En su número de ayer, 22 de julio, el diario Gara publicaba un curioso reportaje. Sobre la base de un collage caprichoso, construido con algunas declaraciones recientemente realizadas por diversos cargos del PNV y frases sueltas extraídas de uno de los documentos elaborados por el partido jeltzale en el marco del proceso de reflexión activa conocido como Think Gaur, Iñaki Iriondo, comentarista político del periódico, extraía la conclusión de que la formación política fundada por Sabino Arana, ha dejado de albergar un proyecto político para el conjunto de los territorios vascos, que merezca el calificativo de abertzale.
Rematando el reportaje, el editorial del diario aseveraba, lacónico, que el «El PNV abandona Euskal Herria«, e invitaba a los lectores a «reflexionar sobre el sentido de los adjetivos que califican a ese partido: nacionalista y vasco«. Según todas las apariencias, para la redacción del periódico, la formación jeltzale no merece exhibir ninguno de los dos: Ni es nacionalista, ni es vasco.
Las consideraciones que el editorial formula sobre los orígenes de lo que califica, sin ambages, de «debacle ideológica del PNV«, no tienen pérdida. Según el diario de la izquierda radical, «Cada uno es libre de situar la debacle ideológica del PNV en un punto histórico concreto. Unos considerarán que es la separación entre Aberri y Comunión la que marca ese devenir; otros recordarán la cobardía mostrada durante el franquismo; muchos situarán la traición en Txiberta; y otros verán en el <> la carta de defunción de su proyecto abertzale. Pero muchos otros, entre los que están bastantes militantes y simpatizantes jelkdies, situarán ese giro a postulados regionalistas -e incluso abiertamente españolistas- en el golpe de mano ejercido por aquellos que Arzalluz aupó hasta la cúpula y que luego le traicionaron«.
Mal deben andar las cosas en esa caótica amalgama ideológica que se hace llamar Izquierda Abertzale, para que su prensa se sienta en la necesidad de forzar textos y tergiversar declaraciones para vendernos como un gran descubrimiento, algo que, entre su gente se daba por supuesto desde hace muchos años. Me acuerdo ahora, sin necesidad de estrujar más la memoria, de un libro de José Mari Lorenzo Espinosa, editado en Kale Gorria el año 2002, que se titulaba, precisamente, La renuncia nacional del PNV. 1977-2002. Podría citar otros documentos coetáneos, posteriores e incluso muy anteriores en el tiempo -recuérdense, por ejemplo, los trabajos de Justo de la Cueva- pero creo que, por ahora, el ejemplo aducido es suficiente.
La tesis que en esa obra defendía su autor -uno de los historiadores oficiales del entorno ezkerabertzaleico- era la de que, al menos desde 1977, el PNV había abdicado de su ser nacionalista, para plegarse vergonzosamente a las imposiciones de un españolismo rampante, asumiendo para Euskadi una salida política de dimensión meramente regional.
Cuando menos desde la aprobación de la ponencia de Iruña, la línea política seguida por el PNV constituye, a juicio de Lorenzo Espinosa, una traición en toda regla a la causa nacional vasca. Es más. Según su entender, ningún lider del partido puede sustraerse a esta grave irresponsabilidad. Ni tan siquiera el veterano Juan de Ajuriaguerra, al que se acusa de «perpetrar», mediante la firma de los pactos de la Moncloa, la «más escandalosa ingerencia vasca en un problema español, desde la presencia de Manuel Iujo en el Gobierno de 1936».
¿Qué sentido tiene el hecho de que, ahora, Gara se empeñe en denunciar como algo tan grave como novedoso, lo que entre las gentes de Batasuna se venía formulando ya como un axioma incontestable desde hace más de un lustro? ¿Acaso se les ha acabado la munición dialéctica y han de recurrir sistemáticamente a los mismos cartuchos? Si la renuncia nacional del PNV era tan evidente desde hace años, ¿cómo se justifica su conversión en grandes y alarmantes titulares, respaldados por «sesudos» editoriales?
