Durante los últimos días, los medios de comunicación no dejan de publicar noticias, comentarios y análisis relacionados con las revueltas que están teniendo lugar en los países árabes de la cuenca mediterránea. La atención se ha centrado, sobre todo, en Túnez y Egipto, que son los Estados en los que más lejos parece haber llegado la fuerza desestabilizadora de las manifestaciones callejeras, pero no cesan las especulaciones sobre el efecto emulación que estos dos ejemplos puede provocar en otros países de la región. Y quien más quien menos, todo el mundo se pregunta, entre sorprendido y desasosegado, qué es lo que está ocurriendo y a qué escenario nos pueden conducir los violentos disturbios callejeros a los que nos aproximan las imágenes de televisión. En Europa, la preocupación es patente. Pero la inquietud no es menor en los Estados Unidos. Los medios de difusión norteamericanos -durante esta semana he tenido la ocasión de comprobarlo personalmente- están dedicando un espacio inusitado a estos acontecimientos, que cubren desde el punto de vista informativo y comentan, con profusión, recabando, para ello, la opinión cualificada de expertos en política internacional, estudiosos del mundo árabe, diplomáticos, antiguos embajadores y eminentes estadistas. En el informativo de un programa de televisión, ví, esta semana, que la crónica sobre las revueltas de El Cairo era completada con la reflexión, que suministraban en directo, de nada menos que un antiguo embajador de los EEUU en este país árabe y el ex primer ministro del Reino Unido, Tony Blair.
Si se tratase de movimientos insurgentes surgidos espontáneamente del pueblo con el exclusivo propósito de derrocar regímenes tiránicos y corruptos, que sofocan la libertad sin propiciar el desarrollo económico y la promoción social de los ciudadanos, la preocupación que estas revueltas suscitan en Occidente, alcanzarían, probablemente, un nivel de intensidad menor. Pero no es sólo eso. La agitación social está teniendo lugar en una región en la que los países desarrollados tienen muchos intereses. Hasta la fecha, esos intereses eran cabalmente defendidos por regímenes autocráticos que, bajo la coartada de la estabilidad política, desarrollaban contra sus súbditos una represión bárbara, que negaba libertades y vulneraba derechos fundamentales. Pero Occidente miraba, en bloque, hacia otro lado, porque el verdugo que protagonizaba esta sórdida represión, era, al mismo tiempo, el amo de llaves que custodiaba su caja.
La irrupción en el escenario árabe del islamismo radical, con sus dramáticas expresiones violentas y sus dantescas realizaciones políticas -piénsese en el Afganistán de los talibanes o en la República Islámica de Irán- ha consistuido un pretexto adicional para que los países occidentales optasen por persistir en el mantenimiento de la situación. Los dictadores que garantizaban la estabilidad, constituían, al mismo tiempo, un freno muy eficaz para la expansión política del radicalismo islámico. Miel sobre hojuelas.
En Túnez, las revueltas han conseguido ya derrocar a Ben Alí y se empeñan, ahora, en erradicar, del entorno del poder, a todo lo que esté corrompido por su nefasta influencia. Lo que ahora está por ver es si la reconstrucción política del país va a poder llevarse a cabo sobre bases democráticas y plenamente respetuosas con los derechos humanos. Un Túnez inequívocamente democrático sería una bendición para todos, empezando, por supuesto, por sus propios ciudadanos. Pero, ¿va a ser posible? ¿Va a ser, la sociedad civil, capaz de organizarse sobre bases participativas y pluralistas, antes de que el islamismo radical imponga su ley?
Estas preguntas tienen más sentido aún en el caso de Egipto. Todos hemos querido ver en la ocupación de la plaza de Tahrir, la expresión de un imparable movimiento social que aspira a derrocar a Mubarak para construir un futuro democrático de paz, concordia, desarrollo y prosperidad. Y nos ha fascinado el importantísimo papel que la comunicación, y su eficaz articulación a través de la moderna tecnología, han desempeñado en el éxito de las convocatorias de los insurgentes y en el fracaso de algunas de las medidas represivas y prohibitivas promovidas por el Gobierno. Manuel Castells nos informaba el pasado sábado que, por si acaso, China acaba de prohibir en internet la palabra clave «Egipto». La moderna revolución se difunde y contagia por la red.
Ahora bien, en la plaza de Tahrir no sólo se congregaban jóvenes que suspiran por el desarrollo económico y la libertad. Junto a ellos, se manifiestaban, también, islamistas ultraortodoxos cuyo ideal político es un régimen análogo al que Mahmud Ahmadineyad preside en Irán. De hecho, el pasado viernes, el ayatolá Ali Jamenei aplaudía la insurgencia egipcia, con el argumento de que «Lo que estamos viendo hoy en Egipto es la respuesta adecuada a la gran traición que el alevoso dictador del país cometió contra el pueblo». Jamenei exhortaba a los manifestantes de Tahrir que no aceptasen nada que no sea «un régimen popular e independiente cuya fe sea el Islám» y celebraba el hecho de que «el eco de la nación iraní -la revolución islámica- se oye ahora en el norte de África».
