Durante el pasado mes de noviembre, la prensa ha recordado el septuagésimo aniversario de la «kristallnacht» o Noche de los Cristales Rotos; el tétrico episodio antisemita organizado por el régimen nazi, en el que una pléyade grupos armados auspiciados por el poder, destruyeron impunemente numerosas sinagogas y saquearon sin piedad cientos de establecimientos comerciales y viviendas particulares de los judíos residentes en Alemania, dando comienzo a una política de agresión sistemática contra el semitismo que, con posterioridad, sería conocida como Holocausto.
En aquel momento, la prensa afín al bando franquista -en noviembre de 1938 todavía no se había terminado la Guerra Civil- justificó y/o exculpó las agresiones, entre laudatorios aplausos a un régimen que servía de modelo y guía para el Movimiento salvífico que, bajo la diestra mano del Caudillo, había de liberar a España del siniestros ataque del comunismo, el masonismo y el judaismo.
Pero años atrás, la Alemania de Hitler había impulsado ya algunas políticas de carácter antisemita. También entonces, los planteamientos xenófobos del Führer encontraron apoyo entre nosotros. Y no precisamente entre los nacionalistas vascos. En Bilbao, había una tertulia intelectual -la del Lyon d´Or- que agrupaba a un puñado de apasionados nacionalistas españoles de sesgo marcadamente autoritario. En sus reuniones, se siguió con interés y entusiasmo el ascenso del Hitler al poder y la puesta en marcha de sus ideas totalitarias. Una de las publicaciones periódicas que circulaban de mano en mano entre los contertulios, La Conquista del Estado, fue el órgano oficial del grupo de Ledesma Ramos que, a finales de 1931, contribuiría a la constitución de las JONS. En sus páginas se publicaron artículos de opinión firmados por Hitler y Mussolini, y se editaban extensos reportajes laudatorios del nazionalsocialismo alemán.
El antisemitismo, más o menos explícito y virulento, formaba parte del humus en el que respiraba el cristianismo de la época. Hábilmente manipulada, la responsabilidad de los judíos en la crucifixión de Jesús de Nazareth, se había trocado en toda una causa de combate militante para los católicos, de suerte que la connivencia, e incluso la mera simpatía, con alguna iniciativa de origen semita, era motivo de grave recriminación.
En este entorno ambiental, el año 1932 se difundió por las iglesias de Bilbao, un libelo que llevaba por título Judaísmo, Nacionalismo y Comunismo. El folleto defendía la tesis de que, aun cuando el PNV se proclamase formalmente católico, su doctrina y su acción política estaba, de hecho, facilitando el influjo del comunismo y del judaísmo. Su autoría -de esto no había duda- se situaba en el ámbito del tradicionalismo españolista. La difusión del libelo generó un intenso movimiento defensivo por parte del PNV, que recurrió al Obispo de la Diócesis e incluso al Nuncio de Su Santidad, para que deautorizasen públicamente los planeamientos que se formulaban en el mismo.
Pues bien, en este contexto tan asfixiante -un marco en el que la realización del más leve gesto de simpatía en favor los judíos podía deteriorar la imagen y la consideración pública de quien lo hiciese en los ambientes católicos y conservadores- el PNV acordó, a mediados de 1933, enviar a la Sociedad de Naciones -el antecedente de la ONU- la más firme protesta del partido «por la persecución de que son objeto los judíos en Alemania».
Así consta en una carta que el Bizkai Buru Batzar remtió a Manuel de Irujo el 27 de junio de 1933 y que puede encontrarse en su archivo personal.
Que tomen nota los que se refieren a los militantes del PNV como nazionalistas. Entre los colaboradores habituales de este blog hay alguno al que le gusta hacerlo. Pues que retenga este dato. Entre nosotros, las simpatías con el nazionalsocialismo corrieron siempre a cargo de de los españolistas disfrazados de liberales que se reunían en la tertulia del Lyon d´Or y de los tradicionalistas, también españolistas, que difundieron por Bilbao libelos críticos con el PNV en los que equiparaban a los judíos con la escoria más despreciable de la sociedad contemporánea.
El PNV, también, entonces, se encontraba en la vanguardia de la defensa de los derechos humanos.
¿Estás seguro, Josu, de que existe esa carta que citas? Nunca habia oído hablar de ella. Bueno, la verdad es que le que he oído es más bien lo contrario. Se ha hablado mucho del antisemitismo del PNV ultracatólico del pasado.