La respuesta es clara. La coyuntura y sus circunstancias. Una coyuntura y unas circunstancias que, no por casualidad, llevan al editorialista de Gara a revisar cuidadosamente las tesis de Lorenzo Espinosa, para adaptarla a los requerimientos políticos del momento.
En 2002, Lorenzo Espinosa no dudaba un ápice en sostener que la acusación de haber renunciado a la reivindicación nacional vasca era achacable al PNV de toda la vida. A todo el PNV. Al de Ramón Sota. Al de José Antonio Agirre. Al de Juan de Ajuriaguerra y Manuel de Irujo. Al de Arzalluz, Garaikoetxea, Ardanza e Ibarretxe. En la contraportada de su libro, se afirmaba sin titubeo alguno que «Los burukides actuales y la línea presente (y, si nadie lo remedia, la futura) del PNV son ya puro <michelín> autonomista, dignos herederos del constructivismo españolista de Sota, Kizkitza, Aguirre…e indignos sucesores del músculo abertzale de los Gallastegi, Aberri, Jagi-Jagi y, por supuesto, del corazón independentista de Sabino Arana«. Nótese que, en 2002, los «burukides actuales» que marcaban la «línea presente» que Lorenzo denostaba, estaban encabezados por Xabier Arzalluz.
El editorial de Gara correspondiente al día 22, es más ponderado. Comparte con Lorenzo la tesis de la renuncia nacional del PNV -aunque, sorprendentemente, pretenda presentarnos hoy, como una gran novedad, lo que aquél ya denunciaba hace varios años- pero no ve tan claro que la responsabilidad de esta renuncia corresponda al PNV de toda la vida, esto es, al PNV de Sota, Agirre, Ajuriaguerra, Irujo, Arzalluz, Garaikoitxea, Ardanza e Ibarretxe. No. Las exigencias de la coyuntura le llevan a Gara a esbozar ahora la posibilidad -avalada, a su juicio, por «bastantes militantes y simpatizantes jelkides«- de que la actitud presuntamente claudicante que detecta en el partido fundado por Arana sea consecuencia del «golpe de mano ejercido por aquellos que Arzalluz aupó hasta la cúpula y que luego le traicionaron«.
Para demostrar que la abdicación nacionalista del PNV implicaba a todo el partido, el libro de Lorenzo publicaba en la contraportada una fotografía en la que se veía a Xabier Arzalluz estrechando, sonriente, la mano al Juan Carlos I, rey de España. Gara sugiere ahora que esa abdicación pueda ser obra de gente que traicionó a Arzalluz. Es decir, de una fracción muy concreta y perfectamente definida del partido. Antes, el máximo responsable del desaguisado era Arzalluz. Ahora, los que «le traicionaron«.
Interesante y calculado matiz. ¿A qué responde?
Mañana intentaré desentrañar sus razones.
Como se nota que usted,sr.erkoreka no es mas que un michelin más de la guía del pnv.Usted es muy injusto porque en su análisis se olvida de Joseba Egibar y de Iñaki Gerenabarrena.Estos señores no entran en la descripcion que usted hace.Estos jeltzales son patriotas,abertzales,independentistas y muy consecuentes.No como usted y no como ustedes que venden Euskal Herria por un plato de lentejas.
Estimado Josu Erkoreka:He repasado la información que firmaba en la edición del 22 de julio en GARA y no he encontrado por ningún lado que yo llegara a extraer ninguna conclusión en el mismo y menos la que usted señala en el primer párrafo del escrito. Tampoco creo que la noticia fuera un collage y menos aún caprichoso, aunque todo sea opinable. Simplemente, introducía unas afirmaciones de Andoni Ortuzar e Iñigo Urkullu para situar a los lectores de GARA en qué es Think Gaur Euskadi y a continuacín resumía el documento base Euskadi-Europa y no frases sueltas del mismo, sino su parte nuclear. No creo que hay nada sacado de contexto ni opinión alguna en la noticia. Si hay algo del contenido de la información que no le satisface, no veo que el problema esté en el periodista, sino en el documento con el que se hizo la información.AtentamenteIñaki Iriondo
Creo, sinceramente, que arresebeitia no se entera. Pero si la publicación de sus comentarios en este blog contribuye a elevar su autoestima y a proporcionarle alguna satisfacción personal, no será por mí por quien permanecerán ocultos. Es bueno velar por el bienestar del prójimo.