La democratización de Egipto sería, sin duda, una buena noticia para todos. Y parece claro que el primer paso para avanzar hacia ese horizonte democratizador consiste en destituir a Mubarak. Ahora bien, el cese de Mubarak no asegura, por sí mismo, el tránsito hacia un escenario democrático, porque la amenaza del islamismo radical es más patente en Egipto que en Túnez. Que Egipto se convierta en un Irán II sería malo para Occidente, pero sería malo, también, para los propios egipcios. No hay más que mirar la sangrienta represión que Ahmadineyad desplegó el año pasado contra los disidentes iraníes que promovieron la revolución verde.
En cualquier caso, conviene tener los ojos bien abiertos para discernir entre la oposición a una deriva política que puede desembocar en un régimen de corte islámico -abiertamente incompatible con la democracia- y la resistencia a derrocar las dictaduras actuales con el derrocamiento de los dictadores y la implantación de las libertades. Ambas actitudes vendrán estrechamente unidas, de manera que será dificil diferenciar el grano de la paja. Pero creo, francamente que, en buena parte, el desafío que afrontan los países árabes directa o indirectamente afectados por la ola de revueltas, radica precisamente ahí.
Por mi trabajo conozco a dos egipios arquetípicos: un copto y una musulmana.
No se puede evitar la analogía entre Mubarak y Franco.
Ambos son sostenidos por una casta militar on behalf of the United States of America.
Para US -como confesó Cheney AYER- Mubarak es un amigo, como lo era Franco de Ike y Bernard Walters.
Cuando no hubo más remedio por la presión doméstica se autorizó la reforma. Ahora Egipto es la Espana de 1975.
Si el la piedra de toque de una reforma aceptable en Espana se hallaba en la servidumbre política a US -como se consiguió con el golpe de timón del 23 de febrero de 1981 y la consiguiente entrada en la OTAN y la consolidación territorial de Espana como un Estado unitario con una autoridad única en Madrid interlocutara única y fiel a US en Madrid-, la de ahora está en el mismo lugar.
Ahora bien, cómo asegurarse la fidelidad de Egipto si sólo 8 millones de sus habitantes son cristianos y la clase media de la musulmana es ínfima -aunque muy bien educada, me consta- entre los restantes 70 millones de habitantes?
Mis amigos copto y musulmana son una minoría! Esta vez US lo tiene difícil. Con Espana lo tuvieron fácil, aunque los de ETA son vascos, y los vascos son vascos.
JELen agur
Tienes razón, Josu.
La eliminción del régien de Mubarak no trae per se una democracia. Ejemplos en la historia hay muchos (Rusia, China, Argel, Cuba, Irán…) y cuando por medio están los islamistas, entonces es cuando ya tienes que pensar que lo malo actual no es tan malo como lo que viene.
Y cuando ves que los que proponen la democracia, asaltan, queman, tiran piedras al vecino… y no me vale la excusa del hartazgo.
Lo eficaz y auténtico es un sistema libre y pluralista. El resto son cuentos. Pero esto en el mundo árabe es como el de las mil y una noches.
Tal vez lo que veamos en Egipto y otros países mayoritariamente musulmanes sea una revolución similar a la protestante de los S.XV y XVI en europa. Si el islam, o al menos una parte, permitiera el cobro de intereses (lo que en su ley se denomina usura y está prohibido) por los prestamos, esto implicaría un radical vuelvo en los flujos de capital mundiales. Por una parte, propiciaría el descenso rápido del desempleo en esos países (uno de los principales problemas) al desarrollarse un mercado de crédito que impulsase el comercio. Por otra parte, estos países acumulan grandes cantidades de reservas de divisa y tienen (aunque parezca mentira) ratings de solvencia muy altos. Esto podría suponer el que se convirtieran en motores económicos a través de la creación de grandes bancos (en detrimento, muy posiblemente de la banca inglesa y judía).
Es una visión a medio-largo plazo. Pero no olvidemos que nos encontramos en un vértice de la historia y es cuando pasan cosas de estas.
Ondo Ibili,
Javi S.
«(…) El nuevo partido se opondrá a cualquier subordinación, condicionamiento, o tutela externas que pretendan convertirla en una organización vicarial (sic, claro) de quienes practiquen la violencia. (…)»
INIGO IRUIN, Legegizona.
NaBai-Madrid ere bai, hundida.
