El viernes por la tarde, me llamaron de Radio Nacional de España, para hacerme una breve entrevista en torno a lo sucedido el jueves en Arrasate. Cuando entré en antena, se encontraba hablando Carmelo Barrio, que intentaba justificar, tan torpe como nerviosamente, la abstención de la concejal del PP en el ayuntamiento de Mondragón.
La culpa de todo, según Carmelo, la tenían los autores de la moción ética que la edil de su partido no apoyó. Es decir, el PSOE y el PNV, que no habían presentado ya la moción de censura contra la alcaldesa. Poco le importaba a Barrio el hecho de que ni tan siquiera la moción ética contara con los apoyos necesarios para ser aprobada. El PP quiere más madera. Madera que no sirve para la combustión -porque a la vista de lo ocurrido es evidente que cuanto más radical sea la moción, menos posibilidades tiene de prosperar- pero que le permite vender ante la opinión pública una imagen de rotundidad e intransigencia contra «los violentos», que les resulta rentable en términos electorales. Y ya se sabe que la rentabilidad electoral es la rentabilidad electoral.
Ya para concluir, el locutor le preguntó sobre las declaraciones que la prensa atribuía a Mariano Rajoy, en las que expresaba su propósito de mejorar las relaciones con los nacionalistas vascos y catalanes. Carmelo elevó el tono, impostó la voz y respondió algo así como que es imposible mejorar relaciones con gente como la del PNV que quiere lo peor para los vascos. En resumen, Carmelo Barrio no puede mejorar sus relaciones con nadie. Ni con el PSOE, que sigue instalado en la idea de romper España y entregar sus despojos a los terroristas, ni tampoco con el PNV que está en el monte acechando contra la convivencia democrática y sólo quiere dividir, romper, etcétera.
Las afirmaciones de Carmelo Barrio me hicieron recordar una entrevista de María San Gil que hace pocas semanas publicaba El Correo. Su posición era muy parecida. Con Patxi López no era posible mejorar relaciones a corto plazo porque, según aseguraba la presidente del PP vasco «La última vez que estuve con López fue cuando convirtió en mitin político la capilla ardiente por Isaías Carrasco. Es difícil después de semejante desprecio reconducir las relaciones». Pero para María, el panorama no era más halagüeño con el PNV. «No es que nosotros no nos queramos acercar. Pero el PNV interpreta el diálogo como un método para darle la razón. Y a eso no estamos dispuestos».
Como se ve, ni con unos, ni con otros. El pretexto que en cada caso se aduce es lo de menos. El hecho cierto es que al PP del País Vasco no le resulta posible relacionarse ni con el PSOE ni con el PNV. Por no ver, ni tan siquiera ve factible reunirse a dialogar con ellos, aunque sea para dejar constancia de las enormes diferencias que les separan. Con respecto al PNV María San Gil llega a sostener que «Dialogar para nada es absurdo». Por tanto, ni eso. Y como supongo que lo dicho con respecto al PSOE y al PNV será aún peor si se aplica a EA, Aralar, Ezker Batua o ANV, es claro que el PP se encuentra sólo. Pero no les importa, porque le asiste la razón. Está en posesión de la verdad. De la verdad absoluta. El problema se encuentra siempre en los demás y, en última instancia, en los propios ciudadanos vascos, que no acaban de darse cuenta de este hecho y sólo les han dado 3 de los 18 escaños que Araba, Bizkaia y Gipuzkoa tienen asignados en el Congreso de los Diputados.
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