Iñaki Iriondo responde a mi comentario, para poner en cuestión el equilibrio -y, con ello, la ponderación o corrección- de la escueta valoración que hago, en el primer párrafo del post, sobre la información que firmaba en la edición de su periódico correspondiente al 22 de julio.
No soy periodista aunque, por motivos que todo el mundo puede adivinar, llevo ya algunos años tratando con los medios de comunicación social y los profesionales que trabajan en los mismos. Este contacto me ha permitido dotarme de unos criterios sobre la actividad informativa que, admito, de entrada, son subjetivos, y se pueden ompartir o no, pero que son los que me han guiado a la hora de escribir el post.
Entre los aspectos que más me han llamado la atención de lo que se publica, concretamente, en los medios escritos, se encuentra ese tipo de pieza informativa, en la que, el periodista -por sí mismo o inducido por la dirección del medio- elige un tema para informar sobre él, decide -solo o acompañado- la orientación que va a darle a la información, y se afana, de inmediato, a recolectar una serie de citas que, publicadas entre comillas, puedan servir de aval a lo que se publica, dotándole de una apariencia de objetividad y de una credibilidad que lo convierten en algo poco menos que incontes.
Poco importa si en la orientación decidia para la publicación o en la selección de las citas a publicar se marginan aspectos o datos que podrían matizar -o incluso desmentir- lo publicado. La selección -de la materia sobre la que informar, de la orientación que ha de dársele a la misma y de las citas que deben ilustrarla- está hecha y lo publicado, publicado queda.
Creo que en el argot periodistico este tipo de piezas informativas es conocido como Reportaje, pero no estoy seguro, ni creo que sea, aquí, lo realmente importante.
En El Correo he visto publicados muchísimos reportajes sobre el nacionalismo vasco y, en concreto, sobre la historia y el presente del PNV. En El País, siempre me ha fascinado la extraordinaria capacidad de manipular la realidad pasada y actual del PNV que algún periodista conocido ha exhibido mediante el hábil manejo de este tipo de piezas informativas. En Gara tampoco suelen faltar reportajes más o menos amplios sobre la política vasca muchos de las cuales, por cierto, se dedican, también, a desentrañar las presuntas diferencias internas y pretendidas evoluciones estratégicas de los militantes del PNV y de la propia organización.
Casi nunca alcanzo a vislumbrar, en estos reportajes, un reflejo claro de lo que, en mi opnión, ocurre en el partido. Pero se publican mucho. Y no por casualidad, los acentos de lo que publica El Correo, El País o Gara sobre el PNV, suelen ser muy distintos. Todos los reportajes son objetivos e incontestables. No faltaría más. Todos se basan en citas que reproducen textos escritos o testimonios orales relevantes y ciertos. Pero sus conclusiones no sólo suelen discrepar, sino que, en ocasiones llegan a ser antagónicas. Mientras unos dicen que el PNV está en el monte, otros le acusan de vender la idea nacional por un plato de lentejas. Supongo que las líneas editoriales de los diferentes medios influirán en esta subjetivización de lo que, en sí misma,es una información objetiva e incontrovertible.
El periodista -con la connivencia del medio- tiene ante sí un amplio abanico de temas a elegir. Puede escribir sobre las razones por las que la izquierda radical vasca condena explícitamente los atentados del terrorismo islámica y no es capaz de hacer lo mismo con los de ETA. Puede escribir sobre los motivos por los que De Juana Chaos se muestra refractario a la disciplina de los presos de ETA o sobre las razones por las que algunos abogados de presuntos miembros de ETA adoptan actitudes que, a priori, no parecen las más favorables para los intereses de sus defendidos en juicio. Pero no. Elige, para informar sobre él, otro tema. El de las evoluciones ideológicas del PNV. ¿Por que? Por casualidad, seguramente. No hay mala intención. O quizás, debido a un interés altruista por la calidad y la autenticidad abertzale de las reivindicaciones que se formulan desde el nacionalismo vasco. Alguien tiene que ejercer de defensor fidei.