🙂
Aralar, go home. NaB
Bertoko enpresari askok ere interesak daukez herrialde zapaldu horreetan, zeuk aitatutakoetan eta beste askotan: Maroko, Ginea, Argelia, Honduras eta Colombia «demokratikoak» eta abar, eta abar…
Aquí, en las provincias vascongadas, algunos tenemos miedo a la democracia y a los barbudos, a los dos. A la democracia porque supone la relativización moral de valores superiores que nunca deberían ponerse en cuestión. Y a los barbudos porque todavía no han abandonado el hacha que acompaña a la serpiente en su agónico símbolo.
(4:14 pm)
Joseba, profesor de demócrata occidental (otro que dice «nosostros los demócratas», como Iturgaiz), arabófobo,
Me gustaría recordarte que el Líbano es un país árabe, y que, como Erkoreka nos ha descrito, es un ejemplo de mecanismo estatal democrático.
Quién te crees tú que eres dar lecciones de democracia a nadie, incloyendo a tu despreciado mundo árabe, desde una región espanola donde se prohiben partidos políticos y manifestaciones pacíficas?
Quién te has creído que eres? El capitán Trueno?
Es preferible que Mubarak siga alli ,antes que los islamicos desestabilizadores y agitadores derroquen su gobierno sin elecciones libres ,por ahi podemos calcular la anarquia y la sed de poder el islamismo radical ,el Comunismo y el islamismo radical son dos cegueras vacias y existenciales que se roban las sociedades .
Joseba ,el problema de Cuba es que a ningun cubano se le ha permitido tomar a la isla desembarcando por la fuerza ,el dia en que eso suceda creame que el sistema de alli ,cambia rapidamente , lo de Cuba huele mas a »conspiracion de intereses externos » ,que a otra cosa ,aun en la sociedad cubana existe un regimen feudal de tipo esclavista ,mafioso y sectario ,Cuba no tiene arreglo ,su unica solucion es una invasion o que EE.UU invada a la isla y la tome por la fuerza .
Lo que pase en Egipto es asunto suyo. La FAES de Aznar está empeñada en que caiga Mubarak y que se implante un gobierno de concentración (o algo así) para paso previo a unas elecciones. Venga ya, que ellos hagan lo que les dé la gana. Si ellos quieren implantar el islamismo, pues que lo pongan eso es asunto suyo. Cada vez que occidente mete mano en estos países la cosa acaba mal. Fijaros en Afganistán, Irán (fin del sha) Irak y un largo etcétera. En Arabia Saudí mandan los barbudos y no pasa nada. En Venezuela está el Chavez y tampoco pasa nada, China es una dictadura y etc, etc. La FAES que se dedique más a los problemas que tenemos en España (que son muchos) y que se olviden de Egipto, Argelia y demás.
Ahora los de Israel están acojonados con lo que pueda pasar en Egipto “Pues ahora te jodes, haberte portado mejor con los musulmanes”
El Sr. Erkoreka también muestra gran preocupación por Egipto (que bueno es él). Está claro que quiere ayudarles… Pues nada, si quiere écheles una mano
¿Qué puede aportarles usted?
Pues está claro: implantarles su modelo político a este país. Lo que usted debería hacer es implantar el modelo del nacionalismo vasco en Egipto, para ello sólo debe de buscar al azar una región en la zona norte del Nilo y les pinta una bandera como la inglesa, les dice que son los descendientes del faraón tutankarana y de que sus enemigos son sus vecinos. Ya verá que bien se lo van a pasar, sobre todo si tiempo después aparece una banda armada y unos cuantos ideólogos locos acompañados de unos lingüistas chiflados. Después vendrá todo rodado… ¡Así llevamos más de cuarenta años en España, Sr. Erkoreka! pasándolo todos muy bien ¿He dicho cuarenta años? – ¡Y lo que te rondaré, morena!
PD
Sí alguien se dedica a responderme el comentario con insultos y reproches, debo de advertirle que pierde el tiempo, he decidido no leerlos. Harto estoy de algunos maleducados y maleducadas que de vez en cuando se dedican a escribir sólo insulto y ofensa. Si no están de acuerdo con lo que he escrito que me lo refuten con argumentos pero no con insultos, sé que es más fácil responder con denuestos que con razones, pero insultando no se consigue más que quedar en evidencia de que son, aparte de unos maleducados unos necios.
Venga Sondika!!!! No te hagas el mártir… que siempre empieza el mismo….
Le veo al Sr. P & Sr. B muy prevenido. DIce que no va a leer ninguno de los comentarios que se le dediquen en este blog, aunque él se pueda permitir todo tipo de lindezas contra el nacionalismo vasco, como la de que hay que destruir Sabin Etxea prendiéndole fuego. Para tener una lengua de afilada, el Sr. P & Sr. B tiene una piel demasiado delicado, ¿no les parece? Dice el refrán que «El que dice lo que quiere se expone oir lo que no quiere». Tome nota, Sr. P & Sr. B y sea un pelín más tolerante con las opiniones de quienes discrepan.