¿Quien decía que la prensa afín al PP zurra sin piedad al PSOE?
Pues no es verdad. O, al menos, no lo es en todo tiempo y lugar.
Es cierto que en los asuntos que enfrentan al PP y al PSOE, la prensa de la derecha toma siempre posiciones a favor del PP. Y es cierto, también, que eso entraña, no pocas veces, la necesidad de criticar al PSOE con dureza y acritud; tarea que los epígonos mediáticos de los populares saben cumplir con maestría y eficacia.
Pero cuando se trata de responder a una reivindicación formulada desde el nacionalismo vasco, la cosa cambia. En ese tipo de supuestos, los medios del PP que con más furia combaten a los socialistas, pueden mutar radicalmente su actitud y pasar a cerrar filas con el PSOE, en el empeño compartido de oponerse a las peticiones vascas. Ya se sabe: Lo primero es lo primero. Y la patria es la patria. Y une tanto, que a la hora de plantar cara al enemigo común, los medios conservadores que habitualmene ejercen de látigo de los socialistas pueden convertirse -y con frecuencia lo hacen- en los más incondicionales aliados del PSOE.
Esta reflexión se me suscitó ayer cuando leía un artículo publicado en el ABC bajo el título: «Preocupación por la transferencia de la I+D al Gobierno Vasco. Políticos y científicos creen que Zapatero no debe ceder a las presiones».
El artículo comienza ensalzando a Cristina Garmendia y aplaudiendo la oposición que la ministra ha expresado «al menos en dos ocasiones (en Sevilla y en San Sebastián)» a la transferencia de esta materia al País Vasco.
¿Puede el ABC elevar a los altares a una ministra de ZP? Ya ven que sí. Sólo hace falta que se den las circunstancias adecuadas para ello. Y la posibilidad de dar en las narices a los nacionalistas vascos constituye, sin duda, una de esas circunstancias.
A partir de ahí, el artículo se dedica a recoger la opinión de los «políticos y científicos» que, según reza el subítulo, creen que «Zapatero no debe ceder a las presiones» del nacionalismo vasco.
A la vista del titular, alguien podría pensar que la firme posición de la ministra, cuenta con el respaldo de un amplísimo grupo de científicos independientes y de primera línea, que apoya sus tesis sobre razones sólidas y bien argumentadas. Nada de eso. Sólo se aporta el testimonio de cuatro, que nada tienen de independientes, porque todos cuatro tienen un pesebre que defender y, además, respaldan su posición con argumentos aparentes, pero endebles.
El primero es Carlos Martínez, Secretario de Estado de Investigación. No es partidario de la transferencia y asegura estar «completamente de acuerdo» con la ministra. ¿Qué va a decir el segundo de a bordo de la ministra en un asunto en el que esta se ha expresado de forma tan vehemente? Secundarle, obviamente. Aparte de que no será él, como cabe suponer, el que más entusiasticamente se adhiera a una iniciativa que persigue rascar un poco la bolsa que gestiona, ¿no?
El segundo es Rafael Rodrigo, actual presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). ¿Alguien concibe que quien ocupa este cargo pueda decir algo distinto a lo que dice? Rafael Rodrigo depende de Carlos Martínez y de Cristina Garmendia. De los dos. Y es evidente que no les va a contradecir. Y es evidente, también, que no va a facilitar que le priven de algunos de los fondosque tiene a su cargo, por limitados que estos sean.
El tercero es César Nombela, un microbiólogo que fue presidente del CSIC. Es decir, otro que tiene que velar por su pesebre.
Y el cuarto es Joan Guinovart, presidente de la Confederación de Sociedades Científicas de España (COSCE), que es el único que duda sobre el particular: «No sé si sería bueno o no -asegura- Hay que pensarlo bien. Estas decisiones hay que debatirlas despacio y no se pueden tomar alegremente sin analizar el futuro».
Visto el amplísimo y enormemente heterogéneo elenco de «políticos y científicos» que, según el ABC se oponen a la transferencia de la Investigación Científica a Euskadi, veamos ahora las razones que aducen para fundamentar su posición.
Martínez dice que «lo mejor es la cooperación mutua entre ambos gobiernos, no el enfrentamiento». De acuerdo. Pero para que haya cooperación, cada Gobierno tiene que contar primero, con lo que legalmente le corresponde, ¿no? Primero se da a cada uno lo suyo, y después se coopera. Pero eso, exige la previa transferencia.
Dice además, que le preocupa el futuro del CSIC. Es normal que le preocupe. Es su jefe. Allí está su pesebre. Pero ¿acaso no le preocupa el cumplimiento del Estatuto? ¿Debe anteponerse su preocupación por el futuro del CSIC al cumplimiento de la Ley? ¿Se puede aducir una preocupación como esa para justificar el incumplimiento de la Ley? A todos los funcionarios del Estado les preocupaba el futuro del servicio que gestionaban, cuando se llevaron a cabo las transferencias que exigía el Estado Autonómico. Se jugaban su futuro profesional ¿Pero acaso fue esa una razón determinante para bloquear el traspaso?