La carta existe, Alberto. Conservo una copia en mi archivo personal. Y lo del antisemitismo del PNV -más allá, de las anécdotas personales, que no voy a negar- es un tópico más de lo que han convertido el ataque indiscriminado al nacionalismo vasco en una auténtica profesión.
La mejor prueba del interés del PNV en la defensa de los derechos humanos nos la dió cuando eligió a Josu Ternera como Presidente de la Comisión de Derechos Humanos en el Parlamento Vasco. ¡Obras son amores!
Usted, señor Saavedra, ¿de qué equipo es? ¿De los que nunca condenaron el franquismo, de los que nunca condenaron el batallón vasco-español, de los que nunca condenaron el Gal o de los que aplaudían cuando se condecoraba a los guardia civiles condenados por torturas?
Yo soy de los que creen que un etarra no puede ser el paladin de los derechos humanos en Euskadi. Todo lo demás que Vd. dice no me afecta en absoluto. Ah!, por si le interesa, mi equipo es el Barça
¿Un etarra ocupó escaño en el Parlamento vasco sin que Mayor Oreja, a la sazón ministro de Interior del reino de España, se adentrara en el recinto de la cámara y lo detuviera de inmediato? ¿Un etarra se paseaba impunemente por las calles de Euskadi sin que Aznar echase sobre él los cuerpos de élite de la policía? ¿No le parece un poco raro? ¿No será que nadie tenía pruebas para probar en un juicio que era verdad la leyenda que le acompañaba?
Tomo buena nota de que don Josu Ternera no es un etarra (para Vds), corto y cierro. Abur
O sea, que para Vds. don Josu Ternera no era/es un etarra. Eso explica algunas cosas. Abur
Lo que yo considere sobre Josu Ternera importa poco. Le he preguntado si no le parece raro que, siendo de ETA, los demócratas sin complejos de Aznar y Mayor Oreja le permitieran pasearse por la calle a la luz del día sin detenerlo inmediatamente. Porque si era etarra, lo tenían que haber detenido. Vamos, creo yo. ¿Y usted Saavedra? ¿Qué piensa usted?¿prevaricaron?
Paso de sus veladas acusaciones, que no me afectan, pero si quisiera decirle que aunque, en efecto, en aquel momento no existieran pruebas válidas para imputarle judicialmente, si existían las suficientes sospechas (luego confirmadas) como para no convertirle, precisamente, en paladin de los derechos humanos en Euskadi. Eso es todo y lo demás son ganas de justificar algo que para mi no tiene ninguna justificación.
Parece que algo avanzamos. Al principio era un etarra. Ahora admite usted que en aquel momento no existian pruebas validas para imputarle judicialmente. Luego, un parlamentario elegido por el pueblo que no es judicialmente imputable por ningún delito, puede ser elegido presidente de una comisión, digo yo. Aunque puede ser que el que no puede ser considerado paladin de los derechos humanos sea usted que tan paladinamente desprecia la presunción de inocencia.
Venga Aitzol! Diga Vd. lo que diga, el PNV se equivocó (¿o no?) nombrando a este individuo para dicho cargo. Me parece a mi que tambien serían presuntamente inocentes los demas miembros del Parlamento Vasco, pero se eligió a Ternera (que, al menos, era sospechoso) por algun cálculo politico indefendible bajo mi punto de vista. ¿Le parece que lo dejemos?
Lo dejamos, después de comprobar que usted baja mucho el pistón.
Me alegro, Victor y Aitzol, que arrinconéis el debate que os enfrentaba en torno a Josu Ternera. Francamente, no sé cómo ha podido derivar en esa dirección un post en el que hablaba del PNV y de la apuesta que históricamente ha hecho en favor de la vida y el respeto a los derechos humanos.
El nombramiento de Josu Ternera como presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento vasco es una anécdota que, a mi entener, no empaña en absoluto una trayectoria histórica firmemente comprometida con la defensa de la vida. Más allá de la simpatía personal que pudieran sentir por Ternera y su trayectoria personal quienes le auparon a la presidencia de la Comisión, tengo para mí que la mayoría albergaban el propósito -creo que loable- de atraer al terreno de los derechos humanos a alguien que no parecía haber estado muy vinculado a su respeto sistemático. Nunca comprenderé a quienes se empeñan en que el malo siga siempre siendo malo, y prefieren empujarle en ese sentido, cerrándole las puertas a la conversión.