientos muy diversos todos ellos legítimos, por supuesto, pero muy diferentes entre sí. Hay quien abomina de todo lo vasco y sólo recuerda su periodo de residencia en Euskadi desde la amargura y el rencor. Pero hay también quien evoca con cariño esa fase de su vida y reivindica para sí la condición de vasco por ese motivo.Lo que sí digo es que en Euskadi, los universalistas puros son escasos. No es miopía nacionalista. Es una percepción bastante fundada y admitida de modo generalizado. Los no nacionalistas se dicen constitucionalistas, pero la Constitución española de 1978 se fundamenta en la unidad indisoluble de la nación española, es decir, en una base eminentemente nacionalista. Tengo la impresión de que aquí, en Euskadi (y me temo que también en España)el don que usted atribuye a los creyentes (en naciones o en dioses) no adorna a los que se sienten partícipes de alguna nación, sino a los universalistas incontaminados. De verdad, encuentro pocos.Lo que sí puedo decirle es que el nacionalismo no siempre se puede caracterizar en los términos caricaturizados en los que usted lo hace. Yo he nacido en Euskadi, pero no es exactamente orgullo lo que siento por ello, porque coincido con usted en que el lugar en el que uno nace es algo accidental. Lo que procuro es contribuir a la construcción de una comunidad cohesionada llamada Euskadi, que sirva de marco de realización personal de todos los que en ella vivimos, hayamos nacido dondo hayamos nacido. Tampoco creo que mi fe nacional (si desea llamarla así) sea la única verdadera. Respeto profundamente a quienes profesan adhesión a naciones distintas. Sólo pido que respeten la mía. Siempre con la razón y la palabra. Y le puedo asegurar que en Euskadi, la voz maketo es una reliquia histórica que sólo se utiliza en el discurso antinacionalista vasco, como la pretendida prueba de nuestro consustancial iniquidad.
Concluyo confesándole que me encanta conocer a un universalista puro, que no cree en más colectivo que el humano. Se lo digo en serio. Es una experiencia que pocas veces había tenido antes
el sueño de prodi es absurdo y ridiculo, los europeos se sienten orgullosos de sus paises, querer unificarlos bajo una sola bandera es un error, lo que me sorprende es que un separatista como eroreka desee lo mismo que prodi ¿pero no quiere usted una euskadi independiente con sus propias selecciones? como puede apoyar ir bajo bandera europea a unas olimpiadas ? esa es la gran contradiccion de algunos separatistas, son anti-españoles que no quieren ni ver la bandera española pero a la vez son fervores europeistas que estarían dispuestos a abrazar esa horrible bandera azul