Y, en fin, Martínez añade que «la Ciencia es global y no fragmentada, y para eso tenemos que actuar juntos». Claro que la Ciencia es global. El horizonte del conocimiento es el mismo para toda la comunidad científica y el reto de superarlo es común a todos los profesionales de la investigación. Eso es innegable. Pero la investigación, nos guste o no, está fragmentada. España tiene la suya, Francia la suya, el Reino Unido la suya, y así sucesivamente. Pero eso, al parecer, no le preocupa a Martínez. La fragmentación de la ciencia en Estados no le inquieta porque, claro, eso le permite a él tener su pesebre.
¿Que es necesario aunar esfuerzos para afrontar los grandes proyectos de investigación? Por supuesto que sí. Pero los esfuerzos se aúnan desde la convergencia voluntaria de los agentes implicados en la investigación, no centralizando rígidamente las competencias de investigación o negando las atribuciones ajenas. Una defensa coherente de la globalidad de la ciencia nos llevaría a sostener que sólo debe existir una instancia en todo el planeta tierra para gestionar la investigación. Una única instancia. ¿Es ese el modelo que defiende Martínez? No. A Martínez el argumento de la globalidad le sirve para negar la transferencia a Euskadi de la I+D, pero no para cerrar su chiringuito personal y delegar en Europa -o en EEUU, tanto da- el liderazgo único de las políticas de investigación. Para Martínez, la globalidad de la investigación acaba en las fronteras españolas. En proyectos supraestatales es España la que decide si arrima el hombro o no lo hace. Pero en proyectos infraestatales, también. Es España la que decide. Es decir, la Administración Central. Es decir, él, desde su rico pesebre como Secretario de Estado de Investigación.
Como pueden comprobar, coherencia no le falta.
Por su parte, Rodrigo argumenta que si «si se abre esta caja de Pandora (transferencia de I+D) nadie sabe lo que va a pasar después. Tras el País Vasco vendrá Cataluña y después otros». Y pregunto yo: Pero ¿cual es el problema? Vendrán los que tengan que venir según sus Estatutos, ¿no? Por la regla de tres que postula Rodrigo, nunca se hubiese transferido nada a ninguna Comunidad Autónoma. Porque después de la primera vendrían a exigir la transferencia otra y otras. Pero la cuestión no radica en que una trasferencia hecha en favor de una Comunidad Autónoma provoque o no un efecto llamada en las demás. La cuestión radica en si esas Comunidades tienen o no derecho a exigir su transferencia. Esa es la cuestión.
Pero tampoco a Rodrigo le faltan argumentos eufemísticos para defender su redil: «Cuando Europa intenta unirse -asegura-, nosotros parece que queremos hacer proyectos cada vez más pequeños». En esto, a Rodrigo se le puede objeta lo mismo que a Martínez. Si se trata de unirse en Europa, ¿porqué no renuncia a su competencia de investigación, disuelve el CSIC del que es presidente y del que cobra su nómina y transfiere la materia a Europa? ¿Alguien cree que lo hará? ¿No, verdad? Pues que no nos venga con razones en las que no cree y que nunca aplicará.
Finalmente, Nombela se opone a la transferencia porque, según él «significa que la comunidad que recibe la competencia tiene que financiar a sus grupos y dejar de concurrir a los programas nacionales». No tiene ni idea. Se nota que es microbiólogo y no jurista. Estamos hablando de una competencia concurrente. Y eso significa que cada entidad -el Estado o la Comunidad Autónoma- puede hacer su propia política científica, buscando el entendimiento y la coordinación en aras a dotar de una mayor eficacia a la acción de los poderes públicos. La transferencia sólo significa que a Euskadi han de dársele los medios que necesita para definir sus propias líneas de investigación, no que el Estado deba quedar eximido de la obligación de seguir promoviendo la investigación en Euskadi. Después de la transferencia, ambos -Estado y Comunidad Autónoma- serán competentes para actuar en Euskadi en un marco de competencias concurrentes que se habrá que gestionar con la mayor eficacia y eficiencia posibles. Ese es el modelo, amigo Nombela.
Como se ve, la Brunete no descansa. Cabalga de nuevo. Y no precisamente para combatir un proyecto independentista o acabar con peligrosos secesionistas. Lo que esta vez combate es la inocente pretensión de que se cumpla un Estatuto aprobado hace casi 30 años.
La política que practican los socialistas se resume en cinco palabras:¿Qué hay de lo mío?
¡qué dificil es la sensatez y la coherencia pero parece que esta democracia está bastante pobre de madurez y convivencia a ver si la sanamos entre todos
Puede dar los nombres que componen La Brunete Mediática, sí pido el nombre períodicos, televisiones, radios, nos los podría facilitar, muchas gracias.
¿No lo entiendes, Pepe? ¿Seguro que no lo entiendes, o es que no lo quieres entender? Léete de nuevo el post e inténtalo.
Efectivamente, señor Erkoreka la Patria es La Patria ¿verdad que usted lo entiende?Pues eso
Por supuesto que lo entiendo, goyominero. Pero es que yo soy un nacionalista vasco y, por tanto, sectario, aldeano, excluyente, identitario, sentimental y refractario al razonamiento. Lo extraño que esto ocurra con los amantes de la universalidad liberadora. ¿No te parece?