Dicen que el Concierto Económico es una de instituciones que mayor adhesión suscita en Euskadi. Pero una cosa es que todos declaremos nuestra lealtad al Concierto y otra que las conductas de unos y otros sean realmente consecuentes con esa declaración.
Durante la última legislatura, tanto en Educación como en la Ley de Dependencia, el Estado estableció un mecanismo de compensación económica, articulado mediante transferencias financieras a favor de las instituciones autonómicas. En ambos casos, EAJ-PNV enmendó los proyectos de ley para hacer respetar nuestro modelo financiero.
Durante la tramitación del proyecto de Ley de Dependencia, tuvimos de compañero de viaje al PP. Acuciado por UPN, que gobierna en Nafarroa con un régimen de financiación similar al vigente en la CAV, el grupo parlamentario popular presentó idénticas enmiendas que las nuestras, en el Congreso y en el Senado. Desgraciadamente, estas enmiendas no prosperaron. Se opuso a ellas el PSOE.
Al tiempo, sin embargo, el ministerio Solbes se mostró dispuesto a asumir nuestras propuestas y no dejamos pasar la oportunidad. La sorpresa llegó cuando, a la hora de votar la Ley del Cupo, el Grupo Popular, de la mano del diputado Azpiroz, anunció su disposición a abstenerse, argumentando que la solución propuesta ponía en riesgo el Concierto ante la Unión Europea.. Curiosamente, lo que según Azpiroz resultaba tan pernicioso era lo mismo −exactamente la mismo− que lo que su grupo y el vasco habían defendido sin éxito durante la tramitación de la Ley de Dependencia.
Pero, cuando a las semanas le llegó el turno al Convenio navarro, el Gobierno remitió al Congreso un proyecto idéntico al Concierto vasco. Pero en este caso, haciendo alarde de incoherencia, el grupo popular no se abstuvo, como en el caso vasco. Votó favorablemente, sin aportar una sola razón que justificase su diferente conducta.
El último episodio del vodevil se produjo hace unos días, cuando en un acto de presentación de los candidatos del PP a las elecciones generales, Azpiroz aseguró que su programa para la próxima legislatura incluía la revisión de la Ley del Cupo, con el propósito de suprimir los aspectos que en su día criticó en el Congreso. Evidentemente, nada dijo sobre la norma equivalente de Nafarroa. Al parecer es la vasca la única necesitada de corrección. Eso sí, Azpiroz avaló su propuesta asegurando que lo hacía por el bien del Concierto; por el amor que le profesa. Ciertamente, hay amores que matan.
¿Hay diferencias entre el Convenio navarro y el Concierto vasco? Y, si las hay, ¿cuáles son las dos o tres más importantes?
Por qué no se olvidan de Navarra y tenemos la fiesta en paz? El Convenio de Navarra y el concierto vascongado no tienen nada que ver ni lo han tenido nunca.
Básicamente, las dos instituciones responden a un mismo modelo. Las diferencias son de detalle. Debe hacerse notar, sin embargo, que en su desenvolvimiento no todo es idéntico. Las normas navarras que aprueban el régimen tributario tienen rango formal de ley, porque las aprueba el Parlamento navarro. Las vascas, por el contrario, son aprobadas por las Juntas Generales de los Territorios Históricos y no tienen rango de Ley. Las consecuencias que se unen a este hecho son importantes. Las navarras sólo pueden ser recurridas ante el Tribunal Constitucional, por los sujetos que cuentan legitimación para ello. Y las vascas pueden ser recurridas ante los Tribunales de los Contencioso-Administrativo, por cualquiera que goce de la capacidad que se requiere para actuar ante los jueces y tribunales de este orden jurisdiccional. De ahí que las normas fiscales vascas estén permanentemente judicializadas, mientras que las navarras, con el mismo contenido, no son ni tan siquiera impugnadas.
Esto lo hemos querido corregir durante la última legislatura mediante el blindaje del Concierto Económico, pero desgraciadamente no ha sido posible hacerlo porque se han opuesto el PSOE y el PP.
No nos olvidamos de Navarra, porque consideramos que forma parte de la tierra vasca. Algo, por cierto, que ha sido compartido por gran parte de la sociedad navarra, hasta que UPN inoculó la absurda idea de que lo vasco y lo navarro son realidades esencialmente distintas, e incluso refractarias.
Por lo que se refiere a la diferencia que pretende establecer entre el Convenio navarro y el Concierto vasco, no puedo estar más en desacuerdo. Ambas instituciones obedecen, básicamente, al mismo modelo, aunque las normas que los regulen sean formalmente distintas. Tómese la molestia de comparar las leyes aprobadas a finales de 2007 para formalizar el Cupo vasco (y su equivalente navarro, la Aportación) y observará que su contenido es el mismo.