Las olimpiadas de Pekín han puesto de moda a China. Y, como no podía ser de otra manera, han suscitado un enorme debate en torno a las carencias del régimen político vigente en el país asiático y la pertinencia de dar pábulo, siquiera de forma indirecta, a un sistema que niega las libertades y vulnera masivamente los derechos humanos.
Estuve en China en enero de 2006. Es un país fascinante. Extenso, intenso y diverso. Reconozco que me deslumbró. La delegación parlamentaria de la que formaba parte, mantuvo entrevistas con altos responsables del Ministerio de Industria y con elevados jerarcas del Partido Comunista. También departimos con autoridades regionales y locales de algunos de las provincias que que tuvimos ocasión de visitar. Contra lo que a primera vista pudiera parecer, no se trata de una interlocución menor. En un país tan grande, las elites locales que no hacen gestos disidentes, gozan de un inmenso poder.
En las reuniones preparativas nos habían advertido de que, en la China oficial, quedaba terminantemente prohibido aludir a tres tes. La T de Tíbet; la T de Taiwan y la T de Tianammen. Eran asuntos que no convenía mencionar en el diálogo político que ibamos a entablar, porque nuestros interlocutores podían considerarlo una provocación. Como se ve, dos de las tres tes vedadas se referían a cuestiones vinculadas con la integridad territorial del Estado Chino. ¡Qué mal llevan los Estado constituidos las reivindicaciones políticas que ponen en cuestión la inamovilidad de sus fronteras! La tercera guardaba relación con lo más oscuro de su reciente historia antidemocrática. Excluidos estos tres temas -que eran anatema- la conversación, según se nos dijo, podía discurrir por cualquier punto que libremente eligiéramos, sin límite ni prohibición alguna.
No hicimos caso de la indicación. En los foros de política exterior, los diputados somos, en general, muy poco discretos y disciplinados. En alguna de las conversaciones, afloró, inevitablemente, el espinoso asunto del Tibet. Y alguien encontró ocasión, también, para referirse a los sangrientos sucesos que hace varios lustros tuvieron lugar de la mayor plaza del mundo, cuyo amplio espacio abierto sigue siendo vigilado por la atenta mirada de Mao, desde el inmenso retrato que cuelga en el muro lateral de la ciudad prohibida.
Para nuestra sorpresa, nuestros interlocutores no se irritaron lo más mínimo cuando sacamos a colación estos temas. Ni se inmutaron. Pensábamos que el sólo hecho de citarlos constituía poco menos que un casus belli, pero no fue así. Sin alzar el tono de voz, nos respondieron que esos asuntos no se encontraban entre los prioritarios de la política China y se pasaron cuidadosamente a otros puntos de conversación.
Aunque parezca mentira, no mostraron el más leve interés en estos asuntos. Ni tan siquiera para vendernos la versión oficial o desautorizar las denuncias que circulan por los foros internacionales. Nada. Sólo les interesaba la economía. Y prácticamente es lo único sobre lo que hablamos: Del acelerado crecimiento que experimentaba su PIB, del desarrollo de la industria, de las inversiones extranjeras, de la balanza comercial y de los flujos de población trabajadora. Hasta en las entrevistas que mantuvimos con las elites del Partido Comunista, el tema casi exclusivo de conversación, fue el económico. En China, la economía se ha convertido en los últimos tiempos en el becerro de oro que todos idolatran. Una economía, por cierto, concebida en términos muy capitalistas, que acentúa la idea del crecimiento y la competitividad.
Según aseguran los medios de comunicación, la proximidad de las olimpiadas ha hecho que las cosas se manifiesten ahora en términos ligeramente distintos. Ante la eventualidad de que la prensa internacional aproveche la información sobre el acontecimiento deportivo, para colar informaciones y formular denuncias sobre las carencias del régimen político vigente en aquel país, parece que ponen más empeño en ocultar los aspectos negativos del sistema. Ayer leí que los responsables de seguridad han llegado hasta el increíble extremo de prohibir las conversaciones políticas en los estadios.
Es igual. Sea cual sea el nivel de conocimiento que la opinión pública internacional llegue a tener de los atropellos que el régimen vigente en China comete contra sus ciudadanos, ningún país boicoteará abiertamente los juegos olímpicos de Pekín, ni llegará a formular públicamente críticas desabridas al país que preside Hu Jintao. Todos los Estados del orbe occidental tienden a subrayar sus credenciales democráticas, señalando que la difusión de las libertades y el respeto a los derechos humanos, constituyen uno los principales objetivos de su política exterior. Pero la experiencia pone de manifiesto que, en caso de conflicto, los intereses económicos priman, siempre, sobre los ideales políticos.
Y China es un inmenso mercado, de trabajo y de consumo, a cuyas posibilidades nadie quiere renunciar.
Es cierto lo que comentas, sin embargo en un reciente viaje a China los guias comentaban como algunos de sus padres procedian de sangre negra refiriendose a profesionales o gente de la cultura en la epoca de la revolucion cultura y comentaban la dificultad de adaptarse a un sistema de libertades ya que habian estado educados en un sistema de partido unico.
Ez dut uste Euskaldunok (Eusko Jaurlaritza) ere ausartuko ginatekeenik Tibeten alde serioski inolako ekintzarik bultzatzen. Gure kasuan ere, interes ekonomikoak ( MCCk industrialde oso bat dauka Shangaietik gertu, baserri eta guzti…) txinatarren giza eskubideen gainetik daudela egunero demostratzen dugu. Orain urte batzuk, kurdoei Lege Biltzarra ustekotan ere izan ginen, baina azkenean koldarkeriak gain hartu (edo interes ekonomikoak, berdin da) ta ezezkoa eman zitzaien erantzuntzat. Ta Turkia ez da Txina bezain indartsua…
Cierto lo que comentas. Yo también estuve allí y comprobé in-situ el gran mercado que es.. También comprobé que los guías que teníamos respecto a ciertos temas ni-mú.Su próximo reto es la calidad, ya que en cuanto a productividad Occidente ha quedado anclado. Por cierto, no se si te acordarás, pero me encontré contigo en diciembre por Roma callejeando por ahí y echamos unos charloteos en euskera cerca de la Piazza dei Fiori. Ondo ibili.
Es cierto, Unai, que la ausencia dilatada de una cultura democrática puede dificultar la adoptación a un sistema de libertades. Pero ese no es un pretexto válido para oponerse a abrir el país seguir vulnerando derechos fundamentales. También en la España de la transición había gente que utilizaba esos argumentos.Ibon, arrazoia duzu. Horregatik idatzi dut post hau. Denok ditugulako horrelako kontraesanak. Lo siento, Iker, pero no te recuerdo en Roma. En lo que supongo que convendrás conmigo es en que la capital italiana es, en diciembre, mucho más bella que bajo los rigores solares de agosto.