Hoy no es un día adecuado para hacer comentarios políticos. Ni a los políticos se nos permite hacerlos. Hoy es un día que, en nuestro entorno cultural, se consagra a la familia, a los amigos y a cultivar la solidaridad con todos los seres humanos. Un día para el recogimiento y la celebración de la fraternidad.
Por la mañana, he subido a la cumbre del monte Jata a visitar el Belén que anualmente instalamos allí para el periodo navideño. Este año no pude participar en su colocación, porque mis diversas ocupaciones me impidieron participar en la expedición montañera que fue a hacerlo. Pero como hoy hacía un tiempo espléndido, he dedicado la mañana a la montaña.
Por la tarde, me he desplazado a Matxitxako con mi hijo Jokin, a fotografiar la puesta de sol del solsticio de invierno. El resultado ha sido sensacional. El sol se ha puesto muy al sur -lejos, muy lejos del horizonte marítimo tras el que suele esconderse en verano- pero el efecto de luz ha sido soberbio. Pese al frío, Jokin y yo hemos disfrutado mucho del momento.
Ahora, después de oscurecer, nos vamos a ver el Olentzero; el carbonero de saque pantagruélico al que la tradición vasca atribuye la misión de comunicar por los caseríos la buena nueva del nacimiento de Jesús.
Sobre la figura del Olentzero, existe una reseña que el insigne periodista Manuel Aznar escribió en el diario Euzkadi el 24 de diciembre de 1916; es decir, hace exactamente 92 años, que no me resisto a reseñar aquí. Es un fragmento muy bonito que constituye todo un testimonio etnográfico sobre lo que, a principios del siglo XX, representaba la figura del carbonero en la frontera entre Nafarroa y Laburdi.
“Pensando en el Gabon, en la tradición del Olentzaro, en las noches alegres, de clásico humor en las comidas de los caseríos vascos, he recordado a estas familias de Laburdi, con las que pasé un día inolvidable.
El Olentzaro -se ha dicho- parece, ante todo, un personaje laburdino. Será difícil encontrar un rincón de la tierra en donde se celebrase con un humor más abierto y encendido la noche de Navidad. Después de las misas del Gallo, los muchachos de Sara, de Ezpeleta, de Ustaritz, de Cambo de Ainhoa, de Sant Pée, corrían las calles, cogidos de las manos, cantando la vieja canción del Olentzaro, riente y un poco glotón, preocupado con su gran pellejo de vino viejo. Parecía que en estos días los pueblos de Laburdi se iluminaban con una luz más adorable que la de todos los días del año”.
Gabon,
zorion,
eta ametsik onenak
ondo jagon.
Zorionak
todo lo mejor a los que persiguen el bien comun siempre con la ideología y el trabajo, nunca con la violencia, gracias por la fotografia, tenemos en toda la cornisa cantabrica paisaje inolvidables. Y al Olentzero junto con los Reyes pedirles que no nos dejen .