El lunes fui a la ópera. Se representaba La Battaglia di Legnano de Verdi, con libreto de Salvatore Cammarano. Musicalmente, es una obra muy verdiana. Alegre y sugerente. Argumentalmente, es un exaltado alegato nacionalista en favor de Italia. En los textos late la idea de una Italia esencial, que reclama la adhesión ferviente, la entrega absoluta y, si fuera preciso, hasta el derramamiento de sangre de sus hijos. De hecho, la entrega de la propia vida por la salvación de la patria, está presente a lo largo de toda la obra.
Cuando Rolando, uno de los dos protagonistas masculinos, se despide de su familia para dirigirse al frente de guerra, abraza a su hijo y le pide a su mujer:
«Díle que es de sangre italiana,
dile que es de mi sangre,
que de los mortales no es juez
la tierra, sino Dios.
Y después de Dios, enséñale
a respetar la patria»
Su compañero, Arrigo, tenor y protagonista principal, se alista en Los Caballeros de la Muerte, para acudir al campo de batalla bajo el solemne juramento de «poner fin a los males de Italia expulsando más allá de los Alpes a sus tiranos». Su compromiso es férreo y radical: «Antes que retirarnos, antes que ser vencidos, juramos caer muertos entre las armas». La obra termina con la muerte de Arrigo, que ante la presencia de la bandera italiana, exclama:
«¡Ah! esa enseña…
es el último deseo
de un corazón moribundo»
Y en el momento de expirar, grita:
«¡Italia está salvada, está salvada!
¡Yo muero…y bendigo al cielo!
No es una de las obras más representadas de Verdi. Pero es muy representativa de la posición política que Verdi mantuvo en relación con la unificación italiana.
Todos los países tienen su propio imaginario nacional. Y en todos los países, ese imaginario patriótico se construye a base de pasión, sacrificio y sangre. Italia, como se ve, no es en esto una excepción.
Pero en Euskadi, hay gente que cree -o hace creer- que sólo el imaginario vasco cuenta con esos elementos. Si en lugar de en Legnano, la batalla que musicalizó Verdi se hubiese ubicado en Arrigorriaga, en Euskadi habría toda una red de catedráticos, intelectuales y asociaciones cívicas analizando la obra e intentando descubrir en ella las claves de la violencia que anida en el código genético del nacionalismo vasco, imregnando todas sus manifestaciones. Pero como se sitúa en Legnano, la obra es una magistral composición de Verdi, en la que el ingrediente violento, no pasa de constituir una an
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