Una vez elegido el tema sobre el que informar, el periodista pude recurrir, para documentarse, a las ponencias doctrinales que marcan las referencias ideológicas del PNV. Pues no. Se recurre a un documento que está concebido como guía para la acción institucional, donde la referencia a los marcos -el foral navarro y el transfronterizo con Iparralde- es obligada si se pretende actuar pisando tierra.Y la conclusión de todo ello -gráficamente recogida en los titulares- es que el PNV considera que Nafarroa es el entorno e Iparralde un ámbito para la acción transfronteriza, dejándose sugerida una idea que el editorial explicita afirmado la existencia de una debacle ideológica en el PNV.
En el PNV nadie considera que eso sea así, excepto a la hora de diseñar la acción institucional donde, evidentemente, no asumir que eso es así, equivale a cerrar los ojos ante la realidad.
Pero el titular de la pieza informativa que Iriondo suscribe en Gara es el que es. Y el editorial -en cuya concepción y redacción, seguro que Iriondo nada, absolutamente nada ha tenido que ver- descansa sobre dicha pieza informativa para sustentar las afirmaciones que hace, algunas de las cuales reproduzco literalmente en el post y sirven de base para el argumento central de mi comentario.
En fin. ¿Qué puedo decir yo, sobre estos temas, que un profesional de la información no conozca?
Agradezco la respuesta de Iriondo, y su interés por el Blog. De su aportación, me quedo con la frase en la que, tras emitir su punto de vista, admite que sobre estas cuestiones, «todo sea opinable». Dejémoslo ahí.
Aunque algo tarde por las fechas, me gustaría decir respecto a las citas del sr. Erkoreka sobre La renuncia nacional del PNV, que, en efecto, al contrario que él, Iriondo de GARA parece no haber leído este libro. Pasa en las mejores familias. Por otro lado lo único que hago en él y en otros textos es seguir la línea abierta en los años 20 por Aberri y luego Jagi-Jagi de denuncia del regionalismo sotista frente a la ortodoxia aranista, que tras la muerte de Arana y la salida de Gallastegi y los mendigoizales (años treinta)se adueñó definitivamente del partido.Ya me gustaria haberlo descubierto yo. Pero la realidad es, ya se sabe, que somos enanos subidos a hombros de gigantes. La línea correcta nacional, desde mi punto de vista de lector de los textos históricos del nacionalismo va desde los Arana a ETA, pasando por nombres como Kondaño, Gallastegi, Trifón, Txillardegi,Krutwig, Etxebarrieta y un largo etc. hasta hoy. Una larga lista en la que me resulta imposible incluir a ningún jelkide. Por cierto de esta renuncia,no se libra desde luego Ajuriagerra, ni por supuesto Aguirre y mucho menos Arzalluz o Garaikoetxea. Y con todos los respetos, y a despecho de muchos, ni siquiera Egibar. Asko sentitzen dut.
¡No te quejarás, Josemari, de la publicidad que le hago a tu libro!
Respeto tus opiniones, pero me parece un poco forzado que gentes que han defendido puntos de vista tan diferentes en muchos temas como Luis Arana o Krutwig, por ejemplo, formen, a tu juicio, una cadena coherente que marca nada menos que la «línea correcta nacional».
No hay manera de saber con total certeza lo que Sabino Arana opinaría si existiese hoy en relación a lo que dice y hace ETA pero tengo para mí que le parecería algo espantoso. Pero admito que haya quien piensa que Arana y ETA están en la misma línea. Ántonio Elorza (perdón por la referencia) es también de la misma opinión. Yo, insisto, no comparto semejante visión. La costra marxistoide que acompaña a ETA le produciría sarpullidos a Sabino. Y a Luis. Y a Kondaño, ni te cuento. Y a Gallastegi, me temo que también.