Esta mañana, he asistido con Pedro Azpiazu al desayuno informativo que Anxo Quintana, máximo líder del BNG y vicepresidente de la Xunta de Galiza ha ofrecido en el Foro Nueva Economía de Madrid.
Nos ha llamado la atención la ausencia de representantes de CiU -no vimos uno sólo, ni de Convergencia ni de Unió- y la escasez de senadores. Anxo fue senador durante varios años y es, sobre todo, en la cámara alta, donde trabó sus principales relaciones parlamentarias. Pero lo cierto es que, en la mesa VIP del salón, sólo había dos miembros del Senado: Fraga y el senador del BNG Xosé Manuel Perez Bouza. Aunque, afortunadamente para esté último, no estaban juntos. Dios sabe lo que don Manuel hubiese podido hacer con él, si llega a caer presa del incontenible deseo de colgarle «de alguna parte«.
Anxo tiene un discurso sólido y bien trabado. No es amigo de los mensajes huecos. Y adopta una actitud ante el auditorio que transmite una imagen de ponderacion y honestidad. Sin estridencias, pero sin claudicaciones. Es un hombre con las ideas claras y una gran capacidad de comunicación.
Fiel a los presupuestos ideológicos de la formación política que preside, Anxo reivindicó el protagonismo de lo público en la ordenación de la economía y la corrección de los excesos del mercado y resaltó el papel que pueden -y deben asumir- los poderes autonómicos frente a la crisis económica. En este sentido, reclamó para el Gobierno de Galiza el propósito y la ambición de apurar las posibilidades que ofrece el autogobierno, para modelar fórmulas propias de organización social y cauces específicamente gallegos para el desarrollo de la economía y de la industria, con arreglo a su tradición y a sus propias potencialidades.
Hizo también una apuesta clara en favor de la reforma estatutaria, señalando los cuatro puntos básicos que, a su juicio, habría de observar la modificación que requiere la norma institucional básica de su tierra: El reconocimiento nacional de Galiza; el otorgamiento al galego de un status de igualdad lingüística con respecto al castellano; la asunción de los máximos techos competenciales jurídicamente posibles y la consecución de un régimen de financiación suficiente, que enfatice la corresponsabilización de los poderes autonómicos en el acopio y gestión de los recursos necesarios para hacer efectivo el autogobierno.
Sobre la marcha de la coalición que gobierna Galiza, nos dio un dato que me pareció muy ilustrativo, ahora que nuestros socios en el Gobierno vasco empiezan a desmarcarse de la obligada solidaridad intragubernamental y se permiten la ligereza de votar en el Parlamento en contra de la gestión desarrollada por el ejecutivo compartido, censurando a algunos de sus compañeros de Consejo. En cuatro años, la coalición PSOE-BNG, que sólo suma un escaño más que el PP, no ha perdido una sola votación. Ni una sola. Se ha discutido mucho, se ha debatido hasta la saciedad, pero las diferencias nunca han quedado en evidencia.
Finalmente, Anxo se ratificó en la denuncia que el BNG viene haciendo del funcionamiento del sistema electoral en lo que se refiere al voto de los residentes ausentes. En el Estado español -afirmó- los ciudadanos residentes en el extranjeros son incorporados de oficio al censo electoral, no a instancias del interesado. Los votos se remiten de oficio a sus domicilios, de suerte que un miembro de la familia puede votar por toda ella. Y, por si todo ello fuera poco, votan ciudadanos fallecidos hace años.
Las irregularidades en el voto de los residentes en el exterior son, en resumen, muchas y frecuentes. Pero como benefician indefectiblemente al partido que se encuentra en el poder -¿por qué será?- el PSOE y el PP su suceden en su uso y disfrute, de manera que se resisten a modificar el sistema cuando ocupan el Gobierno y ponen el grito en el cielo cuando se encuentran en la oposición. El único que se opone siempre -porque siempre resulta perjudicado- es el BNG. Pero pasa el tiempo y las cosas no se mueven. Y las irregularidades persisten, obviamente.
Anxo calificó la situación actual de auténtico escándalo antidemocrático. Y a renglón seguido lanzó la siguiente pregunta: ¿Se imaginan ustedes el ruido que podría llegar a hacer determinada prensa si estas irregularidades beneficiasen a un partido nacionalista en el territorio que gobierna?
Yo sí, le respondí después de concluida su intervención. Me lo imagino. Vaya si me lo imagino. Volveríamos a oir hablar de la maldad intrínseca a los nacionalismos irredentos que son, por esencia incompatibles con la modernidad, la transparencia y la democracia etcétera, etcétera, etcétera.
¿No les da verguenza a los nacionalistas alabarse mutuamente? Son ustedes incorregibles.